viernes, 22 de enero de 2016

La formación del nuevo gobierno




Una batalla todavía por decidir






1.- No es posible comprender nada de las maniobras ante la formación del nuevo gobierno (sea cual sea la fórmula impuesta y el partido que la encabece) sin partir de cuáles son los objetivos que el hegemonismo y la oligarquía exigen cumplir.
Es lo que plantea explícitamente Enric Juliana en La Vanguardia, como la clave que “permanece ajena al debate político”: “España tiene una cita con Angela Merkel. Una cita con las tijeras. Este dato es fundamental para enmarcar y comprender mejor las maniobras que se van a producir en las próximas semanas -las visibles y las invisibles- de cara a la investidura del presidente”.
¿Cuáles son esos objetivos concretos, plasmados en un “calendario de compromisos internacionales” que el hegemonismo exige al nuevo gobierno?

En el terreno económico, avanzar en el saqueo contra el 90% de la población y en el expolio sobre las principales riquezas nacionales.
-Destacados representantes de la UE han recordado que la ejecución de nuevos recortes sigue siendo una “exigencia innegociable”. Desde el presidente del Eurogrupo al comisario europeo de Asuntos Económicos han lanzado un claro mensaje:  “el presupuesto español para el 2016 incumple las reglas [respecto a los objetivos de reducción del déficit].  El nuevo Gobierno deberá presentar más ajustes”.
Cifrando entre los 8.500 y los 10.000 millones el ajuste que deberá convertirse “en una prioridad para el nuevo gobierno”.
Aunque debe tenerse en cuenta el último informe de la Agencia Reuter (directamente vinculada al gran capital financiero anglonorteamericano), donde se afirma que “en el mejor de los casos una vuelta a la estabilidad política en España tendría en cuenta más políticas de ajuste, pero sólo para 2017”. Es decir, puede modularse el ritmo de la ejecución del “ajuste”, que permitiría la “estabilidad política” necesaria para convertir en estructural el saqueo ya realizado, avanzando “paso a paso” pero sin vuelta atrás posible.
-El cumplimiento del pago de la deuda. En 2016 las necesidades de emisión de deuda -pública y privada- suben a 400.000 millones, un récord histórico. La prima de riesgo, que estaba por debajo de los 100 puntos antes de las elecciones, ha subido a 123, y amenazan con que puede incrementarse en 25 puntos por la “inestabilidad política”.
-La abrupta caída de la bolsa española, el interés por aprobar este año el TTIP o la exigencia de privatizaciones esconde las ambiciones del capital extranjero por hacerse con sectores claves de la economía nacional. Incluso “joyas de la corona” oligárquicas se han convertido en piezas codiciadas (tras FCC y Abengoa ahora monopolios como OHL o ACS y bancos medianos como Popular están en el punto de mira).
-El endurecimiento de la reforma laboral (exigida por la UE o el FMI) y una nueva “reforma de las pensiones” (planteada como una necesidad para garantizar su sostenibilidad) están también en la agenda.

En el terreno militar, blindar el nuevo papel que España ya está jugando en la estructura ´bélica del hegemonismo.
Hace muy pocos días el cuartel general de la OTAN en Bétera asumía el mando de las fuerzas terrestres de despliegue rápido. Y desde el pasado 4 de enero, España lidera la misión de la OTAN de la Policía Aérea del Báltico. España también va a dirigir la Agrupación Naval Permanente de la OTAN, que proyecta una presencia constante y visible en las principales vías marítimas del mundo.

En el terreno político, la quiebra del modelo bipartidista hace impostergable la necesidad de una “reforma política”, a través de una reforma constitucional a la que ya se suma incluso el PP o la Corona. Que “encauce” a cambio de concesiones sociales el avance del viento popular, y fortalezca bajo la apariencia de una “regeneración democrática” los pilares fundamentales del dominio hegemonista y oligárquico.
Estas son las “exigencias” principales del hegemonismo y la oligarquía, que se presentan como “ineludibles” a cualquier futuro gobierno.

2.- La razón de la “inestabilidad política, de las dificultades en la formación del nuevo gobierno y de la movilidad de la situación, donde todas las opciones están encima de la mesa, está en el avance del viento popular plasmado en los resultados del 20-D.
Generando que primera vez desde la transición aparezcan serios problemas para la formación del gobierno que le interesa a la oligarquía, a EEUU o a Alemania.
El hegemonismo y la oligarquía necesitan formar un “gobierno estable” que garantice el cumplimiento del grueso de sus mandatos, especialmente en un país como España, la cuarta economía de la zona euro y que ocupa un enclave estratégico.
Pero las condiciones políticas creadas tras el 20-D actúan en su contra. Mucho más allá del carácter de las fuerzas más votadas o del contenido de sus programas, por encima de Pedro Sánchez, Albert Rivera o Pablo Iglesias, una marea popular de 16,5 millones de votos -un 70% del total, es decir una amplia mayoría absoluta- se pronunció claramente en contra de los recortes que pretenden ejecutar la UE o el FMI.
Esta es la razón de la “inestabilidad política” que vive España y del “rompecabezas” en la formación del nuevo gobierno.

