lunes, 22 de mayo de 2017

De la Guerra de la Independencia al desastre del 98 (2)





El siglo XIX español








I.- España abre el siglo XIX con una brutal agresión imperialista, la invasión de hasta 300.000 soldados franceses, y lo cierra con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, un zarpazo al territorio nacional a manos de la nueva potencia emergente, EEUU. 


Durante el siglo en el que el capitalismo se convierte en el modo de producción dominante en el mundo, España es degradada a una relación equiparable a la de una semi-colonia y su desarrollo está determinado por la intervención de las principales potencias, especialmente Inglaterra y Francia.


            -El pensamiento dominante, a derecha y a izquierda, nos presenta un retrato del siglo XIX español dominado por la disputa entre liberales y absolutistas, entre modernidad y reacción. Que achaca el retraso económico y político de nuestro país a los demonios familiares internos o al peso de las élites reaccionarias locales.
            Frente a estas concepciones, ampliamente difundidas, Pierre Villar -uno de los más destacados hispanistas- nos enfrenta a la realidad de un país sometido a la creciente intervención de las potencias más poderosas:
            “Políticamente débil, España será tratada por el extranjero como zona de influencia. La intervención de 1823, las posiciones adoptadas en torno a los matrimonios españoles, las intrigas en torno a Espartero y Narváez, son otros tantos episodios de la rivalidad anglo-francesa en torno a España. Habría que reconstruir el papel de Inglaterra en el distanciamiento de las colonias, en el control de los yacimientos mineros, en los esfuerzos de Cobbden contra el proteccionismo textil, en las tendencias de Mendizábal, Espartero y los librecambistas. España escapó a la suerte de satélite que aceptó Portugal, pero sus riquezas y su posición no cesaron de atraer las intrigas extranjeras”.
            Tanto Inglaterra como Francia se disputan su dominio sobre España, coincidiendo en someter al país a una permanente intervención y postración y en impedir el desarrollo de un capitalismo autóctono que se enfrente a sus intereses.
            Esta disputa entre ambas potencias ofrecerá durante el siglo XIX dos líneas con objetivos y proyectos diferenciados. París busca perpetuar su dominio político directo sobre España, como vía para apoderarse de las riquezas nacionales y especialmente de los enormes recursos de la América española, potenciando la fragmentación o incluso la anexión de partes del territorio peninsular. Londres dedicará sus esfuerzos a contrarrestar el dominio francés sobre España -clave para mantener el equilibrio de poder europeo en que se asentaba su hegemonía-, impulsando la desmembración del mundo hispano para someterlo a su dependencia, y abriendo el mercado español a la penetración de su capital y mercancías, enarbolando para ello la bandera del librecambismo.
            Mientras Inglaterra lanza sus redes sobre los sectores liberales, transformándolos en una plataforma de intervención británica, Francia se apoyará en los moderados para garantizar sus intereses en España.

            -Esta parte de nuestra historia, la más importante, ha sido borrada de nuestra conciencia. A pesar de que existen numerosos hechos y datos que la acreditan.
            Es necesario ocultar la intervención imperialista sobre España en el siglo XIX español para preservar el dominio actual de las principales potencias sobre nuestro país.

II.- Inglaterra va a impulsar la desmembración del mundo hispano, sometiendo a su dominio a las nuevas repúblicas solo formalmente independientes.
           
