domingo, 16 de julio de 2017

La posición de los comunistas ante la cuestión nacional


El problema de las nacionalidades en España 
a la luz de la intervención imperialista

La posición de los comunistas ante la cuestión nacional:

Defender la libre y solidaria unidad del pueblo de las nacionalidades y regiones de España es revolucionario

El nacionalismo vasco reclama ancestrales derechos e identidades que se remontan a la noche de los tiempos como origen de su existencia; el catalán, más comedido, retrocede sólo mil años para definir su esencia nacional.

No es necesario, sin embargo, ir tan atrás en el tiempo. No existe en todo nuestro pasado una coyuntura histórica donde el problema de las nacionalidades aparezca de forma tan diáfana y cristalina como en los tres años de nuestra guerra nacional revolucionaria, entre 1936 y 1939.

Durante ese período van a quedar perfectamente reflejadas las posiciones de las distintas fuerzas políticas y de clase ante los tres tipos de contradicciones que históricamente han recorrido –y siguen haciéndolo– el problema de las nacionalidades en España:

1.- La contradicción entre unidad y fragmentación (contradicción que, como veremos en la Escuela, no responde fundamentalmente a causas internas, no es, en este sentido, un demonio familiar interno, sino importado desde fuera)

2.- La contradicción entre unidad y articulación (es decir, las formas políticas en que debe darse la unidad, esta sí, una contradicción que hunde sus raíces entre nosotros).

3.- Y, presidiendo y determinando el desarrollo y la relación de ambas la contradicción entre los intereses imperialistas, de las distintas potencias imperialistas más fuertes de cada época, por dominar a España y los intereses nacionales y populares de conquistar frente a ellas la independencia y la libertad.

Entre 1936 y 1939, la agudización y el antagonismo extremos que adquiere la contradicción principal que recorre nuestro país –la que enfrenta a la oligarquía y el imperialismo con el pueblo– permiten (y a la vez fuerzan) que el resto de contradicciones se alineen en torno a esta cuestión central y por tanto se presenten en su forma más descarnada y abierta posible, sin veladuras ni mixtificaciones.


I.- La línea impulsada por el PCE de José Díaz y Pasionaria durante la Guerra Nacional Revolucionaria sintetiza, por primera vez en España, la posición de los comunistas y revolucionarios ante la cuestión nacional, desde los intereses comunes de la clase obrera y el pueblo trabajador frente al dominio imperialista y oligárquico. De 1936 a 1939 el PCE, partiendo de los fustes fundamentales del leninismo y aplicándolos al análisis de la situación concreta en España, establece una justa línea revolucionaria desde donde abordar el problema de las nacionalidades para fortalecer la unidad del conjunto del pueblo español contra sus enemigos comunes. 

Vamos a establecer las claves de esta posición revolucionaria ante la cuestión nacional estudiando fragmentos de un folleto editado en 1938 por la editorial “Ediciones del Partido Comunista de España”, y escrito por Vicente Uribe, miembro del Comité Central del PCE, ministro de Agricultura durante el Gobierno de Largo Caballero y de Instrucción Pública en el de Negrín.

“El problema de las nacionalidades en España no puede ser examinado separadamente de la cuestión nacional general de España, de la revolución democrática de toda España, de la guerra por la libertad y la democracia. La cuestión de las nacionalidades, en el período actual, tiene que ser tratada necesariamente dentro del conjunto de las circunstancias históricas del momento y las obligaciones que de ahí se derivan, cuyo desarrollo y ejecución asegurarán el triunfo sobre los invasores fascistas alemanes-italianos y sus agentes.

La solución acertada de las reivindicaciones democráticas y parciales de las distintas nacionalidades de España se encuentra únicamente tomando en consideración todas las particularidades y condiciones interiores y exteriores del desenvolvimiento de la lucha general de todos los pueblos españoles para restaurar y consolidar la independencia e integridad de la Patria. Asimismo la guerra por la independencia de la República española no se puede examinar sin tener en cuenta su contenido social político interior y las condiciones internacionales que la rodean. Solamente de esta forma encontraremos los motivos teóricos exactos de la posición político-práctica que en esta guerra tenemos los proletarios y los comunistas de España y de todo el mundo”.

