Una batalla todavía por
decidir
1.- No es posible
comprender nada de las maniobras ante la formación del nuevo gobierno (sea cual
sea la fórmula impuesta y el partido que la encabece) sin partir de cuáles son
los objetivos que el hegemonismo y la oligarquía exigen cumplir.
Es lo que plantea
explícitamente Enric Juliana en La Vanguardia, como la clave que “permanece
ajena al debate político”: “España
tiene una cita con Angela Merkel. Una cita con las tijeras. Este dato es fundamental
para enmarcar y comprender mejor las maniobras que se van a producir en las
próximas semanas -las visibles y las invisibles- de cara a la investidura del
presidente”.
¿Cuáles son esos objetivos
concretos, plasmados en un “calendario de compromisos internacionales” que el
hegemonismo exige al nuevo gobierno?
En el
terreno económico, avanzar
en el saqueo contra el 90% de la población y en el expolio sobre las
principales riquezas nacionales.
-Destacados representantes
de la UE han recordado que la ejecución de nuevos recortes sigue siendo una
“exigencia innegociable”. Desde el presidente del Eurogrupo al comisario
europeo de Asuntos Económicos han lanzado un claro mensaje: “el presupuesto español para el 2016 incumple
las reglas [respecto a los objetivos de reducción del déficit]. El nuevo Gobierno deberá presentar más
ajustes”.
Cifrando entre los 8.500 y
los 10.000 millones el ajuste que deberá convertirse “en una prioridad para el
nuevo gobierno”.
Aunque debe tenerse en
cuenta el último informe de la Agencia Reuter (directamente vinculada al gran
capital financiero anglonorteamericano), donde se afirma que “en el mejor de
los casos una vuelta a la estabilidad política en España tendría en cuenta más
políticas de ajuste, pero sólo para 2017”. Es decir, puede modularse el ritmo
de la ejecución del “ajuste”, que permitiría la “estabilidad política”
necesaria para convertir en estructural el saqueo ya realizado, avanzando “paso
a paso” pero sin vuelta atrás posible.
-El cumplimiento del pago
de la deuda. En 2016 las necesidades de emisión de deuda -pública y privada-
suben a 400.000 millones, un récord histórico. La prima de riesgo, que estaba
por debajo de los 100 puntos antes de las elecciones, ha subido a 123, y
amenazan con que puede incrementarse en 25 puntos por la “inestabilidad
política”.
-La abrupta caída de la
bolsa española, el interés por aprobar este año el TTIP o la exigencia de
privatizaciones esconde las ambiciones del capital extranjero por hacerse con
sectores claves de la economía nacional. Incluso “joyas de la corona”
oligárquicas se han convertido en piezas codiciadas (tras FCC y Abengoa ahora
monopolios como OHL o ACS y bancos medianos como Popular están en el punto de
mira).
-El endurecimiento de la
reforma laboral (exigida por la UE o el FMI) y una nueva “reforma de las
pensiones” (planteada como una necesidad para garantizar su sostenibilidad)
están también en la agenda.
En el
terreno militar, blindar
el nuevo papel que España ya está jugando en la estructura ´bélica del
hegemonismo.
Hace muy pocos días el
cuartel general de la OTAN en Bétera asumía el mando de las fuerzas terrestres
de despliegue rápido. Y desde el pasado 4 de enero, España lidera la misión de
la OTAN de la Policía Aérea del Báltico. España también va a dirigir la Agrupación
Naval Permanente de la OTAN, que proyecta una presencia constante y visible en
las principales vías marítimas del mundo.
En el terreno político, la quiebra del modelo bipartidista hace
impostergable la necesidad de una “reforma política”, a través de una reforma
constitucional a la que ya se suma incluso el PP o la Corona. Que “encauce” a
cambio de concesiones sociales el avance del viento popular, y fortalezca bajo
la apariencia de una “regeneración democrática” los pilares fundamentales del dominio
hegemonista y oligárquico.
Estas son las “exigencias”
principales del hegemonismo y la oligarquía, que se presentan como
“ineludibles” a cualquier futuro gobierno.
2.- La
razón de la “inestabilidad política, de las dificultades en la formación del nuevo
gobierno y de la movilidad de la situación, donde todas las opciones están
encima de la mesa, está en el avance del viento popular plasmado en los
resultados del 20-D.
Generando que primera vez
desde la transición aparezcan serios problemas para la formación del gobierno
que le interesa a la oligarquía, a EEUU o a Alemania.
El hegemonismo y la oligarquía necesitan formar un “gobierno
estable” que garantice el cumplimiento del grueso de sus mandatos,
especialmente en un país como España, la cuarta economía de la zona euro y que
ocupa un enclave estratégico.
