miércoles, 27 de septiembre de 2017

Un maestro nos deja



“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.” (Bertolt Brecht)

"descansa en paz camarada Angel!!

siempre estaremos en deuda contigo por todo lo que hemos aprendido de ti


sábado, 9 de septiembre de 2017

Primera radiografía de clase de los apoyos al independentismo en Cataluña

El corazón burocrático de la ruptura 

"Los Pujol, Mas y Puigdemont son representantes de una burguesía burocrática que vive de parasitar los presupuestos públicos, es decir de saquear al conjunto de la población catalana"

Los principales referentes de la alta burguesía catalana, tradicional sostén del nacionalismo, se han pronunciado contra la independencia. ¿Dónde están entonces los apoyos de clase en Cataluña a la fragmentación? ¿O es que acaso el procés soberanista es el primer proyecto político en la historia que no tiene una clase que lo impulse y sustente?

Para establecer una primera radiografía de los apoyos de clase al independentismo, hemos de partir de los profundos cambios sucedidos en Cataluña durante las últimas décadas.

La gran burguesía catalana ya no se parece en nada a la tradicional imagen de botiguer o el propietario de pequeños talleres. Sus capas más altas se han incrustado en la oligarquía española. Organizados en torno a grandes gigantes financieros como La Caixa, o a bancos emergentes como el Sabadell. Y con una nutrida representación en el Ibex-35 y en los consejos de administración de los principales monopolios españoles, desde Repsol a Gas Natural...

Consiguiendo además una especial vinculación con gobiernos o aparatos del Estado, que les ha permitido, por ejemplo, beneficiarse de la subasta de las cajas rescatadas con dinero público.

Para este sancta santorum de la gran burguesía catalana, la independencia es un contratiempo, ahora que han conquistado una posición de privilegio en España, y que la protección del Estado español es clave para garantizar sus cuantiosas inversiones internacionales.

Por eso el presidente de La Caixa, Isidre Faine, advirtió públicamente a Mas con la sentencia “presidente, te estás equivocando”, y reafirmando que “estamos mejor juntos que separados”. Mientras Josep Oliu, presidente del Banco Sabadell, confiaba en que “el desafío soberanista se acabará solucionando dentro de los cauces institucionales”.

Más claro fue el presidente de la CEOE, el histórico líder de la patronal catalana Foment del Treball Nacional, Joan Rosell, al afirmar que “la hipotética independencia de Cataluña sería un destrozo humano y económico”.

Excepto Grifols, todos los emblemas de la alta burguesía catalana han redoblado sus esfuerzos para reconducir el desafío independentista hacia una negociación con el Estado que otorgue a Cataluña mayores competencias y privilegios.

El resto de la burguesía catalana, representada por la extensa red de pequeñas y medianas empresas, tampoco está interesada en la independencia.

Frente a las ideas, esgrimidas por el independentismo para ganarse el apoyo del empresariado, sobre que el peso de las exportaciones al extranjero ha relativizado la importancia del mercado español para las empresas catalanas, la realidad es exactamente la contraria.

Dependiendo de los sectores, entre un 25% y un 40% de las ventas de las empresas catalanas se realizan en el resto de España. Y, mientras el comercio con el extranjero sale deficitario, el que realiza Cataluña con el resto de España le reporta un importante superávit.

Cuestionar el acceso al mercado español, levantando muros políticos, significaría la quiebra para muchas empresas catalanas.

Tampoco en el conjunto de la población catalana existe una mayoría independentista, a pesar de que la Generalitat ha empeñado todo su enorme poder en intentar crearla. En ninguna de las elecciones celebradas en Cataluña el voto independentista ha superado el 50%, y todas las últimas encuestas confirman el descenso del apoyo social a la fragmentación.

¿Dónde está entonces el cuartel general del independentismo? ¿Qué le permite disponer de un respaldo social en Cataluña?

Una burguesía burocrática

El Estado de las Autonomías entregó a la Generalitat de Cataluña el control de un enorme presupuesto público, y la capacidad para levantar un enorme entramado político y social.

Sobre estas bases, se ha gestado en Cataluña una auténtica burguesía burocrática, que debe sus ganancias no a su dinamismo y competitividad, sino a la gestión y saqueo de los fondos públicos.

El escándalo de 3% y el “caso Pujol” son su radiografía. Multimillonarias obras públicas concedidas por la Generalitat a cambio de mordidas que financiaban a Convergencia.

Y en torno al saqueo de los fondos públicos, o a la concesión de obras públicas, ha medrado toda una nueva clase empresarial catalana. Estos son los “empresarios” que hoy respaldan el procés soberanista, y cuyo apoyo exhibe la Generalitat. Como las patronales Pimec y Cecot, o los que se sumaron el “Manifest del far”, defendiendo “el derecho a decidir”.

Si el cobijo de la Generalitat, que les permite acceder al despojo de las riquezas catalanas, a través de negocios seguros a través de concesiones directas decididas por el poder político, estos “empresarios” perecerían, incapaces de competir en el mercado.

Pero desde la Generalitat se ha construido todo un régimen, que extiende sus tentáculos sobre toda la sociedad catalana. El instrumento principal ha sido el reparto de subvenciones, que ha creado toda una red clientelar que depende del respaldo de la Generalitat.

Utilizando el presupuesto de la Generalitat y el boletín oficial autonómico, una nueva burguesía burocrática, que ya no es la tradicional burguesía catalana, representada por los Pujol, Mas y Puigdemont, ha extendido su control sobre la sociedad catalana.

Desde los medios de comunicación, con subvenciones que quintuplican las concedidas en el País Vasco, y que han creado de la nada medios independentistas que se suman al altavoz que supone TV3.

Penetrando también en ámbitos tradicionalmente de izquierdas, como algunos sectores sindicales, organizaciones sociales...

O sosteniendo, desde los presupuestos de la Generalitat, grupos como Omnium Cultural o la Assemblea Nacional Catalana, que convocan los actos de masas a favor de la independencia. Y que llegan hasta impulsar organizaciones de castellano hablantes por la independencia, como Sumate.

Los proyectos de ruptura no han salido de la nada, no han surgido espontáneamente desde la sociedad civil. Han sido prefabricados, y tienen un corazón burocrático, incrustado en las altas esferas de la Generalitat y el poder autonómico, que vive de parasitar los presupuestos públicos, es decir de saquear al conjunto de la población catalana.