martes, 13 de diciembre de 2016

El valor revolucionario de la ciencia.






El Marxismo; 









una teoría revolucionaria para 
la conquista de la democracia


“Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria” (F. Engels)

“Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una enorme conquista del pensamiento científico” (V.I. Lenin)

“Espíritu y alma son objeto de investigación científica exactamente como lo son cualesquiera otras cosas ajenas al hombre. El psicoanálisis aporta tanta claridad saludable como la elucidación de ciertas leyes económicas”.
(S. Freud)

“La física es el intento de construir conceptualmente un modelo del mundo real y de su estructura con arreglo a las leyes que lo rigen”. (A. Einstein)

TESIS I: La ciencia tiene siempre un valor revolucionario, que permite dar saltos cualitativos en la práctica. Conocer la realidad nos permite estar en disposición de transformarla.

-          En el “Discurso ante la tumba de Marx”, Engels sintetiza la concepción revolucionaria de la ciencia por parte del marxismo:
“Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionaria en la industria y en el desarrollo histórico en general. Por eso seguía al detalle la marcha de los descubrimientos realizados en el campo de la electricidad. Pues Marx era, ante todo, un revolucionario”.
           
La lucha por la experimentación científica forma parte de la práctica social. Proviene de la práctica y a su vez sirve a la práctica. Marx (que desarrolló un intenso trabajo teórico) coloca en primer plano la capacidad de la ciencia para revolucionar la práctica, para transformar el mundo, desde la aplicación inmediata a “la industria”, a su influencia sobre el “desarrollo histórico en general”.
Podemos comprobarlo si miramos nuestra realidad más cercana.
Hoy aceptamos de forma natural que la Tierra es uno más de los planetas que giran alrededor del Sol. Y el desarrollo científico nos ha permitido conocer las galaxias más lejanas o descubrir los secretos del  origen del universo.
Sabemos que la realidad física -desde el movimiento de astros y planetas a la de los cuerpos terrestres- se mueve por sus propias leyes, por ejemplo la ley de la gravedad, y no por ningún impulso divino. Y la física nos ha permitido construir aviones o enviar cohetes a la luna.
Estamos convencidos de que el hombre es una especie animal más, que ha evolucionado desde los primates. Y por eso estamos en disposición de descifrar la evolución humana o de las diferentes especies.
Estas son ahora certezas socialmente admitidas... ahora. Pero su mera enunciación supuso una provocación, enfrentada a unas ideas dominantes que le declararon una guerra sin cuartel. El triunfo de estas teorías científicas supuso toda una revolución, en el pensamiento y sobre todo en la práctica de la humanidad.

La ciencia es siempre revolucionaria por tres razones:

1º.- La verdad siempre es revolucionaria. Y el objeto de la ciencia es precisamente establecer verdades universales sobre la esencia y las leyes internas propias a un proceso particular de desarrollo de la materia.

2º.- Su irrupción es siempre revolucionaria. Derriba mitos y engaños, arrincona creencias y fabulaciones, destruye falsos credos y arraigados dogmas. Y lo hace con su simple irrupción, con la mera enunciación de sus hipótesis y leyes.

3º.- Pero, sobre todo, la ciencia es revolucionaria en la práctica, porque permite multiplicar la capacidad de transformación de la realidad.
La única razón de ser de la ciencia es la transformación material de los objetos concretos, de los diferentes procesos materiales concretos. Conocer la realidad de forma científica permite estar en disposición de transformarla.
Hasta el punto de que la ciencia permite adelantarse a la práctica, conocer y prever fenómenos que nunca han sido observados. Porque es capaz de conocer la esencia de un proceso material, de establecer sus leyes universales, y por ello válidas para todos los fenómenos de esa realidad, para los que hemos percibido y para los que ni siquiera sabemos que existen.
La clasificación de los elementos químicos de Mendeleiev, la tabla periódica, permitía predecir la existencia de elementos de los que no se tenía ninguna constancia empírica, definiendo sus propiedades.
La ideología y la filosofía tienen carácter de clase, pueden ser revolucionarias o reaccionarias. Por el contrario, la ciencia nos proporciona un conocimiento objetivo de la realidad. Siempre es revolucionaria por sus repercusiones en la práctica, en la capacidad de transformar la realidad. Por eso todas las clases reaccionarias se han enfrentado al desarrollo de la ciencia, y todas las clases revolucionarias lo han alentado.

Tesis II: La conquista de cada nuevo continente científico ha supuesto una revolución, no sólo en el terreno del pensamiento, sobre todo en la práctica, que se ha abierto paso en medio de una lucha contra las ideas dominantes.

Vamos a comprobarlo a través de un repaso por los principales saltos en el conocimiento científico. Comenzando por el nacimiento del método científico en la Grecia clásica.

1º.- La primera revolución científica: las Matemáticas.

-          Galileo Galilei, uno de los fundadores de la física, nos explica la decisiva importancia de las matemáticas para la ciencia:
La ciencia está escrita en el más grande de los libros, abierto permanentemente ante nuestros ojos, el Universo, pero no puede ser comprendido a menos de aprender a entender el lenguaje y a conocer los caracteres con que está escrito. Está escrito en lenguaje matemático y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las que es humanamente imposible entender una sola palabra; sin ellas uno vaga desesperadamente por un oscuro laberinto”.
¿Qué nos está diciendo Galileo? Detrás de la infinita variedad que nos presentan las apariencias empíricas, existen leyes universales que rigen los procesos materiales concretos. Este es el “lenguaje matemático” en que está escrito el libro del universo, que un científico debe descifrar.
Las matemáticas suponen una elevada capacidad de abstracción. Consideramos que el concepto de número es algo natural a la humanidad, que surge espontáneamente. No es verdad. Los números, como concepto, son una abstracción, no existen en la realidad. Y su descubrimiento le costó a la humanidad miles de años.
En una primera etapa se disponía de una cierta capacidad para estimar tamaños y magnitudes (los animales que componían una manada, la distancia a recorrer...), pero no se poseía la noción de número. En una segunda etapa, los números, más allá del uno y el dos, no existían, utilizando alguna expresión equivalente a “muchos”.
Como método científico por excelencia, las matemáticas investigan las relaciones objetivas y lógicas que existen en la realidad. Una fórmula matemática es por definición una ley universal.
Ramas de las matemáticas aparentemente desligadas de la realidad han permitido explicar, décadas después de ser enunciadas, procesos materiales que se correspondían a sus leyes. Las matemáticas matriciales permitieron expresar el principio de incertidumbre. Para formular la teoría de la relatividad, Einstein utilizó un desarrollo matemático que parecía no tener aplicación alguna.