Pero las condiciones políticas creadas tras el 20-D actúan en su
contra. Mucho más allá del carácter de las fuerzas más votadas o del contenido
de sus programas, por encima de Pedro Sánchez, Albert Rivera o Pablo Iglesias,
una marea popular de 16,5 millones de votos -un 70% del total, es decir una
amplia mayoría absoluta- se pronunció claramente en contra de los recortes que
pretenden ejecutar la UE o el FMI.
Esta es la razón de la “inestabilidad política” que vive España y
del “rompecabezas” en la formación del nuevo gobierno.
3.- Frente al avance del viento popular contra los recortes, van a
multiplicarse las maniobras y presiones del hegemonismo y la oligarquía para
imponer un gobierno que garantice el cumplimiento de sus mandatos.
Desde la cúpula del Ibex-35 se ha trasladado al Rey que “la mejor
solución es un gran gobierno de coalición entre las dos fuerzas mayoritarias,
PP y PSOE, con el apoyo de Ciudadanos”.
El presidente de la Comisión Europea, ha reiterado hasta tres
veces durante la última semana el llamamiento a formar “lo antes posible un
gobierno estable en España”, emplazándole a que “esté a la altura”, es decir a
que cumpla con sus deberes.
Mientras como ha desvelado La Razón y corroborado otros
medios, “la diplomacia estadounidense ha
estado en contacto con Zarzuela para analizar el escenario político, que al
gobierno centrista y liberal de Obama no le interesaría que virara hacia
posturas radicales”.
El último informe del FMI forma parte de estas maniobras. Revisa
al alza las previsiones de crecimiento para España, pero remarca que “deben
mantenerse las reformas que han dado buenos resultados” y advierte que “la
prolongación de la inestabilidad política puede afectar a las expectativas de
crecimiento”.
En el escenario que ha dejado el 20-D hay tres opciones de
gobierno abiertas:
A.- La opción principal de gobierno por la que aboga el
hegemonismo y la oligarquía es la de una “gran coalición”, un acuerdo entre PP
y PSOE que cuente con el apoyo de Ciudadanos a través de su abstención.
Lo que permitiría una “amplia mayoría” de 253 diputados para
gestionar, a pesar de los resultados del 20-D, la ejecución del grueso de las
exigencias de Washington y Berlín.
Esta “gran coalición” puede adquirir distintas formas, desde un
gobierno en minoría del PP permitido a última hora por la abstención del PSOE
-con o sin Rajoy como candidato- a incluso la opción de que sea el PP el que
acabe dando vía libre a un candidato del PSOE.
Pero la “gran coalición” no era antes del 20-D la primera apuesta.
Los resultados electorales cerraron el paso a las alternativas “naturales” del
hegemonismo y la oligarquía (un gobierno en minoría de PP o PSOE pactado con
Ciudadanos, ya ensayado en Madrid o Andalucía), obligando a poner en primer
plano una “gran coalición” que en España podría generar más contradicciones
(aumento del rechazo social, mayor irrupción del viento popular...).
B.- Dificilmente, en la actual situación, el hegemonismo y la
oligarquía pueden reducir sus opciones a las de un gobierno en minoría del PP.
Sobre el PSOE se han multiplicado las presiones para forzarle a
entrar en el pacto de la “gran coalición”, pero Pedro Sánchez insiste en negar
cualquier apoyo a un futuro gobierno del PP, y en explorar la posibilidad de
una “mayoría progresista alternativa”.
Esta es una opción que va ganando terreno, y que puede basarse en
un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos, contando con la abstención de Podemos, o
bien en un pacto PSOE-Podemos al que se una IU y el PNV, y cuente con la
abstención de Convergencia y ERC. Ofreciendo a cambio una “reforma territorial”
que “encauce” el problema catalán.
Es la opción de una “solución a la portuguesa”, donde hay un
gobierno socialista fruto de un acuerdo con el Partido Comunista y el Bloque de
Izquierdas. Que ha ofrecido un limitado paquete de “medidas sociales”:
actualización de las pensiones (2 euros para las más bajas), elevar el salario
mínimo de 505 a 530 euros, eliminar la sobretasa del 3,5% en el impuesto sobre
la renta, o paralizar solo algunas privatizaciones (las que afectan a los
transportes). Pero a cambio de excluir ministros comunistas o “radicales” y
sobre todo de garantizar por escrito el cumplimiento de los compromisos
internacionales: los objetivos de reducción del déficit, el pago de la deuda y
los acuerdos con la UE y la OTAN.
Lo que ofrece Pedro Sánchez es una salida al “laberinto” con un
gobierno que ofrecería un paquete de
reformas sociales y de “regeneración democrática” limitado pero significativo.
Y que, a cambio de una flexibilización negociada con Bruselas en las
condiciones y plazos, garantizaría la ejecución del grueso de las medidas
exigidas por la UE.
C.- El hegemonismo y la oligarquía intentarán evitar una
repetición de elecciones que “enquistaría” el problema español como mínimo
hasta julio y previsiblemente volvería a ofrecer unos resultados similares a
los actuales. Pero el carácter endiablado del nuevo mapa político español no
permita descartar esta opción.
