La rabiosa actualidad del marxismo
Hay una demanda creciente de marxismo, entre los sectores más conscientes y combativos. Lo hemos comprobado a lo largo de las escuelas populares desarrolladas a lo largo de este año en toda la geografía española, en las que han participado desde profesores universitarios a obreros y parados, y en las que hemos estudiado los fundamentos del marxismo pero también el contenido profundamente revolucionario de la poesía de Lorca.
Intentan convencernos de que con la victoria de Trump o el nuevo gobierno del PP asistimos a una nueva ofensiva “neoliberal”, que los pueblos solo podemos sufrir de forma pasiva.
No es verdad. Vivimos un momento de auge del movimiento popular y de lucha de la mayoría progresista que rechaza los recortes y exige avanzar hacia un cambio real.
Pero no basta con la movilización. Lo realmente decisivo es qué línea y qué pensamiento dirija este creciente movimiento de lucha popular.
Esta es la importancia práctica de celebrar las Escuelas de Marxismos.
El valor revolucionario de la ciencia
Desde su mismo nacimiento, todos los ataques contra el marxismo se ha centrado en negarle su carácter científico. Se acepta su condición de “método de análisis” adecuado sobre todo para el estudio de los fenómenos económicos, pero se acusa de “dogmáticos” a quienes pretenden elevarlo a la categoría de “socialismo científico”.
No es casual que así sea, porque la ciencia ha tenido siempre un carácter subversivo, y ha debido abrirse paso frente al peso de las ideas dominantes.
En el “Discurso ante la tumba de Marx”, Engels sintetiza la concepción revolucionaria de la ciencia por parte del marxismo: “Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionaria en la industria y en el desarrollo histórico en general”.
La ciencia tiene siempre un valor revolucionario, porque permite dar saltos cualitativos en la práctica. Conocer la realidad nos permite estar en disposición de transformarla.
El marxismo extiende el materialismo al estudio de las sociedades humanas. Es una gran conquista del pensamiento cientifico, que permite conocer, por primera vez, libre de todo idealismo, las sociedades humanas y su cambio y evolución. Constituyendo una herramienta imprescindible para conocer y transformar la sociedad, como la física hace con la naturaleza, que deben empuñar las clases explotadas.
Y en este camino el marxismo, que algunos nos presentan como “desfasado”, está acompañado de lo mejor y más avanzado de la humanidad.
Un solo, y aparentemente sorprendente, ejemplo. Marx envió a Darwin un ejemplar del primer tomo de El Capital, con una dedicatoria: “A Mr. Charles Darwin, de parte de su sincero admirador, Karl Marx”.
Darwin, un sacerdote que no ignoraba que Marx era un agitador revolucionario y el autor de El Manifiesto Comunista, no dejó de agradecerle el detalle, con una sorprendente respuesta: “Le doy gracias por el honor que me hace al enviarme su gran obra sobre El Capital. (...) Aunque nuestros estudios sean tan distintos, creo que ambos deseamos ardientemente la difusión del saber y que a la larga eso servirá, con toda seguridad, para aumentar la felicidad del género humano”.
Entre Marx y Darwin había, por encima de todas las diferencias, un hilo que los unía, y que Engels explicita: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana”.
En "El Origen del Hombre", publicado en 1871, Darwin defendió la teoría de que la evolución del hombre parte de un animal similar al mono. Las autoridades religiosas lo calificaron de ateo y blasfemo.
Marx tuvo que exiliarse sucesivamente de cuatro países “democráticos”, y acabó recluido en Inglaterra, donde se le permitió residir pero se le cortaron todas las vías de subsistencia.
Siempre sucede así. Todas las revoluciones científicas tienen una poderosa influencia en la práctica, permiten avanzar en “cambiar el mundo”. Por eso deben enfrentarse a la resistencia de las clases más reaccionarias.
Dos visiones sobre el marxismo
Van a coincidir en el tiempo dos Escuelas de Marxismo. La que Unificación Comunista de España venimos desarrollando durante todo el año, y la que el Partido Comunista de España acaba de comenzar, y que se prolongará durante diez meses, con una conferencia de Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida y diputado de Unidos-Podemos.