¿Cuáles son las claves que nos está planteando Vicente Uribe desde donde los comunistas abordamos la cuestión nacional?

1º.- El problema de las nacionalidades debe plantearse desde los intereses de clase comunes de todo el proletariado y las clases populares en el conjunto de España, y su lucha contra los enemigos también comunes. 

Si no se hace desde aquí, si se considera “separadamente”, al margen de las clases y como un conflicto entre “las libertades de las nacionalidades” y “la opresión española”, se adopta inevitablemente la posición y el punto de vista de la burguesía, dividiendo las filas del pueblo.

Tal y como planteaba Lenin “si el marxista ucraniano se deja arrastrar por su odio legítimo y natural a los opresores gran-rusos hasta el extremo de hacer extensiva aunque sólo sea una partícula de ese odio a la causa proletaria de los obreros gran-rusos, ese marxista se habrá deslizado a la charca del nacionalismo burgués.”

2º.- La cuestión nacional solo puede valorarse a la luz de la lucha contra los principales explotadores y opresores, que en la época del imperialismo son las principales potencias mundiales.

Por eso, como afirma Uribe, debe tomarse en consideración en primer lugar “el triunfo sobre los invasores fascistas alemanes-italianos y sus agentes”. Y someterlo a “la lucha general de todos los pueblos españoles para restaurar y consolidar la independencia e integridad de la Patria”, frente al dominio del imperialismo.

3º.- Si la contradicción principal es el dominio imperialista, la solución a las justas reivindicaciones de las nacionalidades jamás vendrá de una lucha parcial y segregada.

Sólo puede alcanzarse fortaleciendo la unidad con el conjunto del pueblo español, avanzando en la conquista de una España independiente del dominio de las grandes potencias.

El texto de Vicente Uribe continúa:

“Ahora todo el mundo sabe que HitIer y Mussolini fueron los principales instigadores y dirigentes del complot; fueron, y continúan siendo, los supremos iniciadores y dirigentes de la guerra contra la República española. (…) Muy pronto se manifestó, y se hizo evidente para todo el mundo, que los generales traidores Franco, Mola, Sanjurjo y compañía, no son sino agentes ejecutores de los planes político-militares del imperialismo fascista italo-alemán.

(…) La circunstancia de la solidaridad con Hitler y Mussolini, expresada por Deterding y los grupos reaccionarios fascistas de las oligarquías financieras de la Gran Bretaña, Francia y otros países, no aminora, sino que subraya con mayor fuerza el carácter bandolero de pillaje, reaccionario y destructor de la guerra contra la República española.

(…) La guerra contra la República española es una guerra de bandidaje, de rapiña, reaccionaria, imperialista, colonial, conquistadora”.

Aquí Vicente Uribe reafirma y desarrolla lo antes planteado en dos puntos clave:
Establecer el carácter de la guerra como nacional y revolucionario. Insistiendo en que se trata de “una guerra por la independencia de España”, contra el dominio imperialista.

Frente a reducir el blanco a las élites internas reaccionarias, el PCE sitúa que los enemigos a batir no son sólo los ejércitos franquistas y la oligarquía que sustenta el fascismo. El “Estado Mayor” del fascismo está en Berlín y en Roma, y no en Madrid. Y los generales fascistas “no son sino agentes ejecutores de los planes político-militares del imperialismo fascista italo-alemán”.
Por primera vez la izquierda revolucionaria en España se quita “la venda en los ojos” que le mantenía ciega ante la intervención imperialista.

Situando correctamente el centro del blanco en las principales potencias imperialistas, y señalando el carácter vendepatrias de la oligarquía española.