-          Las matemáticas, como método científico, se desarrollan en la Grecia clásica. Tuvieron un enorme papel revolucionario. Por su carácter científico, siguen constituyendo hoy la base del estudio de las matemáticas.
Los teoremas desarrollados por Tales o Pitágoras, los principios de Arquímedes, la geometría de Euclides, el descubrimiento de los números irracionales, el número pi, las áreas de las figuras geométricas...
Desde su mismo nacimiento, las matemáticas están vinculadas a las necesidades prácticas y a la capacidad de predicción. Tales midió la altura de las pirámides o la distancia de un barco a tierra, predijo eclipses solares o la evolución de las cosechas.
Pero las matemáticas griegas suponen un salto cualitativo, y no un mero desarrollo de los conocimientos anteriores. Frente al método inductivo, basado en la síntesis empírica de la observación de series de repeticiones, las matemáticas griegas desarrollan un método deductivo: axiomas, teoremas, hipótesis y demostraciones teóricas. Que permite un gigantesco salto de las matemáticas.
Su aplicación a la transformación de la realidad permitió un salto en el comercio y la producción, multiplicado bajo el Imperio Romano. E influyó de forma decisiva en el pensamiento, sentando las bases para la aparición de la filosofía.

2º.- La revolución científica, de Copérnico a Galileo y Newton.

-          En 1543 un conservador monje polaco, Nicolás Copérnico, enuncia una de las proposiciones más innovadoras y audaces, que inaugurará una de las mayores revoluciones científicas, cuyas consecuencias afectarán al terreno de la ciencia, del pensamiento, la política, la economía... ¿Cómo es posible'? Este es el valor revolucionario de la ciencia.

¿En qué consiste la revolución científica que abrirá paso a la irrupción de la física como ciencia
Copérnico publica en 1543 “Sobre la revolución de las esferas celestes”. La teoría heliocéntrica propone un cambio revolucionario. La Tierra deja de ser el centro fijo de un universo inmóvil. Por el contrario, es el Sol quien pasa a ocupar el lugar de privilegio, y la Tierra es uno más de los planetas que giran a su alrededor.

¿Por qué es un cambio revolucionario? Por dos motivos:
1.-La concepción ideológica dominante, defendida por la Iglesia, se fundamentaba en la astrología ptolemaica, donde la tierra era el centro fijo del universo. Sobre ella se construyó una compleja explicación teórica, con los planetas alojados en sucesivas esferas celestes, y Dios actuando como motor -la causa última teorizada por Santo Tomás- de todo el proceso.
            La concepción de que los hombres vivían en un planeta que  circulaba ciegamente a través de un ilimitado universo era antagónica a la idea teológica de la tierra como centro único y focal de la creación divina.

 2.-Si, a diferencia de lo que se creía desde Aristóteles, los planetas no estaban “encerrados” en esferas de cristal, si las estrellas no estaban fijas en la esfera más exterior, si la Tierra no ocupaba un lugar inmóvil en el Universo, entonces había que pasar a explicarse su movimiento en el espacio, intentar entender qué fuerzas les hacían moverse.

Galileo edificará las bases de la física, no solo ni principalmente por sus descubrimientos empíricos sobre los cuerpos celestes (a través del perfeccionamiento del telescopio) sino por su trabajo teórico sobre el movimiento, que culminará en Newton.
Galileo establecerá que el movimiento del Universo -y en consecuencia la naturaleza- tenía que estar regido por leyes. Y, por tanto, las cosas, pero también los hombres, debían estar sujetos y determinados por esas leyes. Las puertas al desarrollo científico estaban despejadas y menos de un siglo más tarde Newton las abriría de par en par.
Newton presenta ya un paradigma científico tan completo que sus leyes universales (las tres leyes del movimiento y la ley de la gravitación universal) permiten explicar tanto el movimiento de las cosas en la Tierra como el de los cuerpos celestes más gigantescos y remotos.

-          La irrupción de la física como ciencia también es producto de un desarrollo de la práctica social.
Isaac Newton afirmó que “si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre hombros de gigantes”. Estaba expresando una concepción del desarrollo de la ciencia como un proceso colectivo. Sin Copérnico, Galileo o Keppler, no hubiera existido Newton, a pesar de toda su genialidad individual.
Pero sin la acumulación previa de conocimientos por parte del conjunto de la humanidad tampoco podría haberse abierto una revolución científica en los siglos XVI y XVII.
El islam medieval recoge y desarrolla la tradición de la Grecia clásica, con aportaciones en matemáticas (la numeración arábiga es adoptada por la Europa cristiana), astronomía, física, química, medicina, geografía...
La creación de las primeras universidades, y el desarrollo del primer empirismo -entonces materialista frente al idealismo feudal- permiten un desarrollo de la experimentación y los avances técnicos.
El desarrollo de la física está espoleado por el descubrimiento de América (la astrología ptolemaica, que había sido útil para la navegación costera por el Mediterráneo, era insuficiente para las travesías oceánicas), la entrada en la época moderna y el ascenso de la burguesía (abierta con el Renacimiento, un período en que estaban teniendo lugar convulsos cambios de orden económico, social, político, intelectual, ideológico y cultural que desembocarían finalmente en la moderna sociedad burguesa). No es casual que esta revolución científica culmine con Newton en Inglaterra, el país donde ya se había hecho la revolución burguesa.

-          Pero la física, como ciencia, solo pudo desarrollarse dando, desde el materialismo, un combate al idealismo feudal.
Adoptando una posición materialista ante la naturaleza frente la doctrina escolástica que durante siglos había establecido que no había nada en el universo, ni siquiera la caída de una hoja, que no estuviera movido por la voluntad divina.
Por el contrario, los fundadores de la física establecen que el mundo natural (desde los astros a los cuerpos terrestres) es una realidad objetiva que se rige por sus propias leyes, y para comprenderla debemos prescindir de la idea de un creador a cuya voluntad está sometida.
Esta ruptura no tiene nada que ver con la posición ideológica individual. Copérnico era un conservador monje católico polaco y Newton un ferviente cristiano. Pero al abordar el estudio de la naturaleza, para desarrollar la física, tuvieron que adoptar una posición materialista.

-          El desarrollo de la física tendrá hondas consecuencias prácticas
Permitirá un gigantesco salto en el conocimiento, a partir del cual se desarrollarán otras ramas de la ciencia, como la química. Hará posibles sueños de la humanidad antes imposibles, como volar -la construcción de aviones- o enviar un cohete a la luna.
Pero también revolucionará el pensamiento, fundamentando las filosofías humanistas burguesas, desde Descartes tras Galileo a la ya plenamente revolucionaria Ilustración después de Newton. Su aplicación abrirá paso a la Revolución Industrial. Y contribuirá de forma decisiva a la liquidación del viejo orden feudal, y a empujar el nacimiento del nuevo orden burgués.