En 1823, George Canning, ministro de Exteriores británico, afirma con rotundidad: “No vacilo en decir que debemos separar los recursos de la América española de los de España (…) Merced al capital y a la industria británicas estábamos en efecto apropiándonos nosotros de los recursos de las vastas regiones de Hispanoamérica”.
Dos años más tarde, el propio Canning confiesa como el plan ha avanzado con éxito: “Decidí que si Francia tenía a España, no iba a ser a España con América. Desperté el Nuevo Mundo, para restablecer el equilibrio en el Viejo. La cosa está hecha, el clavo está puesto. Hispanoamérica es libre y si nosotros no gobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa”.
Estas frases del representante británico expresan mejor que mil palabras el papel jugado por Inglaterra en las guerras de la independencia americanas.
Inglaterra alentará las ambiciones independentistas de las oligarquías locales americanas –ligadas ya a Londres por múltiples vínculos económicos-, respaldará militarmente los levantamientos, minará la capacidad de respuesta del Estado español, despachará con los líderes independentistas, formará logias amazónicas como Aflautar o Gran Reunión Americana como centro de las conspiraciones… Más tarde impedirá cualquier proyecto de unidad americana, para dar paso a Estados fragmentados que caen bajo la órbita británica. Apoyándose en las oligarquías locales dependientes, el imperialismo inglés saqueará todas las fuentes de riqueza.
La sumisión a Londres de los principales líderes de la independencia americana la expresa el propio Simón Bolívar, en una carta remitida al embajador británico en 1825: “Este país no está en condiciones de ser gobernado por el pueblo (…) Debemos buscar alivio en Inglaterra, no tenemos otro recurso (…) Si un día llegara cualquier propuesta del gabinete británico para formar gobierno, encontrarán en mí a un promotor seguro y firme de sus deseos”.
·         Estos hechos se enfrentan a toda operación de lobotomización que busca enajenar la conciencia colectiva de los pueblos hispánicos.
En los años 70 del siglo pasado una comisión del Congreso norteamericano encabezada por Kissinger -cerebro de los golpes y dictaduras más sanguinarias impuestas en el continente americano- dictaminó que la causa del atraso del mundo hispano... estaba en la colonización española. Después de dos siglos de dividir, enfrentar, explotar, invadir, intervenir, “panamizar” o “pinochetizar” a Iberoamérica, resulta inverosímil escuchar en amplios sectores de las élites intelectuales progresistas iberoamericanas el anhelo de “ojalá hubiéramos sido colonizados por el mundo anglosajón”. Sin tener la más mínima conciencia de que, de haber sido esto así, el destino de Iberoamérica habría sido el de ver a su población indígena exterminada y recluida en reservas (como ocurrió en EEUU) o el de haberse convertido, literalmente, en el África del Hemisferio Occidental.

III.- Detrás de la sucesión de pronunciamientos militares y abruptos cambios de gobierno que recorren todo el siglo XIX español está la disputa entre Inglaterra y Francia por consolidar y ampliar su dominio sobre nuestro país.
           
A lo largo de todo el siglo XIX en España se suceden los pronunciamientos militares, que dan lugar a cambios de gobierno, encabezados unos por los liberales y otros por los moderados. Tiene su base en las condiciones creadas tras la Guerra de la Independencia, y que se perpetuarán hasta las décadas finales del siglo: desde la falta de organicidad del Estado, tras la caída del Estado borbónico; hasta el activo papel político del ejército, que tanto en las filas progresistas como en las conservadoras es la única plataforma capaz de establecer un rumbo político para el país; o la agitación revolucionaria, enarbolando la Constitución de Cádiz de 1812 frente a los intentos de perpetuación del absolutismo.
Pero, sobre estas condiciones internas, va a actuar como elemento decisivo la intervención exterior, por parte de las principales potencias de la época, Inglaterra y Francia. Un repaso a los principales acontecimientos políticos del siglo XIX español nos permite rastrear la rivalidad entre Inglaterra y Francia por el dominio del país.

· Golpe de Riego (1820): al servicio de los intereses ingleses
El pronunciamiento encabezado por el coronel Rafael de Riego, reinstaurará la Constitución de 1812 y abrirá un periodo de gobierno conocido como el “trienio liberal”. Se extenderá rápidamente por toda España, al conectar con el deseo mayoritario por liberarse de una opresión absolutista particularmente odiosa.
Sin embargo sus conexiones desembocan en la embajada inglesa, a través de las logias masónicas a las que Riego pertenecía y que son una privilegiada vía de intervención de Londres.
Las consecuencias del golpe de Riego son la paralización del envío de tropas que iban sofocar las revueltas independentistas en América -y que Riego debía comandar- acelerando la desmembración del imperio; y en segundo lugar la expansión de la influencia inglesa durante el “trienio liberal”.

· Intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis. (1823): un ejército francés invade y ocupa España
Bajo el amparo de la Santa Alianza (coalición absolutista integrada por Rusia, Austria y Prusia) 95.000 soldados franceses entran en España y derrocan el régimen liberal. Restablecen el poder absolutista de Fernando VII y permanecen entre dos y tres años en España pagados por la Hacienda Pública. En cada organismo importante nombran a una especie de comisario francés, los “hombres de negro” del momento, que actuarán como el auténtico “gobierno en la sombra”.

· Guerras carlistas (1833-1876): un foco de desestabilización manejado por Francia
En 1823 se reinstaura el poder absoluto del monarca y se abre la “ominosa década”, agudizando la represión contra los liberales más revolucionarios (ejecución de El Empecinado o de Mariana Pineda).
Pero la Guerra de la Independencia marca un punto de ruptura que ya no permite la continuidad del Antiguo Régimen. E incluso Fernando VII se ve obligado a hacer concesiones a los liberales.
El impulso al desarrollo del capitalismo va a atacar no solo los privilegios históricos de los grandes propietarios rurales, también de una amplia masa de pequeños campesinos.
Estos conflictos engendrarán, bajo la apariencia de un conflicto dinástico (los partidarios del infante D. Carlos frente al ascenso al trono de Isabel II) la aparición del carlismo.
Pero si el carlismo -cuyas aspiraciones eran un anacronismo incluso en la España del siglo XIX- permanecerá durante casi medio siglo como un permanente foco de inestabilidad, es porque sobre estas contradicciones internas actuará la intervención de las potencias imperialistas.
Los carlistas tendrán su base de operaciones en el sur de Francia (donde las partidas militares disfrutarán de un auténtico “santuario”, tal y como posteriormente ocurrirá con ETA). El carlismo será utilizado por París como un privilegiado instrumento de desestabilización. Como decía el embajador francés de la época “cuanto más suba el carlismo más bajarán las minas de Almadén”. La debilidad del Estado, a la que contribuían las guerras carlistas, permitía obtener a mejor precio la concesión de las valiosas minas de mercurio de Almadén -de las que se extraía un tercio del mercurio mundial- apetecidas por el capital francés.  Del mismo modo, las exigencias de las guerras carlistas serán respaldadas por créditos de los Rothschild franceses, que se convertirán en los dueños de la deuda pública, uno de los negocios más lucrativos para el capital galo.
Mientras Londres enviará tropas a Euskadi y patrocinará un acuerdo que pondrá fin a la primera guerra carlista.

· Golpe de La Granja (1836): revuelta que utilizará Inglaterra.
La Constitución de 1812 se convierte en un referente de progreso para amplios sectores durante todo el siglo. Y la Guerra de la Independencia ha cambiado el viejo ejército aristocrático, dando entrada a mandos procedentes de las clases populares. Un fermento que va a dar lugar a permanentes pronunciamientos liberales.
En 1836, la regente María Cristina destituye al gobierno liberal para sustituirlo por otro de signo moderado. Inmediatamente estallan revueltas populares en numerosas ciudades, encabezadas muchas veces por la Guardia Nacional. Se forman juntas revolucionarias que desafían la autoridad del gobierno y reclaman la reinstauración de la Constitución de 1812.
Empujado por esta movilización un grupo de sargentos de la Guardia Real se sublevan en el Palacio de la Granja de San Ildefonso, donde se encontraba la familia real.
El embajador inglés Villers aprovecha para imponer la inmediata dimisión del gobierno moderado -vinculado a los intereses franceses- encabezado por el Conde de Toreno. Y presiona a la reina regente para nombrar un nuevo gobierno donde avanza la influencia británica.