Es desde aquí que el PCE puede establecer un justo tratamiento de la cuestión nacional, desarrollando con rotundidad la posición de los comunistas ante la unidad y la fragmentación.

II.- Las claves de la defensa de la unidad desde los intereses y la lucha común de la clase obrera.

Continuamos con Vicente Uribe y el texto del PCE:

“Al mismo tiempo que los más consecuentes internacionalistas somos los más fieles luchadores y defensores de la República española; los más entusiastas defensores de la Patria española; los más fieles ardientes patriotas de la España democrática; los más decididos enemigos de toda tendencia separatista; los más convencidos partidarios de la Unidad Nacional, del Frente Popular, de la Unidad popular.

(…) Las cuestiones particulares nacionales de los catalanes, vascos y gallegos están ligadas vitalmente con la cuestión nacional de toda España. Se han convertido en cuestión particular de la guerra democrática de toda España por la independencia. Los intereses nacionales específicos, la pequeña Patria de los catalanes, vascos y gallegos, se ha convertido en parte inseparable de los intereses generales de la gran Patria de todos los pueblos de España. Es indudable que los intereses nacionales, particulares, de las distintas nacionalidades de España no han desaparecido, no se han borrado. Existen y se han hecho aún más sensibles, puesto que han sido comprendidos por las masas, aun mejor que antes. (…) Los sentimientos nacionales, el patriotismo y el amor a la libertad de los catalanes, vascos y gallegos, se han confundido en el círculo general, potente y combativo del gran patriotismo revolucionario de todos los luchadores en defensa de la independencia y la libertad de la España republicana y democrática. Las grandes masas del pueblo sienten y comprenden que la defensa de la independencia, de la integridad y la democracia de España, que la defensa de la República española, es la causa común de todos y un deber, un honor y un motivo de orgullo para todas las nacionalidades de España.

El PCE sintetiza aquí las razones de la defensa de la unidad desde los intereses y objetivos del proletariado revolucionario:

1º.- La lucha conjunta del proletariado, y el resto de clases populares, contra sus enemigos comunes -las grandes potencias imperialistas y la clase dominante local- exige fortalecer tanto la “Unidad popular” como la “Unidad nacional”.

La defensa de la unidad, que para la burguesía es una cuestión de territorio y de mercado, para el proletariado revolucionario está unida a sus intereses históricos como clase.

Lenin establece con claridad que los comunistas“luchamos sobre el terreno de un Estado determinado, unificamos a todos los obreros de todas las naciones de este Estado. Pero no se puede ir a este objetivo sin luchar contra todos los nacionalismos”.

Por eso Lenin y los bolcheviques trazan una clara línea de demarcación entre la posición de la burguesia y el proletariado al abordar la cuestión nacional:“La burguesía coloca siempre en primer plano sus reivindicaciones nacionales y las plantea de modo incondicional. El proletariado las subordina a los intereses de la lucha de clases. Al proletariado le importa garantizar el desarrollo de su clase; a la burguesía le importa dificultar ese desarrollo posponiendo las tareas de dicho desarrollo a las tareas de “su” nación. La política del proletariado en la cuestión nacional es una política de principios, apoyando a la burguesía, sólo condicionalmente”.

2º.- Desde la lucha contra el dominio imperialista y oligárquico, se forja un nuevo patriotismo revolucionario, que fortalece la unidad del conjunto del pueblo español frente a sus enemigos comunes.

En la época del imperialismo no se puede ser internacionalista sin ser patriota, sin luchar contra el dominio del imperialismo. Este es un punto fundamental del leninismo, que enarbola la lucha de las naciones oprimidas por su independencia como parte del combate general contra los principales explotadores, las potencias imperialistas.

Desde aquí Vicente Uribe llama a la “defensa de la independencia político-estatal y la integridad territorial de España” que el proletariado y los comunista debemos encabezar está dirigida por la lucha contra el imperialismo.