3º.- La revolución de Darwin y la evolución de las especies

-          Marx celebra la teoría de Darwin como un  triunfo del materialismo, del pensamiento científico, con consecuencias prácticas como dar un golpe de gracia al idealismo religioso.
Marx envió a Darwin un ejemplar del primer tomo de El Capital, con una dedicatoria: “A Mr. Charles Darwin, de parte de su sincero admirador, Karl Marx”.
Darwin, un sacerdote que no ignoraba que Marx era un agitador revolucionario y el autor de El Manifiesto Comunista, no dejó de agradecerle el detalle, con una sorprendente respuesta: “Le doy gracias por el honor que me hace al enviarme su gran obra sobre El Capital (...) Aunque nuestros estudios sean tan distintos, creo que ambos deseamos ardientemente la difusión del saber y que a la larga eso servirá, con toda seguridad, para aumentar la felicidad del género humano”.
Tal y como establece Engels, en el “Discurso ante la tumba de Marx”: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana”.

En "El Origen del Hombre", publicado en 1871, Darwin defendió la teoría de que la evolución del hombre parte de un animal similar al mono. Las autoridades religiosas lo calificaron de ateo y blasfemo.
La idea de que el mundo no había sido creado a imagen y semejanza de Dios, de que el hombre venía del mono fue una revolución que trastocaba toda la ideología dominante. Donde la hegemonía de la Iglesia jugaba un papel importante también, y cabría decir sobre todo, en la Inglaterra burguesa. Como hoy en EEUU.
Darwin extiende el materialismo al estudio de los seres vivos, no estáticos sino en movimiento, es decir a la evolución de las especies. Desentrañando sus leyes internas. Un terreno cuyo conocimiento estaba vedado por el idealismo teocrático.
En el darwinismo no hay lugar para cosmogonías de seres divinos o de “diseños inteligentes” de un “supremo creador”, ni tampoco para el ser humano como “el rey de la creación divina”. El hombre es un animal más, y evidentemente emparentado con los grandes simios. Estas ideas, hoy ampliamente aceptadas (aunque en EEUU persisten creacionistas que niegan el darwinismo, como el candidato a vicepresidente propuesto por Trump) eran escandalosamente subversivas para la Inglaterra victoriana.

Durante todo el s.XVIII, los naturalistas -con Linneo como figura principal- se habían volcado en catalogar y estudiar las especies vivas de los cinco continentes, generando una enorme cantidad de conocimientos. Pero no eran capaces de dar una explicación, que solo se alcanzó cuando Darwin formuló su teoría.
La idea central del evolucionismo darwinista es el concepto de selección natural, considerada la causa de la evolución.
En segundo lugar postula que las especies se diversifican según se adaptan a ambientes o modos de vida diferentes.
En tercer lugar, y este es el corazón de su teoría, afirma que el cambio evolutivo está motivado por la adaptación al ambiente, que -según el darwinismo- tiene como mecanismo la selección natural.

La contribución de Darwin supone toda una revolución, en la ciencia y en el pensamiento. Permitiendo desarrollar un sin fin de ramas científicas; desmantelando los fundamentos de la hegemonía ideológica de la Iglesia; haciendo posible concebir la evolución del hombre, no como un ente aislado de la naturaleza (creado por Dios o como un nuevo Dios diferenciado del resto de animales para el humanismo burgués).

4º.- El nacimiento de la mecánica cuántica.

La mecánica cuántica establece una segunda revolución en la física, partiendo de explicar los paradójicos fenómenos que suceden en el mundo subatómico. Pero tuvo que abrirse paso pulverizando las concepciones dominantes.
-          A principios del siglo XX la doctrina oficial negaba la existencia real de los átomos.
Bajo la influencia de los “empirocriticistas”, se aceptaba la teoría atómica como una mera “hipótesis de trabajo”, pero estableciendo tajantemente que, puesto que no existía ninguna evidencia empírica sobre la existencia de los átomos, afirmar su “existencia real” era un “delirio dogmático”.
Hasta el punto de que uno de los físicos que más ayudó con sus investigaciones a impulsar la teoría atómica, el austríaco Ludwig Boltzmann, acabó suicidándose incapaz de enfrentar el alud de críticas que recibía.
Einstein partió de la descripción matemática que el biólogo escocés Robert Brwon estableció a mediados del siglo XIX para definir el movimiento aparentemente aleatorio que se observa en algunas partículas microscópicas que se hallan en un medio fluido (por ejemplo, polen en una gota de agua).
Einstein demostró teóricamente -utilizando las ecuaciones descritas por Boltzman- como ese “movimiento browniano” se correspondía al “bombardeo” que esa partícula microscópica recibía desde las moléculas que formaban el fluido
A partir de ese momento, la existencia real de los átomos quedó establecida más allá de cualquier duda.

-          Pero Einstein realiza otra aportación radical, que contradice todo el pensamiento anterior, y sin la que no existiría la mecánica cuántica.
Newton había defendido la teoría “corpuscular”, donde la luz era concebida como materia, compuesta de pequeñas partículas, los “corpúsculos”.
Pero en el siglo XIX Maxwell demostró que la luz era una vibración electromagnética que se propagaba como una onda.
Las dos eran teorías corroboradas, pero se contradecían entre sí. ¿Cuál debía prevalecer? ¿Qué era en realidad la luz, partícula u onda?
Einstein rompió el nudo gordiano con una concepción revolucionaria. Para comprender la naturaleza de la luz era necesario concebirla al mismo tiempo como partícula y como onda. La luz está compuesta por “fotones” -quantos de luz-, “paquetes de ondas” que en determinadas condiciones se comportan como partículas.
Esta concepción radicalmente nueva permitió que se abriera paso una nueva visión sobre la realidad física. Poco después un físico francés, Louis de Broglie, demostró que también todas las partículas se comportan en determinadas condiciones como ondas.
Esta ruptura, establecida por Einstein, permitió el desarrollo posterior de la mecánica cuántica. Todos los avances técnicos posteriores están basados en una aplicación técnica del gigantesco salto teórico que supuso la mecánica cuántica.

