martes, 6 de marzo de 2018

¡¡Ya está aquí!!

¿Se imaginan un país con más de 4 millones de parados, cientos de miles de inmigrantes en grave situación para encontrar un puesto de trabajo y una gran parte de las familias españolas con graves dificultades para hacer frente a los pagos de las hipotecas y la subida de los precios?

Pues a eso estamos abocados en la actual crisis. La recesión económica, es decir la crisis con sus peores consecuencias sobre la economía del país ya está aquí.
Un año después de abierta la crisis de las “hipotecas subprime” a nivel mundial la quiebra de Lehman Brothers en Wall Street, corazón financiero de la superpotencia norteamericana, la mayor quiebra de la historia, ha conmocionado los mercados mundiales, extendiendo y ampliando la crisis, haciendo aparecer el fantasma del “crac” del 29 y la recesión, alejando las perspectivas de recuperación de las economías nacionales y complicando la salida a flote de los sectores más débiles de las empresas y la población.

En España a la crisis mundial se superpone la quiebra de nuestro propio sistema de crecimiento de los últimos 20 años basado en un sector, el de la construcción, de baja productividad y mínimo valor añadido, un insostenible sistema de endeudamiento y acentuación de la dependencia exterior de nuestra economía.

Las consecuencias para la economía española, doblemente afectada por la crisis exterior e interior son catastróficas, y en particular para el empleo, ya que estamos ya en el 12’5%, vamos camino de acabar el año en más del 14% y podríamos superar el 20% en 2009, lo que supondría más de 4 millones de parados en las listas del INEM, algo impensable hace apenas un año.

El gobierno de Zapatero se ha enrocado en minimizar la crisis y sus efectos sobre la economía española, sin reconocer su responsabilidad, evidentemente no en la crisis de las “hipotecas basura” con origen en EEUU, sino en las causas específicas que agravan la crisis en nuestro país. ¿Por qué han mantenido el modelo económico (el del ladrillo) heredado de las etapas anteriores cuando todo indicaba que había que cambiarlo?

¿Por qué no se ha aprovechado las etapas de crecimiento para abordar los cambios estructurales que permitieran hacer en un país avanzado y competitivo? ¿Por qué no se han aprovechado los años de crecimiento, “de vacas gordas”, para impulsar una redistribución más justa de la riqueza?
Y sobre todo, ¿por qué no se han abordado los problemas estructurales de nuestra economía, concentrados en la dependencia del exterior, un modelo basado en la construcción, el despilfarro de los recursos públicos en todos los niveles de la administración (central, autonómica y local) y una distribución de la riqueza que beneficia sobre todo a la oligarquía financiera y los monopolios. Basta mirar cómo durante quince años han crecido hasta el 73% los beneficios del IBEX-35 mientras los salarios perdían el 4% de su poder adquisitivo.

El gobierno de Zapatero, como los anteriores, ha mantenido una economía con pies de barro. Cuyo crecimiento está basado en la dependencia y el endeudamiento exterior y en mantener como base un sector, el de la construcción, de baja productividad y escaso valor añadido. Y, por lo tanto, con una creación de empleo apoyada en bases tan débiles que se han derrumbado con estrépito a los primeros embates de la crisis.

Acabar con las cuatro dependencias

El principal problema estructural económico de nuestro país es su dependencia: sus cuatro grandes dependencias.
Dependencia de la financiación exterior. España es el país proporcionalmente más endeudado del mundo, con mayor deuda “per cápita” del planeta. Durante todos estos años no hemos crecido en base a nuestras propias posibilidades, sino al endeudamiento exterior; por lo que un resfriado financiero en los mercados mundiales provoca en nuestro país una auténtica epidemia de gripe; cuanto más si el enfermo mundial entra en una grave crisis como la actual.
Dependencia de unos pocos mercados. Nuestras exportaciones dependen al 75% de la Unión Europea, lo que limita y condiciona absolutamente nuestra producción. Producimos lo que ellos deciden que produzcamos. ¿Cómo no va a estar limitado el desarrollo de un país cuyas exportaciones apenas se asoman al 5% de los grandes mercados mundiales¿ ¿Qué han hecho los gobiernos del PP y del PSOE para cambiar esta situación en los últimos 30 años?
La dependencia energética, ha gravado –y lo sigue haciendo- enormemente el desarrollo económico de nuestro país, al imponer unos precios de la energía (petróleo o lo que pagamos por la energía nuclear francesa) que lastran la producción, nos ponen a merced de los vaivenes mundiales de los precios de la energía y nos hacen menos competitivos.