Frente a todas las tergiversaciones posteriores -que han identificado unidad con reacción y disgregación con progresismo- es en el momento donde la izquierda española es más consecuentemente revolucionaria cuando con más conciencia y firmeza ha defendido la unidad.

3º.- La lucha de todo el pueblo por la independencia frente al dominio imperialista y la lucha de las nacionalidades son inseparables.

Es necesaria la unidad popular y nacional para derrotar al imperialismo, y las nacionalidades solo podrán ser realmente libres conquistando, junto al resto del pueblo español, una España independiente.

Seguimos con el texto:

“En la guerra contra la República los generales traidores y sus amos buscan el exterminio de las conquistas nacionales de Cataluña, Vasconia y Galicia, la supresión de sus Estatutos, destruyendo todos los elementos de la cultura nacional propia de estos pueblos.

(…) la clase obrera no sólo se encuentra a la vanguardia de la lucha de todo el pueblo por la libertad, la independencia y la democracia, sino que juega un papel decisivo en la determinación y ejecución en la política general del Estado. La clase obrera está interesada vitalmente en la conservación y perfección del régimen democrático; en que se realice la colaboración creadora y solidaridad fraternal de todos los pueblos españoles.

(…) La política del Gobierno de Unión Nacional, presidido por el camarada Negrín, está claramente manifestada en el punto 5º del programa aprobado por el Consejo de Ministros. Dice así: «Respeto a las libertades regionales, sin menoscabo de la unidad española. Protección y fomento al desarrollo de la personalidad y particularidades de los distintos pueblos que integran España, como lo imponen un derecho y un hecho históricos, lo que, lejos de significar una disgregación de la Nación, constituye la mejor soldadura entre los elementos que la integran.»

Así, pues, la situación general creada en la República, después de julio del 36, se caracteriza: de un lado, por la falta de cualquier motivo e interés material, económico, social o político, determinante de situación privilegiada de una nacionalidad y de situación de desigualdad para las demás nacionalidades; y, de otro lado, por la existencia de todas las condiciones y factores necesarios para una colaboración activa y fraternal, cada vez más estrecha, entre todos los pueblos españoles, sobre la base de una confianza mutua y de la unidad combativa, inseparable, por la causa general contra el enemigo común.”

Vicente Uribe establece aquí como sólo desde los intereses de clase del proletariado es posible acabar con la opresión nacional:
Por un lado, porque el interés de clase del proletariado es acabar con la explotación y con cualquier tipo de opresión, también la nacional.

Marx planteaba ya en el Manifiesto Comunista “abolid la explotación del hombre por el hombre y habréis abolido la explotación de una nación por otra”. Al tiempo que reafirmaba que “la acción común de los diferentes proletarios es una de las primeras condiciones de la emancipación de las naciones oprimidas”.

Y Vicente Uribe reafirma que “la clase obrera está interesada vitalmente (…) en que se realice la colaboración creadora y solidaridad fraternal de todos los pueblos españoles”.
Por otro lado porque sólo bajo la dirección del proletariado revolucionario es posible alcanzar la libre unidad del pueblo de las nacionalidades y regiones de España.

El PCE toma una clara posición contra la opresión a que son sometidas las nacionalidades bajo el dominio del imperialismo y la oligarquía. Formulando en el punto 5 de “Los 13 puntos de Negrín” -un programa a toda la nación de resistencia frente a la agresión imperialista y fascista- como unidad y pluralidad se refuerzan mutuamente, estableciendo la “protección y fomento al desarrollo de la personalidad y particularidades de los distintos pueblos que integran España”, y como eso “lejos de significar una disgregación de la Nación, constituye la mejor soldadura entre los elementos que la integran”.

III.- En torno a la posición ante la contradicción principal (con el imperialismo y con la oligarquía) se deslindan con claridad dos líneas antagónicas en las fuerzas nacionalistas. Revelando el carácter pro-imperialista de sus sectores más reaccionarios y rabiosamente independentistas.