· De “La Gloriosa” al asesinato de Prim (1868 - 1870): Todas las potencias imperialistas y círculos oligárquicos se movilizan para acabar con el gobierno de Prim, que morirá asesinado.
La revolución liberal de 1868, conocida como “La Gloriosa” no es uno más de los muchos pronunciamientos del XIX español. Irrumpen de forma especialmente activa y combativa las masas populares, que ya habían aparecido en la “Vicalvarada” de 1854. Radicalizando y dando un nuevo carácter a la insurrección. Provocando la aparición en los liberales de un ala progresista, y empujando a los republicanos radicales. Generando una nueva situación política. Según el hispanista Pierre Villar, “la revolución de 1868 será una especie de grieta que da al país la posibilidad de gobernarse a sí mismo”.
Es en estas condiciones donde debe inscribirse el proyecto que representó Prim, una de las principales figuras militares y políticas del siglo XIX español. Representante de la burguesía catalana que alcanzó la presidencia del gobierno en 1869.
Su política, una cerrada defensa de la industria nacional y el intento de acabar con el decrépito régimen borbónico, representaba el intento de los sectores más dinámicos por impulsar un proyecto de modernización más allá de las imposiciones de las principales potencias y la oligarquía española.
La Gloriosa acaba con el reinado de Isabel II y establece una monarquía constitucional, limitando el papel de la Corona. Prim rechaza a todos los pretendientes que Inglaterra o Francia quieren colocar en el trono español, y encuentra en Amadeo de Saboya (hijo del rey italiano Víctor II y tataranieto de Carlos III) una dinastía menor que acepte los límites parlamentarios pero al mismo tiempo sea autónoma de las grandes potencias.
Todas las potencias imperialistas y círculos oligárquicos se movilizan para acabar con el gobierno de Prim.
Inglaterra consideraba a Prim un obstáculo a remover por su cerrada defensa de la “industria nacional”. Francia acumulaba rencores hacia Prim por atreverse a promocionar un candidato a la corona española que no contaba con el beneplácito de París. Y las nuevas potencias en ascenso, como EEUU, también deseaban liberarse de Prim, al negarse a aceptar la venta de Cuba alegando que “sería una deshonra para España”. Mientras, los principales nódulos oligárquicos conspiraron para derribar un gobierno que pretendía acabar con un régimen borbónico que preservaba su dominio y privilegios.
Las últimas investigaciones han demostrado que la historia oficial sobre el asesinato de Prim es falsa. La acusación que hacía responsable del atentado a un republicano radical era un montaje. El historiador cubano Manuel Moreno Fraginals nos desvela que en Cuba la canción popular decía que “Prim fue asesinado en Madrid, pero el gatillo lo apretaron en La Habana” -es decir, desde los sectores de la oligarquía cubana más vinculados a EEUU-.  Y se ha demostrado que Prim murió en realidad envenenado tres días después de ser tiroteado. Era necesario asegurar su desaparición.

· La Iª República (1873 - 1874)
La reconducción política que supone el asesinato de Prim tiene un efecto no deseado, al agudizar la inestabilidad política, provocar la abdicación de Amadeo I y abrir paso a la proclamación de la Iª República.
La grieta abierta tras 1868 en el dominio anglo-francés sobre España abre una oportunidad inmejorable para impulsar un proyecto de modernización relativamente autónomo de la intervención imperialista y el control oligárquico.
En esta situación política juega un importante papel el proletariado, que irrumpe como fuerza revolucionaria activa, ya no únicamente bajo la forma de levantamientos espontáneos sino como producto de un movimiento obrero organizado a través de la implantación de la Internacional en España, y donde el marxismo empieza a extenderse entre los sectores más conscientes.
Desde 1868, las movilizaciones de obreros industriales y jornaleros son extraordinariamente combativas, se suceden las huelgas, marchas, concentraciones de protesta, ocupación de tierras abandonadas... Exigiendo ir más allá de una mera reforma, serán uno de los elementos claves que obligan a abdicar a Amadeo I. Inmediatamente una catarata de movilizaciones populares exige la implantación de la República.
La Primera República va unida desde el principio a la realización de las demandas populares que la revolución de 1868 no había cumplido. Se forman Juntas revolucionarias, encabezadas por republicanos radicales, en numerosas localidades. En muchos pueblos andaluces la República era algo tan identificado con el reparto de tierras que los campesinos exigieron a los ayuntamientos que se parcelaran inmediatamente los latifundios más significativos de la localidad.
Los republicanos federales toman la dirección del gobierno, representando a sectores de la pequeña y mediana burguesía, especialmente de la burguesía catalana.
La República Federal propone una nueva articulación de la unidad de España, que lejos de azuzar la fragmentación se plantea ampliarla uniendo a España y Portugal, creando una plataforma ibérica que acabara con la postración peninsular en el concierto de naciones.