3.- Frente al avance del viento popular contra los recortes, van a multiplicarse las maniobras y presiones del hegemonismo y la oligarquía para imponer un gobierno que garantice el cumplimiento de sus mandatos.
Desde la cúpula del Ibex-35 se ha trasladado al Rey que “la mejor solución es un gran gobierno de coalición entre las dos fuerzas mayoritarias, PP y PSOE, con el apoyo de Ciudadanos”.
El presidente de la Comisión Europea, ha reiterado hasta tres veces durante la última semana el llamamiento a formar “lo antes posible un gobierno estable en España”, emplazándole a que “esté a la altura”, es decir a que cumpla con sus deberes.
Mientras como ha desvelado La Razón y corroborado otros medios,  “la diplomacia estadounidense ha estado en contacto con Zarzuela para analizar el escenario político, que al gobierno centrista y liberal de Obama no le interesaría que virara hacia posturas radicales”.
El último informe del FMI forma parte de estas maniobras. Revisa al alza las previsiones de crecimiento para España, pero remarca que “deben mantenerse las reformas que han dado buenos resultados” y advierte que “la prolongación de la inestabilidad política puede afectar a las expectativas de crecimiento”.

En el escenario que ha dejado el 20-D hay tres opciones de gobierno abiertas:

A.- La opción principal de gobierno por la que aboga el hegemonismo y la oligarquía es la de una “gran coalición”, un acuerdo entre PP y PSOE que cuente con el apoyo de Ciudadanos a través de su abstención.
Lo que permitiría una “amplia mayoría” de 253 diputados para gestionar, a pesar de los resultados del 20-D, la ejecución del grueso de las exigencias de Washington y Berlín.
Esta “gran coalición” puede adquirir distintas formas, desde un gobierno en minoría del PP permitido a última hora por la abstención del PSOE -con o sin Rajoy como candidato- a incluso la opción de que sea el PP el que acabe dando vía libre a un candidato del PSOE.
Pero la “gran coalición” no era antes del 20-D la primera apuesta. Los resultados electorales cerraron el paso a las alternativas “naturales” del hegemonismo y la oligarquía (un gobierno en minoría de PP o PSOE pactado con Ciudadanos, ya ensayado en Madrid o Andalucía), obligando a poner en primer plano una “gran coalición” que en España podría generar más contradicciones (aumento del rechazo social, mayor irrupción del viento popular...).

B.- Dificilmente, en la actual situación, el hegemonismo y la oligarquía pueden reducir sus opciones a las de un gobierno en minoría del PP.
Sobre el PSOE se han multiplicado las presiones para forzarle a entrar en el pacto de la “gran coalición”, pero Pedro Sánchez insiste en negar cualquier apoyo a un futuro gobierno del PP, y en explorar la posibilidad de una “mayoría progresista alternativa”.
Esta es una opción que va ganando terreno, y que puede basarse en un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos, contando con la abstención de Podemos, o bien en un pacto PSOE-Podemos al que se una IU y el PNV, y cuente con la abstención de Convergencia y ERC. Ofreciendo a cambio una “reforma territorial” que “encauce” el problema catalán.
Es la opción de una “solución a la portuguesa”, donde hay un gobierno socialista fruto de un acuerdo con el Partido Comunista y el Bloque de Izquierdas. Que ha ofrecido un limitado paquete de “medidas sociales”: actualización de las pensiones (2 euros para las más bajas), elevar el salario mínimo de 505 a 530 euros, eliminar la sobretasa del 3,5% en el impuesto sobre la renta, o paralizar solo algunas privatizaciones (las que afectan a los transportes). Pero a cambio de excluir ministros comunistas o “radicales” y sobre todo de garantizar por escrito el cumplimiento de los compromisos internacionales: los objetivos de reducción del déficit, el pago de la deuda y los acuerdos con la UE y la OTAN.
Lo que ofrece Pedro Sánchez es una salida al “laberinto” con un gobierno que ofrecería  un paquete de reformas sociales y de “regeneración democrática” limitado pero significativo. Y que, a cambio de una flexibilización negociada con Bruselas en las condiciones y plazos, garantizaría la ejecución del grueso de las medidas exigidas por la UE.

C.- El hegemonismo y la oligarquía intentarán evitar una repetición de elecciones que “enquistaría” el problema español como mínimo hasta julio y previsiblemente volvería a ofrecer unos resultados similares a los actuales. Pero el carácter endiablado del nuevo mapa político español no permita descartar esta opción.