El tratamiento dado por el PCE al conjunto de fuerzas nacionalistas va a partir de la contradicción principal; la lucha contra la agresión imperialista y fascista. Dice así:

¿Ha sido comprendida por los dirigentes políticos y representantes verdaderos de los pueblos catalán, vasco y gallego la nueva situación de las nacionalidades de la España republicana después de julio del 36? Sin duda alguna, ha sido comprendida. La demostración evidente de esto consiste en que dichos dirigentes y representantes participan de manera voluntaria y entusiasta, junto con su pueblo, en todos los terrenos de la lucha general por la defensa de la República, de la libertad y de la independencia.

(…) Es verdad que, tanto entre los vascos como entre los catalanes, se encuentran algunos individuos que conservan antiguos conceptos formados en las viejas condiciones políticas (…) intentan resucitar, entre ciertos núcleos del pueblo –afortunadamente sin resultado alguno– los antiguos sentimientos de desconfianza y enemistad hacia la República. (…) Quienes de tal manera proceden son gentes que se equivocan de buena fe, o que reflejan inconscientemente la influencia del enemigo. (…) En estos casos se trata, desde luego, de gente honrada y amante de su país.

Sin embargo, encontramos con mayor frecuencia conductas que nada tienen que ver con la honradez y con el amor al país. En mayor grado nos encontramos, en este sentido, con provocadores encubiertos, con trotskistas, con agentes de Franco, Mussolini, Cambó y compañía. Por regla general, estos elementos son enemigos del pueblo y actúan bajo la máscara de un nacionalismo cerrado y egoísta, pero de hecho reaccionario, que convierte los distintos párrafos de los estatutos o de la Constitución en sofismas reaccionarios. Su tarea consiste en crear el mayor número de dificultades, introducir la disgregación, provocar discordias, debilitar la Unidad nacional de todos los pueblos de España. Es natural que contra dichos sujetos se impone una lucha despiadada y la obligación de descubrir, ante el pueblo, su verdadera faz de enemigos de la República.

¿Qué extraemos de aquí?

1º.- La línea impulsada por el PCE, diferenciando quiénes son los auténticos enemigos y quiénes los verdaderos amigos, permite unir consecuentemente a la inmensa mayoría de las bases y dirigentes de las fuerzas nacionalistas, que se colocan del lado de las filas del pueblo, incluso aunque ello les lleve a tener que abandonar o postergar indefinidamente los mismos objetivos políticos por los que hasta entonces habían estado luchando.

2º.- El PCE lleva una política de unidad y lucha con las fuerzas nacionalistas. Criticando las posiciones que en su seno debilitan la unidad, pero estableciendo al mismo tiempo que la inmensa mayoría de ellos “se equivocan de buena fe”, y a pesar de lo profundamente erróneo de su actuación, son gente unible, ganable para el campo de las filas del pueblo.

3º.- El blanco se concentra sólo en aquellos sectores minoritarios que “introducen factores de disgregación”, y son tratados como “agentes del enemigo, de la reacción y del imperialismo, incrustados en las filas del pueblo”.

Los hechos confirman la justeza de esta línea.

La agudización de los ataques del imperialismo demarcan las dos posiciones antagónicas que conviven en el seno de las fuerzas nacionalistas.

La inmensa mayoría de los miembros y dirigentes de las fuerzas nacionalistas van a fortalecer su unidad con el conjunto del pueblo español, sometiendo sus reivindicaciones a la lucha común contra el fascismo.

Lluis Companys -cuya figura es hoy subvertida por los sectores más independentistas- es quizá el mejor ejemplo.

El 6 de octubre de 1934 Companys proclamó el Estat Catalá dentro de la “República federal española”. No era una declaración de independencia. Sino el apoyo a la huelga general que las fuerzas obreras y revolucionarias han convocado en toda España como respuesta a la entrada en el gobierno de la CEDA, representante de los más reaccionarios intereses oligárquicos y punta de lanza de la amenaza fascista.