4.- Para abrir paso a la “gran coalición” y encauzar la “reforma
política” el hegemonismo y la oligarquía contemplan la posibilidad de recurrir
a métodos extremos.
Han sido los grandes bancos norteamericanos o alemanes, o
destacados representantes del hegemonismo y la oligarquía, los que han puesto
sobre la mesa la “operación relevo”, basada en prescindir de Rajoy para
favorecer un pacto.
La JP Morgan norteamericana considera que “un paso atrás de Rajoy
y un paso al frente de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaria cambiaría
las reglas del juego”. Mientras que el Deustche Bank afirma que “el acuerdo
podría ser menos doloroso políticamente para PSOE y Ciudadanos si hubiera un
cambio de liderazgo en el PP”.
Paralelamente, “frente a la rémora que suponen los viejos
partidos”, se plantea el camino de un “gobierno de independientes” que “sea
capaz de impulsar las reformas que España necesita”. Una propuesta que,
curiosamente, fue Iñigo Errejón, el segundo de Podemos, el primero en poner
encima de la mesa. Ahora ya hay quien incluso propone la opción de Javier
Solana, ex-secretario general de la OTAN, que “sería visto con muy buenos ojos
en Bruselas y Washington”.
Lo que se entrecruzan son dos batallas políticas. Por un lado la
necesidad de “desatascar” la formación de un nuevo gobierno. Por otro, la necesidad
de emprender una “reforma política” que sustituya al ya inservible modelo
bipartidista, a través de una “reforma constitucional” que ya acepta incluso el
PP.
El resultado de todos estos movimientos está todavía por decidir.
Pero el objetivo final es culminar la “reforma controlada” iniciada con el
relevo en la Corona, para imponer un nuevo modelo político que reconduzca la
emergencia del viento popular y fortalezca, bajo un apariencia de “regeneración
de la vieja política”, los pilares fundamentales del dominio hegemonista y
oligarquico.
La formación de un gobierno que de forma “estable” garantice la
ejecución de los mandatos hegemonistas es una premisa necesaria. Pero la
sustitución de la “vieja clase política”, con demasiados intereses creados, por
una nueva hornada de dirigentes con menos peso político allanaría el camino.
Así como las alternativas de un “gobierno tecnocrático”, disfrazado de “figuras
independientes”, ajustando al caso español la fórmula ya ensayada por EEUU y
Alemania en Italia, con Monti o en Grecia con Papadimos.
5.-En estas
condiciones, debemos insistir en la alternativa de un gobierno de unidad contra
los recortes que, al margen de las fuerzas que lo encarnen, crearía mejores
condiciones para fortalecer el viento popular y enfrentarse a la ejecución del
proyecto hegemonista de saqueo e intervención.
Hasta marzo, fecha límite para resolver la formación de gobierno y
evitar nuevas elecciones, van a intensificarse las presiones, desde Washington,
Berlín y la oligarquía española, para imponer su alternativa frente a la
voluntad mayoritaria expresada el 20-D.
Pero no solo juegan ellos en el tablero político español. Y tras
las generales tanto el hegemonismo como la oligarquía encuentran más
dificultades para “conducir” la política española tal y como habían hecho en
las últimas décadas.
Debemos insistir en que, en las condiciones que ha deparado el
20-D, la mejor opción y la que se corresponde con el sentido de la mayoría de
los votos es la de un gobierno de unidad contra los recortes.
Conocemos el carácter de las fuerzas que necesariamente deben
encabezarlo. El PSOE ha sido la “pata izquierda” del bipartidismo hegemonista y
oligárquico. Y Podemos ha “recortado” su programa para remarcar que “debemos
pagar la deuda”, o establecer no ya que “la OTAN y el euro son ineludibles”,
sino incluso proponiendo como futuro ministro de Defensa a un ex jefe del JEMAD
escandalosamente pronorteamericano.
Pero mucho más allá del carácter de estas fuerzas -ante el que
debemos prevernirnos- o de sus direcciones y programas, sus votantes y bases se
posicionan claramente contra los recortes y por un cambio real. Lo que
generaría fisuras y dificultades en la ejecución del proyecto hegemonista.
Creando mejores condiciones para la acumuación de fuerzas en el seno del pueblo
contra nuestros enemigos.
Todas las opciones están sobre la mesa. Incluida la repetición de
elecciones, o un “suceso de última hora”, similar al que ha dado paso al nuevo
gobierno catalán, que de un nuevo giro a la situación.
Y a pesar
de que algunos quieren reducirlo todo a las presiones de grandes centros de
poder, o a los pactos y negociaciones entre las cúpulas de los partidos, en
esta batalla política el 90% que sufrimos los recortes y apostamos por un
cambio de verdad tenemos mucho que decir.
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