-          La figura de Einstein está vinculada a la Teoría de la Relatividad, que nos plantea una concepción revolucionaria.
La Teoria de la Relatividad nos dice que no existe el espacio ni el tiempo. ¿Cómo es posible?
Pensamos que el espacio y el tiempo son independientes entre sí y que siempre han existido. Incluso antes, y como condición previa, de nuestro universo. La Teoría de la Relatividad nos dice que estábamos tan equivocados como los hombres de la Edad Media que pensaban que el sol era el que giraba en torno a la tierra.
Por un lado el espacio y el tiempo no existen uno al margen del otro. Lo que existe es un continuo espacio-tiempo. Nuestra realidad no tiene tres dimensiones, como normalmente percibimos -anchura, longitud y volumen- sino que tiene cuatro dimensiones. Y la “cuarta dimensión” es el tiempo.
Es decir, espacio y tiempo nos son dimensiones absolutas, sino que forman parte de un sistema general (el espacio-tiempo), y son por tanto relativas, móviles.
Y además, el espacio-tiempo no existe al margen o antes que la materia y la energía. No puede concebirse el espacio-tiempo al margen de la materia y la energía. Y tampoco lo contrario.
Así es como funciona la realidad. Pulveriza nuestro sentido común, pero es que la realidad no se mueve de acuerdo al sentido común, que Einstein definía como “el conjunto de prejuicios que se adquieren antes de cumplir los dieciocho años”.
Porque es ciencia, la Teoría de la Relatividad nos permite comprender el origen del universo y predecir fenómenos de los que no existía evidencia empírica alguna.
Las investigaciones que dieron origen a la teoría del “Big Bang” han confirmado punto por punto lo que la Teoría de la Relatividad planteaba. Tanto el espacio, como el tiempo, la materia y la energía se generaron simultáneamente. Y antes no existían. Porque antes no existía nuestro universo.
¿Cómo podemos concebir un momento anterior al tiempo? Esta es una de las paradojas que la ciencia nos plantea.
De la misma manera, la Teoría de la Relatividad predecía con exactitud, como una necesidad que emanaba de su cuerpo teórico, fenómenos como las ondas gravitacionales o los agujeros negros, que la ciencia experimental tardó décadas o incluso un siglo en detectar.

5º.- La revolución de Freud: el psicoanálisis

-          Podemos comprobar el enorme valor revolucionario del psicoanálisis como ciencia siguiendo a Freud:
“Recibí la más profunda de las impresiones ante la posibilidad de que pudieran existir procesos mentales poderosos que permanecían, sin embargo, ocultos a la conciencia del hombre”.
“Cuando, a través del superyo, el hombre se impone a sí mismo y a los demás las restricciones de esa sociedad, se vuelve incapaz de criticarla y su función es sostenerla”.
“Yo puedo estar errado en muchas cosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la civilización”.

-          Durante milenios el conocimiento de la psique humana había quedado vedado por las concepciones idealistas dominantes.
El idealismo religioso consideraba que las enfermedades mentales eran posesiones demoníacas. El idealismo burgués coloca la Razón y la Libertad del Hombre como motor de la historia.
Freud adopta una posición radicalmente materialista para conocer de forma científica la psique humana. Y al hacerlo puso al mundo patas arriba. Abriendo paso, por su insobornable honradez científica, a pesar de ser políticamente conservador, a toda una revolución.
El conocimiento científico que proporciona el psicoanálisis va a chocar contra los pilares de la sociedad y la ideología burguesa. Por eso fue atacado desde su mismo nacimiento, y ha sido marginado de todos los estudios psíquicos.

-          El psicoanálisis nace en un periodo de avance del conocimiento científico, fruto del propio desarrollo alcanzado en el seno de la sociedad burguesa.
En unas pocas décadas surgirá el materialismo histórico, el darwinismo, el psicoanálisis, o por último la mecánica cuántica. Pero para nacer y desarrollarse, el psicoanálisis debe cuestionar los valores y principios -no solo científicos, también ideológicos- en la sociedad burguesa.
Con el concepto de “inconsciente” el mito burgués de la “Razón” es triturado. En la psique humana la “Razón”, la conciencia, no es sino la punta del iceberg, sometida a pulsiones y conflictos inconscientes que la determinan.
El nuevo Dios, el “Hombre”, cuya libertad es presentada por la sociedad burguesa como una potencia ilimitada, está en realidad determinado, incluso en su propia conciencia, por leyes objetivas que no dependen de su voluntad.

Freud presenta una psique humana escindida en tres grandes instancias.
El Ello o id es la expresión pura del principio de placer. Exige su plena e inmediata satisfacción. Es totalmente inconsciente. El recién nacido sólo posee id, los otros agentes se desarrollarán después.
El Yo o ego está regulado por el principio de realidad. Aprende a que la realización del deseo debe posponerse o incluso renunciar a él, sometiéndolo a las exigencias de la realidad.
Y, por último, el Superyo representa la interiorización de las normas sociales, personificadas en la figura paterna, la “autoridad” social más cercana. Estas prescripciones acaban haciéndose inconscientes y devienen una instancia que vigila y controla el yo, pero que está dentro, y no fuera, de nosotros mismos.
De ahí la consigna revolucionaria de mayo del 68: “mata al policía que llevas dentro”.
Cuando Freud presentó su teoría sobre sexualidad infantil, toda la conservadora sociedad burguesa le señaló como un perturbado.
Freud evidencia la represión sobre la sexualidad, que tiene su base en una razón material: el cuerpo alberga la mercancía más valiosa, la fuerza de trabajo, por eso no puede ser libre y debe ser encerrado bajo la cárcel del pecado, impidiendo la realización de sus deseos.

-          El psicoanálisis, como ciencia, tiene poderosos efectos revolucionarios.
El psicoanálisis ha removido la misma conciencia que la humanidad tenía sobre sí misma. Permitiendo que la humanidad pueda tener conciencia de sus conflictos psíquicos, para así poder liberarse actuando de forma consciente sobre ellos.
La influencia del psicoanálisis no se reduce al ámbito científico, se traslada al arte, con el surrealismo como expresión más acabada, a la filosofía...
Por su carácter revolucionario, el psicoanálisis está hoy, tal y como sucede con el marxismo, enterrado y aislado, expulsado de las universidades y centros de estudio, y cubierto bajo un férreo manto de silencio.

6º.- Marx y el materialismo histórico.