· La Restauración (1874): las principales potencias y núcleos oligárquicos se movilizan para acabar con la Iª República
Tras la proclamación de la Iª República, todos los resortes de poder del imperialismo y la oligarquía se movilizan para cercenar un régimen incompatible con sus intereses. Simultáneamente -y dirigidos a un mismo objetivo, crear una situación de desestabilización que acabe con la república- se recrudece la guerra carlista, se suceden los intentos de golpe, las movilizaciones anarquistas siembran el caos, irrumpe la Guerra de los Diez Años en Cuba, estalla la rebelión cantonalista...
El golpe de Pavía, acaba con la República, instaura un periodo dictatorial para restablecer el orden, y tras un nuevo pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto, se instaura la restauración monárquica en la figura de un Alfonso XII que llega “apadrinado” por Inglaterra, donde se había exiliado.
El temor al proletariado y al pueblo revolucionario va a ser el factor principal que acelerará la fusión entre la burguesía bancaria y la aristocracia terrateniente, así como su definitiva subordinación a las potencias extranjeras más poderosas, cristalizada en el régimen de la restauración, corrupto, caciquil, antipopular,  y que será hasta el golpe de Primo de Rivera la plataforma perfecta para la intervención imperialista y el dominio oligárquico.

IV.- Los mecanismos de intervención de las principales potencias sobre España se despliegan formando una tupida red de intervención sobre los principales aparatos del Estado, y colocando bajo su dependencia a los principales cuadros. Los principales núcleos de la nueva oligarquía en formación nacerán directamente vinculados a la dependencia respecto al gran capital extranjero.

La intervención de Inglaterra y Francia se dirige sobre los principales aparatos del Estado (ejército, partidos políticos...) cooptando y colocando bajo su dependencia a los principales cuadros: los moderados se convertirán en una privilegiada plataforma de intervención francesa, mientras que Inglaterra hará lo propio con los liberales. Además, la masonería, red de intervención en manos de los ingleses, juega un papel fundamental en varios gobiernos y pronunciamientos militares al extenderse entre la élite de cuadros de la administración y el ejército.

· Mendizábal. (Ocupó cargos en el gobierno entre 1835-1843): de él dirá el embajador británico “es nuestro hombre en España y debemos sacarle el máximo partido”.
Ministro de Hacienda y de Estado, además de presidente del Consejo de Ministros, Mendizábal impulsó la desamortización de una parte de los bienes de la Iglesia, por lo que ha pasado a la historia como una de las referencias progresistas dentro de los liberales.
Pero la trayectoria de Mendizábal esconde valiosos servicios al imperio británico.
Participa en la Guerra de la Independencia y combate en Portugal contra los franceses bajo bandera inglesa. Era miembro de la logia masónica que organiza el golpe de Riego.
Tras la caída del régimen liberal se exilia en Londres. Allí es cooptado como agente al servicio de la Reina británica, y se enriquece gracias al uso de información privilegiada en la City londinense.
Vuelve a España donde pasa a formar parte de los gobiernos españoles por imposición directa de la Embajada inglesa. El embajador inglés en Madrid dirá de él: “A pesar de sus defectos nuestro hombre en España y debemos de sacarle el máximo partido”. Mendizábal despacha periódicamente con el embajador inglés, y aplicará medidas de apertura del comercio, eliminando las barreras a la penetración de las mercancías británicas.
La desamortización de Mendizábal no será, como ocurrió en Francia, una revolución burguesa que impulse el desarrollo capitalista en el campo. Sólo trasladará la propiedad de unas manos a otras, de la Iglesia y los aristócratas a los burgueses y caciques, creando en el seno de la oligarquía vínculos privilegiados con el capital inglés. Manteniendo una estructura latifundista, y generando una gran masa de proletarios rurales desposeídos de cualquier tipo de propiedad sobre la tierra.