Companys fue detenido, junto a todo el gobierno de la Generalitat, y el estatuto catalán suspendido. Será el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 el que devolvió a Cataluña su autonomía perdida y se restituyó a Companys y al gobierno catalán legítimo en sus puestos.

De 1936 a 1939, Companys encabezará la unidad de Cataluña con el resto de España en la lucha común contra el fascismo. Respaldando con pasión la lucha popular en Madrid con frases tan elocuentes como esta: “¡Madrileños, Cataluña os ama!”. O editando carteles bajo el lema “¡Fill, Madrid et necessita!” (¡Hijo, Madrid te necesita) llamando a alistarse para la defensa de Madrid.

En marzo de 1938, la Generalitat edita el folleto “El President de Catalunya diu...”, reproduciendo un discurso de Companys que hoy sería inaudito:

“Los soldados catalanes por centenares de millares luchan en todos los frentes de la República. El pequeño escudo de bronce con las cuatro barras de nuestra bandera encima del pecho infunde bravura a los catalanes encuadrados en las líneas de combatientes que preside la bandera gloriosa de la España autónoma y democrática, que combate por su independencia. La pólvora de Cataluña y los instrumentos de guerra salidos de ella son una nueva contribución al alzamiento hispánico para la defensa de su patria territorial y espiritual. Cataluña y la libertad son una misma cosa; en donde vive la libertad, se encuentra mi patria.

Por otra parte, y virulentamente enfrentados a la línea que representa Companys, o los gudaris vascos que lucharon contra el fascismo, está el reducido grupo que forman los sectores más radicalmente independentistas. Éstos mantienen las posiciones más abiertamente reaccionarias, racistas y excluyentes (introduciendo factores de disgregación, provocando discordias y rencillas y atacando y debilitando constantemente la unidad) apareciendo permanentemente en tratos con los imperialismos más feroces y agresivos.

Los círculos nucleados en torno a Josep Dencàs, fundador de Estat Català, creador dels “escamots”, una fuerza paramilitar de carácter fascista, y que tuvo que exiliarse en 1937 por su participación en la represión contra los anarquistas, intentó primero ofrecer sus servicios a la Italia mussoliniana a cambio de conseguir una Cataluña independiente. Más tarde, en 1940 estableció contacto con los dirigentes alemanes instalados en Vichy para explorar la posibilidad de que la Alemania nazi, una vez ganada la guerra e impuesto su Nuevo Orden en Europa, apoyara la creación de un Estado catalán.

También se unieron a las maniobras disgregadoras los sectores nacionalistas más vinculados a Francia e Inglaterra, con el claro objetivo de impedir el triunfo de una España popular.

Joan Casanovas, que llegó a ser presidente del parlamento catalán, intentó que ante el triunfo franquista Cataluña, con la protección de Francia, se convirtiera en un territorio soberano, separado de España en concepto de “zona fuera de la influencia de los estados fascistas”, para ser entre los Pirineos y el Mediterráneo “un factor de equilibrio y orden”.

A finales de 1937 y principios de 1938 los sectores más liberales y probritánicos dentro de ERC, encabezados por Carles Pi i Sunyer, van a sumarse a las presiones de la embajada inglesa para expulsar a los comunistas del gobierno y acordar una rendición frente a las tropas franquistas. Y cuando el ejército franquista iniciaba su final en Cataluña, esos mismos sectores provocarán una crisis en el gobierno de la Generalitat que debilitará la capacidad de resistencia.

En 1938 el representante de la Generalitat en Londres, Batista i Roca, se dirige al Foreign Office con un memorándum en el que pide la mediación inglesa para terminar la guerra, y un referéndum en Cataluña bajo supervisión internacional.

Finalizada la guerra, Carles Pi i Sunyer constituirá en Londres el Consell Nacional de Catalunya -frente al que todavía encabezaba Companys desde París- para ofrecerse en 1941 como vía de intervención en España a cambio de que Londres reconozca la independencia catalana

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