En 1992 Bill Clinton dio un vuelco a la campaña presidencial en EEUU repitiendo a su rival George Bush un lema: “es la economía, estúpido”.
Salvando todas las enormes distancias, esta misma frase podría habérsela dirigido Marx a los ideólogos y filósofos de su época. En “La ideología alemana”, Marx y Engels exponen por primera vez la concepción materialista de la historia, afirmando que “la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para «hacer historia», en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hacen falta ante todo comida, bebida, vivienda, ropa y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir la producción de la vida material misma.”
Para la filosofía del Materialismo Dialéctico, el “primer hecho histórico” es la producción de los bienes materiales, y las relaciones que los hombres contraen entre sí en ella. Sobre esta base se levanta todo el edificio social. Es pues la economía, la infraestructura económica, previa a cualquier formulación religiosa, política o ideológica, la que ocupa un papel determinante en la formación social.
Marx rompe con todas las filosofías idealistas anteriores, que bien bajo formas religiosas, bien entronizando la Razón como nuevo Dios, habían ocultado los intereses materiales que defendían y su papel al servicio de justificar y ocultar la explotación económica.
Desde que estalló la crisis hemos comprobado cómo la fuente de las fabulosas ganancias de los grandes capitales es la explotación de la fuerza de trabajo, y el saqueo creciente del 90%. Desde Washington exigieron que “los españoles se rebajen sus salarios al menos en un 25%”, impusieron una reforma laboral tras otra, una draconiana ley hipotecaria, el “tanto tienes, tanto vives” acelerado por los recortes en sanidad, educación, pensiones... Hasta hoy, donde la UE exige nuevos recortes por valor de 10.000 millones de euros.
¿Acaso no es sobradamente evidente, que es la economía la que determina nuestras vidas?
Pero esto, que es observable a simple vista, se nos oculta por sistema. No sólo por los ideólogos neoliberales, que defienden abiertamente el capitalismo e intentan convencernos de sus bondades. Sino también por parte de los filósofos “post marxistas” que son fuente de inspiración y sustento teórico de buena parte de las ideas dominantes en la izquierda.
Estos filósofos “post marxistas” afirman que las ideas políticas no están determinadas por la base económica, sino que poseen “autonomía”. Que es “determinista” y “dogmático” afirmar, como hace el marxismo, que la infraestructura determina la superestructura, afirmando por el contrario que “es la conciencia la que construye lo que es”.
Mientras el Marxismo llama a acabar “con la nueva esclavitud que supone el trabajo asalariado”, los teóricos “post marxistas”, partiendo de un idealismo exacerbado, nos dicen que “ya no es posible plantearse objetivos como el de acabar con la explotación del hombre por el hombre”, y nos ofrecen como único horizonte “la radicalización democrática” del capitalismo.
Este es el abismo que se abre entre la filosofía del Materialismo Dialéctico, y la que nos ofrecen las filosofías “post marxistas”.
Marx, Lenin o Mao combatieron a los filósofos de su época para poder hacer avanzar la revolución. Hoy, hemos de estudiar en qué concepciones y tesis se basa la ofensiva “post marxista” que pretende imponernos la renuncia a los objetivos revolucionarios de acabar con la explotación y “cambiar el mundo de base”.
Vamos a empezar la Escuela estudiando qué es la filosofía, cuál es su papel práctico y cómo se relaciona la filosofía con la ideología y la ciencia. Para desde aquí poder abordar el tema central de la Escuela: cuál es la concepción general del mundo del Materialismo Dialéctico, contraponiéndola a las posiciones que hoy nos ofrece como alternativa el “post marxismo”.
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