1º.- El marxismo extiende el materialismo al estudio de las sociedades humanas. Fundando con ello una nueva ciencia, el materialismo histórico.
Tal y como establece Lenin en “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”:
Pero Marx no se detuvo en el materialismo del siglo XVIII (…) Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una enorme conquista del pensamiento científico. Al caos y la arbitrariedad que imperan hasta entonces en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de un sistema de vida social surge otro más elevado; cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.
Así como el conocimiento del hombre refleja la naturaleza (es decir, la materia en desarrollo), que existe independientemente de él, así el conocimiento social del hombre (es decir, las diversas concepciones y doctrinas filosóficas, religiosas, políticas, etc.), refleja el régimen económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura que se alza sobre la base económica. Así vemos, por ejemplo, que las diversas formas políticas de los Estados europeos modernos sirven para reforzar la dominación de la burguesía sobre el proletariado.
La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado, que ha proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase obrera, la poderosa arma del saber”.
La burguesía había extendido el materialismo al estudio de las ciencias naturales, permitiendo un gigantesco salto en la capacidad de transformación de la humanidad. Pero, como clase explotadora, solo podía adoptar una posición idealista ante la historia. El mundo no debe “cambiar de base”, y por eso la historia no puede ser objeto de un conocimiento científico. Sólo el marxismo, al tomar posición por el interés de clase de los explotados, está en disposición de fundar la ciencia de la historia.
Siguiendo una vez más a Lenin: “La sociología y la historiografía anteriores a Marx proporcionaban, en el mejor de los casos, un cúmulo de datos crudos, recopilados fragmentariamente, y la descripción de aspectos aislados del proceso histórico (...) Marx trazó el camino para estudiar científicamente la historia como un proceso único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad y con su carácter contradictorio”.

2º.- La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la teoría económica de Marx.

Los grandes economistas clásicos de la burguesía inglesa, Adam Smith y David Ricardo, habían establecido que el valor de las mercancías está determinado por la cantidad de trabajo humano que encierran. Pero para explicar el funcionamiento del capitalismo tuvieron que recurrir a la fantástica idea de “la mano invisible” que regula el mercado.
Marx pulveriza esta visión idealista, estableciendo las leyes que rigen el modo de producción capitalista. Y como su piedra angular, la viga maestra que sostiene todo el edificio, es la explotación de la fuerza de trabajo.
Así nos lo explica Lenin:
Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió relaciones entre personas.(…)El capital significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la fuerza de trabajo del hombre se trasforma en mercancía. El obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de las fábricas, de los instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de trabajo en cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario); durante la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía, fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de la clase capitalista”.
Podrá cambiar la fisonomía del capitalismo, dar el salto del libre cambio al monopolio, o extender innovaciones tecnológicas. Pero siempre, necesariamente, toda la ganancia capitalista tiene su origen en la plusvalía, en la explotación de la fuerza de trabajo. Esto es lo que el marxismo desentraña, y lo que la burguesía está empeñada en ocultar.

3º.- El motor de la historia es la lucha de clases.

“Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes”. (Marx y  Engels. Manifiesto Comunista)
Hasta Marx, la historia había sido vista como resultado del desarrollo de nuevas y grandes ideas fruto de la inspiración divina o de la razón humana con las que los hombres movían el avance de la sociedad. El marxismo pulveriza este terreno de juego idealista al afirmar que el motor de la historia es la lucha de clases.
La infraestructura económica es lo determinante en última instancia en el desarrollo histórico, está en su base; pero la lucha de clases es el factor dirigente, el motor de este desarrollo.
Si se trastoca esta relación el marxismo se convierte en su contrario, en burdo economicismo. De la misma forma que si alteras el orden y jerarquía de las tesis de la física solo obtendrás disparates idealistas.
La tesis de que la lucha de clases es el motor de la historia es la que permite conocer de forma científica las sociedades humanas, en su cambio y evolución y en cada momento concreto. Y estar en disposición de transformarla, de cambiar el mundo.

El marxismo es una gran conquista del pensamiento científico, que permite conocer, por primera vez, libre de todo idealismo y de forma científica las sociedades humanas y su cambio y evolución. Constituyendo una herramienta imprescindible para conocer y transformar la sociedad, como la física hace con la naturaleza, que deben empuñar las clases explotadas.

TESIS III.- La ciencia tiene siempre consecuencias revolucionarias en la práctica. Y debe abrirse camino frente al freno y las resistencias de las ideas dominantes.

-          Para desarrollar el conocimiento de la humanidad, los más grandes científicos han debido sufrir los rigores del poder de las clases dominantes, que han frenado el avance del conocimiento científico.
Pitágoras murió en el exilio, y en circunstancias todavía hoy desconocidas. Copérnico no divulgó su teoría heliocéntrica más que en el lecho de muerte, y su editor se cuidó de calificarla como una simple hipótesis. Galileo fue obligado a retractarse y a permanecer enclaustrado los últimos años de su vida. Darwin tardó muchos años en publicar sus descubrimientos, ante el temor a la furibunda reacción que, como así sucedió, sufriría. Uno de los impulsores de la teoría atómica L. Boltzman se suicidó ante las furibundas críticas que recibía por parte de los empirocriticistas. Cuando Freud presentó un caso de histeria en un hombre –fruto de la escisión de su psique, que no había conseguido resolver sus conflictos internos- todos los académicos le atacaron, porque “sólo las mujeres podían ser histéricas”. Marx tuvo que exiliarse sucesivamente de cuatro países “democráticos”, y acabó recluido en Inglaterra, donde se le permitió residir pero se le cortaron todas las vías de subsistencia.

-          Esta es una batalla feroz, entre el avance del conocimiento y el poder de las clases dominantes. Que no solo está en el nacimiento de cada ciencia, sino que se reproduce en cada momento.
En el estudio de la psique humana puede volverse a un estado precientífico, pre freudiano, estigmatizando y marginando al psicoanálisis en beneficio de la psicología conductista más empírica e idealista.
En física, se puede dar una auténtica regresión, instaurando como doctrina oficial de la ciencia un empirismo groseramente pragmático que ha impedido, desde los años treinta del siglo XX, cualquier nuevo salto en el conocimiento científico, y convierte a los físicos en técnicos avanzados de la ejecución de las fórmulas de la “cocina cuántica” que permiten optimizar los resultados.
Y en el estudio de las sociedades humanas se pretende retrotraernos a un periodo pre-científico, pre marxista, sustituyendo la ciencia del materialismo histórico por las explicaciones ideológicas del humanismo burgués.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Escuelas Populares de Marxismo


La rabiosa actualidad del marxismo



Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria





Hay una demanda creciente de marxismo, entre los sectores más conscientes y combativos. Lo hemos comprobado a lo largo de las escuelas populares desarrolladas a lo largo de este año en toda la geografía española, en las que han participado desde profesores universitarios a obreros y parados, y en las que hemos estudiado los fundamentos del marxismo pero también el contenido profundamente revolucionario de la poesía de Lorca.