· Espartero y Narváez (se turnaron en el poder entre 1840-1868): Espartero se exilia en Londres y Narváez en París.
Son las dos principales figuras militares y políticas del siglo XIX. Espartero será nombrado “Duque de la Victoria” tras derrotar a las tropas carlistas. Y llegará a ser ministro, presidente del Consejo de Ministros y regente. Narváez alcanzará el título de mariscal de campo en el ejército, y será siete veces presidente del Consejo de Ministros.
Durante treinta años, entre 1840 y 1868, ambos se turnarán encabezando sucesivos gobiernos.
Detrás de estas dos figuras que determinaron el rumbo de la política española está la influencia inglesa y francesa.
Espartero comandará pronunciamientos en directa conexión con la embajada inglesa. Principalmente en 1840 –contra un aumento de la influencia francesa-, que obliga a la regente María Cristina al exilio en Francia. Espartero se proclama regente, y da paso a los gobiernos de Mendizábal. A su vez, cuando los moderados triunfan, Espartero se exiliará en Londres, donde es agasajado con todos los honores.
En el palacete de Espartero apareció una lúcida pintada: “Aquí vive el que manda en España, Espartero el regente, y el que manda en él, vive en la casa de enfrente” (haciendo referencia a la Embajada Inglesa).
Por su parte, Narváez comandará a los moderados, vinculados directamente a París. Se exiliará en Francia cuando Espartero alcance el poder, y enviará al exilio a Espartero, refugiado en Londres. Jugará el papel clave en los sucesivos gobiernos, públicamente o en la sombra, impondrá un gobierno férreo que tendrá como principal consecuencia la consolidación de la influencia francesa.

· Los sectores de la gran burguesía bancaria y comercial que se convertirán en los nódulos de la nueva clase dominante serán precisamente aquellos que prosperen gracias a su vinculación con el capital extranjero.
Uno de los núcleos centrales históricos de la oligarquía (la oligarquía de Neguri, la gran burguesía vasca, los Ybarra, Urquijo, Oriol,...) se desarrolla gracias a una alianza por la que pasa a convertirse en un proveedor-comprador dependiente del capitalismo inglés. El 90% de la producción de hierro de las grandes siderúrgicas vizcaínas –alimentada por las minas de hierro de Vizcaya monopolizadas conjuntamente por los ingleses y la oligarquía de Neguri– está destinado a satisfacer las necesidades de la gran industria pesada inglesa. Los barcos que salen con hierro del puerto de Bilbao regresan cargados con carbón de las minas de Gales para la siderurgia vasca, pese a tener a corta distancia las minas asturianas.
El Banesto opera con capital de los Perrière, y numerosos banqueros en Madrid actúan como corresponsales de las casas francesas Rostchild o Lafitte.

V.- La intervención imperialista, y no el grado de atraso o la debilidad del desarrollo económico, es el factor decisivo que impondrá en España un desarrollo capitalista limitado, dependiente y sometido a un permanente saqueo exterior.
           