4.- Para abrir paso a la “gran coalición” y encauzar la “reforma política” el hegemonismo y la oligarquía contemplan la posibilidad de recurrir a métodos extremos.
Han sido los grandes bancos norteamericanos o alemanes, o destacados representantes del hegemonismo y la oligarquía, los que han puesto sobre la mesa la “operación relevo”, basada en prescindir de Rajoy para favorecer un pacto.
La JP Morgan norteamericana considera que “un paso atrás de Rajoy y un paso al frente de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaria cambiaría las reglas del juego”. Mientras que el Deustche Bank afirma que “el acuerdo podría ser menos doloroso políticamente para PSOE y Ciudadanos si hubiera un cambio de liderazgo en el PP”.
Paralelamente, “frente a la rémora que suponen los viejos partidos”, se plantea el camino de un “gobierno de independientes” que “sea capaz de impulsar las reformas que España necesita”. Una propuesta que, curiosamente, fue Iñigo Errejón, el segundo de Podemos, el primero en poner encima de la mesa. Ahora ya hay quien incluso propone la opción de Javier Solana, ex-secretario general de la OTAN, que “sería visto con muy buenos ojos en Bruselas y Washington”.
Lo que se entrecruzan son dos batallas políticas. Por un lado la necesidad de “desatascar” la formación de un nuevo gobierno. Por otro, la necesidad de emprender una “reforma política” que sustituya al ya inservible modelo bipartidista, a través de una “reforma constitucional” que ya acepta incluso el PP.
El resultado de todos estos movimientos está todavía por decidir. Pero el objetivo final es culminar la “reforma controlada” iniciada con el relevo en la Corona, para imponer un nuevo modelo político que reconduzca la emergencia del viento popular y fortalezca, bajo un apariencia de “regeneración de la vieja política”, los pilares fundamentales del dominio hegemonista y oligarquico.
La formación de un gobierno que de forma “estable” garantice la ejecución de los mandatos hegemonistas es una premisa necesaria. Pero la sustitución de la “vieja clase política”, con demasiados intereses creados, por una nueva hornada de dirigentes con menos peso político allanaría el camino. Así como las alternativas de un “gobierno tecnocrático”, disfrazado de “figuras independientes”, ajustando al caso español la fórmula ya ensayada por EEUU y Alemania en Italia, con Monti o en Grecia con Papadimos.

5.-En estas condiciones, debemos insistir en la alternativa de un gobierno de unidad contra los recortes que, al margen de las fuerzas que lo encarnen, crearía mejores condiciones para fortalecer el viento popular y enfrentarse a la ejecución del proyecto hegemonista de saqueo e intervención.
Hasta marzo, fecha límite para resolver la formación de gobierno y evitar nuevas elecciones, van a intensificarse las presiones, desde Washington, Berlín y la oligarquía española, para imponer su alternativa frente a la voluntad mayoritaria expresada el 20-D.
Pero no solo juegan ellos en el tablero político español. Y tras las generales tanto el hegemonismo como la oligarquía encuentran más dificultades para “conducir” la política española tal y como habían hecho en las últimas décadas.
Debemos insistir en que, en las condiciones que ha deparado el 20-D, la mejor opción y la que se corresponde con el sentido de la mayoría de los votos es la de un gobierno de unidad contra los recortes.
Conocemos el carácter de las fuerzas que necesariamente deben encabezarlo. El PSOE ha sido la “pata izquierda” del bipartidismo hegemonista y oligárquico. Y Podemos ha “recortado” su programa para remarcar que “debemos pagar la deuda”, o establecer no ya que “la OTAN y el euro son ineludibles”, sino incluso proponiendo como futuro ministro de Defensa a un ex jefe del JEMAD escandalosamente pronorteamericano.
Pero mucho más allá del carácter de estas fuerzas -ante el que debemos prevernirnos- o de sus direcciones y programas, sus votantes y bases se posicionan claramente contra los recortes y por un cambio real. Lo que generaría fisuras y dificultades en la ejecución del proyecto hegemonista. Creando mejores condiciones para la acumuación de fuerzas en el seno del pueblo contra nuestros enemigos.
Todas las opciones están sobre la mesa. Incluida la repetición de elecciones, o un “suceso de última hora”, similar al que ha dado paso al nuevo gobierno catalán, que de un nuevo giro a la situación.

Y a pesar de que algunos quieren reducirlo todo a las presiones de grandes centros de poder, o a los pactos y negociaciones entre las cúpulas de los partidos, en esta batalla política el 90% que sufrimos los recortes y apostamos por un cambio de verdad tenemos mucho que decir.