Intentan convencernos de que con la victoria de Trump o el nuevo gobierno del PP asistimos a una nueva ofensiva “neoliberal”, que los pueblos solo podemos sufrir de forma pasiva.

No es verdad. Vivimos un momento de auge del movimiento popular y de lucha de la mayoría progresista que rechaza los recortes y exige avanzar hacia un cambio real.

Pero no basta con la movilización. Lo realmente decisivo es qué línea y qué pensamiento dirija este creciente movimiento de lucha popular.

Esta es la importancia práctica de celebrar las Escuelas de Marxismos.

El valor revolucionario de la ciencia

Desde su mismo nacimiento, todos los ataques contra el marxismo se ha centrado en negarle su carácter científico. Se acepta su condición de “método de análisis” adecuado sobre todo para el estudio de los fenómenos económicos, pero se acusa de “dogmáticos” a quienes pretenden elevarlo a la categoría de “socialismo científico”.

No es casual que así sea, porque la ciencia ha tenido siempre un carácter subversivo, y ha debido abrirse paso frente al peso de las ideas dominantes.

En el “Discurso ante la tumba de Marx”, Engels sintetiza la concepción revolucionaria de la ciencia por parte del marxismo: “Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionaria en la industria y en el desarrollo histórico en general”.

La ciencia tiene siempre un valor revolucionario, porque permite dar saltos cualitativos en la práctica. Conocer la realidad nos permite estar en disposición de transformarla.

El marxismo extiende el materialismo al estudio de las sociedades humanas. Es una gran conquista del pensamiento cientifico, que permite conocer, por primera vez, libre de todo idealismo, las sociedades humanas y su cambio y evolución. Constituyendo una herramienta imprescindible para conocer y transformar la sociedad, como la física hace con la naturaleza, que deben empuñar las clases explotadas.

Y en este camino el marxismo, que algunos nos presentan como “desfasado”, está acompañado de lo mejor y más avanzado de la humanidad.

Un solo, y aparentemente sorprendente, ejemplo. Marx envió a Darwin un ejemplar del primer tomo de El Capital, con una dedicatoria: “A Mr. Charles Darwin, de parte de su sincero admirador, Karl Marx”.

Darwin, un sacerdote que no ignoraba que Marx era un agitador revolucionario y el autor de El Manifiesto Comunista, no dejó de agradecerle el detalle, con una sorprendente respuesta: “Le doy gracias por el honor que me hace al enviarme su gran obra sobre El Capital. (...) Aunque nuestros estudios sean tan distintos, creo que ambos deseamos ardientemente la difusión del saber y que a la larga eso servirá, con toda seguridad, para aumentar la felicidad del género humano”.

Entre Marx y Darwin había, por encima de todas las diferencias, un hilo que los unía, y que Engels explicita: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana”.

En "El Origen del Hombre", publicado en 1871, Darwin defendió la teoría de que la evolución del hombre parte de un animal similar al mono. Las autoridades religiosas lo calificaron de ateo y blasfemo.

Marx tuvo que exiliarse sucesivamente de cuatro países “democráticos”, y acabó recluido en Inglaterra, donde se le permitió residir pero se le cortaron todas las vías de subsistencia.

Siempre sucede así. Todas las revoluciones científicas tienen una poderosa influencia en la práctica, permiten avanzar en “cambiar el mundo”. Por eso deben enfrentarse a la resistencia de las clases más reaccionarias.

Dos visiones sobre el marxismo

Van a coincidir en el tiempo dos Escuelas de Marxismo. La que Unificación Comunista de España venimos desarrollando durante todo el año, y la que el Partido Comunista de España acaba de comenzar, y que se prolongará durante diez meses, con una conferencia de Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida y diputado de Unidos-Podemos.

Es una buena noticia. Expresa que hay una demanda de marxismo entre amplios sectores, especialmente los más conscientes.

A pesar del intento por enterrar el marxismo, cuando estalló la crisis el Manifiesto Comunista o El Capital se convirtieron en best sellers. Para comprender lo que estaba pasando, mucha gente busco en el marxismo las respuestas.

El auge del movimiento contra los recortes ha llevado a un renacido interés por el marxismo, como una teoría imprescindible de la que partir para cualquier proyecto de transformación social.

Lo que nos dice la realidad es que, parafraseando al Tenorio, “los muertos que vos matastéis, gozan de buena salud”.

Ahora bien, Alberto Garzón inicia su conferencia delimitando “qué es y qué no es el marxismo”. Sometamos sus tesis a este criterio.

Afirma que el marxismo es “un método” que “podemos aplicar para comprender los problemas actuales”.

No es cierto. El marxismo es la ideología, la filosofía y la ciencia del proletariado. Reducirlo a un simple “método de análisis” es negarle su carácter revolucionario, al servicio de los intereses históricos del proletariado, acabar con todo tipo de explotación y opresión.

Alberto Garzón defiende que “el marxismo no es la llave que abre todas las puertas”, y que Marx y Engels cayeron en “una excesiva pretensión” al considerar que habían fundado el socialismo científico.

Coincidiendo así con la persistente ofensiva de la burguesía, reproducida por el “post marxismo”, que niega al marxismo su carácter científico, acusándole de “dogmático” por pretenderlo.

Y, por último, el coordinador federal de IU sitúa como objetivo de una “política comunista” la “radicalización de la democracia”, concibiendo que Marx y Engeles son continuadores... de las proclamas de la Revolución Francesa.

Por el contrario, Marx tuvo que romper con las ideas de la burguesía radical para fundar el marxismo. Estableciendo que “la conquista de la democracia” se corresponde con “la elevación del proletariado a la categoría de clase dominante”. Ya no se trata de “radicalizar la democracia” burguesa, es decir de ampliar los márgenes de su dominio de clase, sino de cuestionarlo, de quitarles el poder, de tomar, eso sí de verdad, el cielo por asalto.

Este -el de qué es y qué no es el marxismo- es un debate crucial, con decisivas consecuencias prácticas. Que interesa no solo a todos los comunistas, sino también a los muchos luchadores y revolucionarios, que aspiran a una transformación social del mundo, y que miran al marxismo como uno de los principales puntos de referencia.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Efeméride



75 aniversario de Pearl Harbour


La historia de la expansión del poder imperial norteamericano está plagada de auto-ataques



Todavía existen serias dudas sobre el acontecimiento que provocó la entrada en la I Guerra Mundial de EEUU: el ataque de los submarinos alemanes contra el Lusitania, un trasatlántico norteamericano. De lo que no existe ninguna, porque así lo confirma la correspondencia entre Churchill y Roosevelt, es que la inteligencia norteamericana y el alto mando conocían de antemano el ataque japonés sobre Pearl Harbour. Dejaron que se consumara, sacrificando la vida de 2.500 de sus soldados, a fin de tener el argumento que precisaban para entrar en la II Guerra Mundial.