A través de la intervención político-militar sobre el corazón del Estado y de la nueva oligarquía se impone un desarrollo capitalista limitado, subordinado a los intereses de las principales potencias imperialistas y con una abrumadora presencia del capital extranjero monopolizando las principales fuentes de riqueza. Un tipo de desarrollo que comparte las características propias de un país semi-colonial, exportación de materias primas e importación de mercancías y capitales.
Entregando al control del capital extranjero los sectores que debían haberse constituido en fuentes de acumulación de capital y motor del desarrollo de un capitalismo nacional (ferrocarril, minería...). Dinamitando la industria nacional para abrir las fronteras a la mercancías extranjeras.
           
Francia impondrá el saqueo de nuestras riquezas a través del control del sistema bancario y la deuda pública o monopolizando la construcción del ferrocarril. Inglaterra, la entonces fábrica del mundo, convertirá a España en suministrador de las materias primas que su industria necesita y copará el mercado nacional con sus mercancías.
Las finanzas y el sistema bancario español quedan bajo control galo. En 1862 la suma de todas las sociedades de crédito nacionales apenas llega a los dos tercios de las tres primeras montadas con capital francés.  Los Ardoin o Rothschild serán los prestamistas oficiales de un Estado exhausto: en 1850 la deuda exterior supera a la interior, llegando a ser seis veces mayor en 1872. Será el capital financiero francés la base de las principales casas de crédito. El control de la deuda, la continua reclamación del pago de los intereses, la urgente necesidad de nuevos empréstitos, eran un formidable instrumento de presión... y muy fructífero.
Londres impondrá la apertura de las fronteras comerciales españolas a sus productos. En 1845 Cobden lanza desde Inglaterra la campaña librecambista, que luego pasará a la península con la formación en Cádiz de la Asociación Librecambista de España. Rastreando en la biografía de los que, como Mendizábal o Espartero, se constituyeron en adalides de la eliminación absoluta de las trabas comerciales encontramos siempre fuertes hilos que los anudan al centro imperial británico.
Las minas triplican su producción entre 1860 y 1900, pero sólo el capital extranjero tiene capacidad para formar grandes sociedades anónimas, como las inglesas Orconer, Tharsis o Riotinto, la francesa Peñarroya o belgas como la Real Asturiana de Minas. El producto va destinado a cubrir las necesidades de la industria británica o francesa, sin repercutir en la creación de industrias de transformación en España.
El ferrocarril, auténtico motor del desarrollo en el primer capitalismo, correrá también a cargo del capital de las grandes potencias (fundamentalmente francés, con los hermanos Perrière). Incluso los raíles serán de fabricación inglesa. Beneficiándose de una legislación que aseguraba por parte del Estado un interés mínimo del 6%, y la franquicia aduanera para los productos relacionados con la implantación del ferrocarril. Esta figura constituirá un verdadero agujero por donde Francia introducirá sus productos de forma abierta (desde maquinarias y tejidos hasta champagne).
El posterior nacimiento de las grandes industrias, como la eléctrica, se hizo también bajo la batuta de grandes compañías foráneas como la Barcelona Traction, Pirelli, Siemens, IG Farben.
Los principales nódulos de la oligarquía aparecen, desde su misma gestación, ligados estrechamente al imperialismo también por lazos de dependencia económica.
Origen del capital en España (en 1854)

Credito   mobiliario  15% nacional
                                     85% extranjero

              ferrocarril  10% nacional
                                    90% extranjero

                 mineria  20% nacional
                                   80% extranjero

Frente a las ideas dominantes que atribuyen el débil desarrollo económico español al “atraso secular” o al “peso de un fanatismo que nos hizo perder el tren de la modernidad”, un repaso al sigo XIX nos ofrece dos guerras de invasión extranjeras, tres guerras civiles que reaparecieron a lo largo de casi 50 años, decenas de golpes y pronunciamientos que derribaron gobiernos... una intervención exterior permanente que devastó el país y lo mantuvo postrado para que las potencias extranjeras se adueñaran de la riqueza nacional. Todo esto justo en el momento donde el capitalismo se estaba desarrollando a marchas forzadas en todo el planea. 

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