¿Pero acaso se han tomado medidas decisivas para acabar con este problema? Y la otra gran dependencia, la dependencia de las cuotas y límites a la producción (en agricultura, pesca o ganadería) impuestas por la Unión Europea, que nada tiene que ver con las posibilidades y necesidades de nuestro país, y que yugulan la producción en estos sectores.

Un pacto nacional
Aunque los efectos más sangrantes de la crisis se concentran en el pueblo trabajador, la crisis afecta al conjunto de la nación y a los intereses de la inmensa mayoría de los diferentes sectores sociales, es por eso que el interés común está en dar una respuesta común a la crisis, la articulación de un gran pacto nacional que implique al conjunto de la nación en una salida a la crisis que siente las bases para acabar con las cuatro grandes dependencias, cree una economía altamente competitiva y su riqueza está al servicio de los intereses del conjunto de la nación de las necesidades de la mayoría del país. Pacto nacional al que hay que llamar a en su apoyo al conjunto de fuerzas sociales, políticas, sindicales y económicas del país, a personalidades y profesionales.
Una respuesta que ha de empezar por comprometerse con un plan de ahorro nacional que parta en primer lugar por apretar el cinturón a las mismas cuentas del Estado en todos sus niveles, el Estado central, las Administraciones Autonómicas y los Ayuntamientos. Resulta que el Estado en su conjunto se ha convertido en un auténtico agujero negro de endeudamiento, despilfarro y clientelismo político. Basta recordar que en los últimos diez años la deuda de las Comunidades Autónomas aumentó un 173%, un 71% la de los Ayuntamientos y otro 53% la del Estado. Por no hablar del despilfarro en las empresas y televisiones públicas, el pago de comisiones y “asesores”, los gastos suntuosos e innecesarios, etc. Miles de millones para redistribuir en garantizar las necesidades populares (Dependencia, Sanidad, Educación, …) y en la transformación del modelo productivo del país.

Control democrático
Ninguna alternativa puede ponerse en pie hoy en España sin promover al mismo tiempo la regeneración de la vida política del país, de forma que los ciudadanos tengan cada vez más instrumentos de intervención y control sobre las diferentes administraciones.
Si las castas políticas han hecho, en dicho popular, “lo que les da la gana” sin responder ante nadie es porque han excluido a la inmensa mayoría de la población de la vida política del país, relegándola a votar cada cuatro años. Potenciar los instrumentos de participación ciudadana, de los profesionales en los planes científicos, de los trabajadores y todos los sindicatos –no sólo los mayoritarios- en el control de los planes de las empresas, de las comisiones de control en los planes de las Administraciones, de las asociaciones de consumidores en los precios, incluso abriendo la perspectiva de una cambio en la ley electoral que potencie las listas abiertas, es absolutamente imprescindible.

Hasta ahora, la correlación de fuerzas ha favorecido a los sectores dominantes del poder, incluido a las cúpulas de los grandes partidos políticos, es el momento de que en todo este proceso esta situación cambie, porque sólo en la medida en que las clases populares y sus representantes emergentes tomen cada vez más un papel decisivo será posible avanzar no sólo en las medidas inmediatas sino en la transformación estratégica del país.
Tomar la tarea de dar una respuesta nacional y favorable al conjunto de los ciudadanos a la crisis, creando un amplio movimiento de exigencia popular es el reto de todos los sectores, fuerzas, personalidades y personas patrióticas y democráticas del país.
Acabar con las dependencias que ahogan nuestro país e impiden la transformación del modelo económico y dar una salida a la crisis que suponga una transformación radical económica del país, con una economía avanzada con gran capacidad de creación de riqueza y empleo y una redistribución de de la riqueza al servicio de la mayoría del país y sus ciudadanos depende de nosotros.


Editorial De Verdad Nº 20 – Septiembre de 2008

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