EEUU es un país esquizofrénico; un país escindido entre una Democracia interna y un Imperio exterior que se sostienen sobre bases irreconciliables.

Para poder extenderse, el Imperio necesita empujar a la Democracia hacia sus aventuras expansionistas arrastrándola en contra de su voluntad. Esta disociación, esta doble naturaleza de Imperio expansivo y Democracia interna está en la propia génesis de EEUU como nación y recorre toda su historia.

En 1845, y al grito de “Recordad El Álamo”, el ejército norteamericano declara la guerra a Méjico. Hoy sabemos que la supuesta heroica gesta de El Álamo, donde un puñado de norteamericanos habrían resistido hasta el límite para ser finalmente degollados por los mejicanos, nunca existió. Pero su invención fue la excusa para arrebatarle a Méjico cerca de un 50% de su territorio.


En 1898, la falsa acusación contra España de haber provocado la voladura del acorazado El Maine fue el pretexto para declararnos la guerra y anexionarse Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, otra vez a costa del mundo hispano. Descartada la intervención española por la comisión que lo investigó, es más que presumible que fueran ellos mismos quienes provocaron el hundimiento causando la muerte de 300 de sus marinos. Una gigantesca campaña de prensa bajo la consigna de “Recordar el Maine” permitió movilizar a los sectores de la clase política y de la opinión pública, inicialmente contrarios a la guerra, hacia su aprobación. “Usted envíeme las imágenes que yo le mandaré la guerra” había dicho unos meses antes el magnate de los medios de comunicación Hearst a su corresponsal en La Habana.


Todavía existen serias dudas sobre el acontecimiento que provocó la entrada en la I Guerra Mundial de EEUU: el ataque de los submarinos alemanes contra el Lusitania, un trasatlántico norteamericano. De lo que no existe ninguna, porque así lo confirma la correspondencia entre Churchill y Roosevelt, es que la inteligencia norteamericana y el alto mando conocían de antemano el ataque japonés sobre Pearl Harbour. Dejaron que se consumara, sacrificando la vida de 2.500 de sus soldados, a fin de tener el argumento que precisaban para entrar en la II Guerra Mundial.


“Cada día que pasa siento un mayor temor del poder que ha alcanzado el complejo militar industrial”, la frase pronunciada por el presidente Eisenhower es la clave para comprender uno de los episodios no aclarados de la reciente historia norteamericana; el asesinato de Kennedy (JFK). Inicialmente presentado como una intervención cubana, el magnicidio ha sido objeto de sospechas más que fundadas que apuntan a la CIA y los sectores más duros del Pentágono; su objetivo, eliminar el obstáculo de un presidente demócrata reticente a las aventuras expansionistas imperiales y sustituirlo por Jonhson, bajo cuyo mandato y con la excusa de otro incidente inventado en el golfo de Tonkin, se inició la escalada bélica en Vietnam.


También Iberoamérica conoce en sus entrañas la infinidad de provocaciones y auto-agresiones organizadas por la CIA para justificar la intervención de los marines o de sus gorilas golpistas formados en la Escuela de las Américas.


La historia de la expansión del poder imperial norteamericano está plagada de auto-ataques. En unos casos organizados por ellos mismos, en otros induciéndolos, en otros consintiéndolos. De cualquier forma, cada uno de estos ataques, cada una de estas provocaciones, estaba hecha para que el Imperio mandara sobre la Democracia, para arrastrarla y someterla a la utilización de la fuerza necesaria para expandirlo.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Louis Althusser "sobre el trabajo teorico, dificultades y recursos



Althusser sintetiza las herramientas necesarias para comprender el significado profundo de la ciencia en general y de la ciencia marxista en particular, y que resultan imprescindibles para no caer en el empirismo.
            





En los años 70, los textos de Althusser eran estudiados con admiración en las universidades españolas, así lo contaba uno de nuestros más importantes filósofos y amigo de nuestro partido, Gustavo Bueno:
“En 1975 tuve mi principal contacto con la obra de Althusser (…) No deja hoy de ser sorprendente el tremendo impacto que la filosofía althusseriana tuvo en la España de aquellos años. En los ambientes universitarios proliferaban los especialistas y no tan especialistas que se llenaban la boca con el nombre de Althusser, paseaban sus obras bajo el brazo y le dedicaban una auténtica devoción. En aquel ambiente fructificaron con facilidad las referencias althusserianas de pensadores relacionados con el 68 francés; referencias que incluso no fueron ajenas a ciertos guiños pro chinos.
(…)Althusser fue una figura interesante en su contexto, una figura llena de enigmas y de un incalculable valor histórico. (…) Es una pena que hoy su pensamiento haya pasado al olvido de las Facultades de Filosofía, cuando fue tan admirado en aquellos años 70 del congreso de Oviedo.

            El pensamiento de Althusser, que pese a no compartirlo, respeta con admiración Gustavo Bueno, nos servirá para fundamentar teóricamente qué es la ciencia y distinguirla de las ideas dominantes empíricas que desprecian la teoría revolucionaria y dejan al proletariado revolucionario sin su principal arma de combate: el conocimiento de la lucha de clases para intervenir en ella y acabar con la explotación capitalista.

La Historia es un proceso sin Sujeto ni Fin(es).



Hemos visto la primacía de la lucha de clases, pero Althusser advierte:


Pero, ¡cuidado con el idealismo! La lucha de clases no se desenvuelve en el aire, ni sobre un campo de rugby convencional: está anclada en el modo de producción, o sea de explotación de una sociedad de clases.

(…) puesto que es en la producción que tiene lugar la explotación, es en las condiciones materiales de explotación que está fundado el antagonismo de clases, la lucha de clases”.

- Lo que constituye la división en clases es la explotación de una clase por otra, o sea la lucha de clases. Porque la explotación es ya lucha de clases.

Las relaciones burguesas de producción, entre capital y trabajo asalariado, dividen a la sociedad en clases. Esto es ya lucha de clases, no es una simple “relación económica”.

Y este es uno de los puntos álgidos del antagonismo entre el marxismo y el “posmarxismo” de Laclau.

Para Ernesto Laclau: “Demostrar que las relaciones capitalistas de producción son intrínsecamente antagónicas implica entonces demostrar que el antagonismo emerge lógicamente de la relación entre el comprador y el vendedor de fuerza de trabajo. Pero, precisamente, esto no puede ser demostrado (...) sólo si los trabajadores se resisten a esta extracción [de plusvalía] la relación se vuelve antagónica; no hay nada en la categoría de “vendedor de fuerza de trabajo” que sugiera tal resistencia como conclusión lógica.”

Y Chantal Mouffe añade que “contra la interpretación determinista, se considera aquí que no existe una “opresión objetiva”, determinable con independencia de la praxis y de la conciencia. Si no hay lucha y conflicto, no hay opresión sino subordinación”.

Para ellos -que son la principal referencia teórica como alternativa para construir “una nueva izquierda”- no hay antagonismo “de per se” en la explotación capitalista. Puede existir por tanto una explotación no antagónica. Todo depende de que los explotados -las víctimas- no se rebelen ante los explotadores -los agresores-.

La tesis de que el motor de la historia es la lucha de clases permite adoptar la posición consecuentemente materialista ante la historia propia del marxismo.

Así lo explicita Althusser:

“Si esto [la tesis de que el motor de la historia es la lucha de clases] está claro, el problema del “sujeto” de la historia desaparece. La historia es un inmenso sistema “natural–humano” en movimiento, cuyo motor es la lucha de clases. La historia es un proceso, y un proceso sin sujeto. El problema de saber cómo “el hombre hace la historia” desaparece por completo: la teoría marxista lo arroja definitivamente a su lugar de origen, en la ideología burguesa.
La historia, el continente científico historia, es concebido por el marxismo como un Proceso sin Sujeto ni Fin(es)”.

Está claro que la física es un proceso material objetivo, regido por leyes universales que le son propias. Y no hay lugar para categorías idealistas como cuál es su sujeto (que siempre acaba conduciendo a Dios, a la religión) o sus fines. Pero respecto a la historia, la burguesía afirma que existe un sujeto (“el hombre”) y unos fines (la Razón o la Libertad humana).

Es el marxismo quien, al extender el materialismo al estudio de la historia acaba con todas estas categorías idealistas. Ya no hay más “sujeto” ni “fin” de la historia. La sucesión de los modos de producción, el contenido de la “historia”, está regido por leyes universales, como la física. Y su motor -que excluye cualquier sujeto o fin- es la lucha de clases.

¿Quiere esto decir que, en virtud de esas leyes universales todo está escrito de antemano y los hombres no somos más que “un diente en la rueda de la historia”? [Como hace Lubitsch decir a Ninochtka]

Todo lo contrario. Es el marxismo, con su concepción materialista de la historia, la que permite a los individuos, que solo existen como miembros de una clase, la conciencia y la libertad para poder ser de verdad protagonistas de la historia.

Al conocer las leyes de la física, la humanidad puede enviar un cohete a la luna, actuando de acuerdo con la ley de la gravitación universal. De la misma manera, si conoce las leyes de la historia, el proletariado puede “cambiar el mundo de base” para acabar con la explotación, actuando de acuerdo con ellas.

Para establecer estos objetivos revolucionarios, el marxismo ha tenido que pulverizar la idea burguesa de “el hombre”.

Althusser concentra así este combate decisivo desde el marxismo frente al humanismo:

“Esto no quiere decir que el M.L. pierda de vista un solo instante a los hombres reales. Al contrario.
El M.L. precisamente para verlos tal cual son y para liberarlos de la explotación de clase, realiza esta revolución: desembarazarse de la ideología burguesa de “el hombre” como sujeto de la historia, desembarazarse del fetichismo de “el hombre”.
Que “el hombre” de John Lewis desaparezca no quiere decir que los hombres reales desaparezcan. ¿Hemos tenido buen cuidado de las advertencias de Marx? “Mi método analítico no parte del hombre, sino del período social económicamente dado.” “La sociedad no está compuesta de individuos”
“El hombre” es un mito de la ideología burguesa: el M.L. no puede partir de “el hombre”. La palabra “hombre” es sólo una palabra. El lugar que ocupa y la función que ejerce en la ideología y la filosofía burguesas le confieren su sentido. El marxismo “parte del período social económicamente dado” y, al término de su análisis, puede “llegar” a los hombres reales. Estos hombres son pues el punto de llegada de un análisis que parte de las relaciones sociales del modo de producción existente, de las relaciones de clase y de la lucha de clases. Estos hombres son por entero otros hombres que “el hombre” de la ideología burguesa.
(…) En efecto: la sociedad no está compuesta de individuos en general, cualesquiera, que serían otros tantos ejemplares de “el hombre”; porque cada sociedad tiene sus individuos, histórica y socialmente determinados. El individuo esclavo no es el individuo–siervo ni el individuo–proletario, y lo mismo para el individuo de cada clase dominante que corresponda.
Que desaparezca el problema de “el hombre sujeto de la historia” no quiere decir que desaparezca el problema de la acción política. ¡Completamente al contrario!

La crítica del fetichismo burgués de “el hombre” le da toda su fuerza, sometiéndola a las condiciones de lucha de clases, que no es una lucha individual sino que deviene una lucha de masa organizada para la conquista y la transformación revolucionaria del poder de estado y de las relaciones sociales. No quiere decir que el problema del partido revolucionario desaparezca, porque sin él la conquista del poder de estado por las masas explotadas, conducidas por el proletariado, es imposible. Pero esto quiere decir que el “papel del individuo en la historia”, la existencia, la naturaleza, la práctica y los objetivos del partido revolucionario no son determinadas por la omnipotencia de la “trascendencia”, es decir la libertad de “el hombre”, sino por otras condiciones, por el estado de la lucha de clases, por el estado del movimiento obrero, por la ideología del movimiento obrero (pequeñoburguesa o proletaria), y por su relación con la teoría marxista, por su línea de masa y por sus prácticas de masa”.

- No existe el idealizado “hombre” burgués, lo que existen son hombres concretos, reales, que participan en la práctica social.

El marxismo cambia el terreno de juego y tal y como plantea Marx, parte del “periodo social económicamente dado”, para desde ahí llegar a los hombres reales.

¿Esto anula la libertad de los individuos, y es expresión del “dogmatismo” del marxismo, como afirma, a derecha y a izquierda, el pensamiento dominante? No.

Althusser nos ha dicho: “Que desaparezca el problema de “el hombre sujeto de la historia” no quiere decir que desaparezca el problema de la acción política. ¡Completamente al contrario!” Porque la teoría revolucionaria nos brinda la poderosa arma del saber, del conocimiento científico de la historia, de la lucha de clases, para actuar en ella de manera consciente y dirigir la transformación revolucionaria.