Es una buena noticia. Expresa que hay una demanda de marxismo entre amplios sectores, especialmente los más conscientes.
A pesar del intento por enterrar el marxismo, cuando estalló la crisis el Manifiesto Comunista o El Capital se convirtieron en best sellers. Para comprender lo que estaba pasando, mucha gente busco en el marxismo las respuestas.
El auge del movimiento contra los recortes ha llevado a un renacido interés por el marxismo, como una teoría imprescindible de la que partir para cualquier proyecto de transformación social.
Lo que nos dice la realidad es que, parafraseando al Tenorio, “los muertos que vos matastéis, gozan de buena salud”.
Ahora bien, Alberto Garzón inicia su conferencia delimitando “qué es y qué no es el marxismo”. Sometamos sus tesis a este criterio.
Afirma que el marxismo es “un método” que “podemos aplicar para comprender los problemas actuales”.
No es cierto. El marxismo es la ideología, la filosofía y la ciencia del proletariado. Reducirlo a un simple “método de análisis” es negarle su carácter revolucionario, al servicio de los intereses históricos del proletariado, acabar con todo tipo de explotación y opresión.
Alberto Garzón defiende que “el marxismo no es la llave que abre todas las puertas”, y que Marx y Engels cayeron en “una excesiva pretensión” al considerar que habían fundado el socialismo científico.
Coincidiendo así con la persistente ofensiva de la burguesía, reproducida por el “post marxismo”, que niega al marxismo su carácter científico, acusándole de “dogmático” por pretenderlo.
Y, por último, el coordinador federal de IU sitúa como objetivo de una “política comunista” la “radicalización de la democracia”, concibiendo que Marx y Engeles son continuadores... de las proclamas de la Revolución Francesa.
Por el contrario, Marx tuvo que romper con las ideas de la burguesía radical para fundar el marxismo. Estableciendo que “la conquista de la democracia” se corresponde con “la elevación del proletariado a la categoría de clase dominante”. Ya no se trata de “radicalizar la democracia” burguesa, es decir de ampliar los márgenes de su dominio de clase, sino de cuestionarlo, de quitarles el poder, de tomar, eso sí de verdad, el cielo por asalto.
Este -el de qué es y qué no es el marxismo- es un debate crucial, con decisivas consecuencias prácticas. Que interesa no solo a todos los comunistas, sino también a los muchos luchadores y revolucionarios, que aspiran a una transformación social del mundo, y que miran al marxismo como uno de los principales puntos de referencia.
Intentan convencernos de que con la victoria de Trump o el nuevo gobierno del PP asistimos a una nueva ofensiva “neoliberal”, que los pueblos solo podemos sufrir de forma pasiva.
No es verdad. Vivimos un momento de auge del movimiento popular y de lucha de la mayoría progresista que rechaza los recortes y exige avanzar hacia un cambio real.
Pero no basta con la movilización. Lo realmente decisivo es qué línea y qué pensamiento dirija este creciente movimiento de lucha popular.
Esta es la importancia práctica de celebrar las Escuelas de Marxismos.
El valor revolucionario de la ciencia
Desde su mismo nacimiento, todos los ataques contra el marxismo se ha centrado en negarle su carácter científico. Se acepta su condición de “método de análisis” adecuado sobre todo para el estudio de los fenómenos económicos, pero se acusa de “dogmáticos” a quienes pretenden elevarlo a la categoría de “socialismo científico”.
No es casual que así sea, porque la ciencia ha tenido siempre un carácter subversivo, y ha debido abrirse paso frente al peso de las ideas dominantes.
En el “Discurso ante la tumba de Marx”, Engels sintetiza la concepción revolucionaria de la ciencia por parte del marxismo: “Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudiera depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionaria en la industria y en el desarrollo histórico en general”.
La ciencia tiene siempre un valor revolucionario, porque permite dar saltos cualitativos en la práctica. Conocer la realidad nos permite estar en disposición de transformarla.
El marxismo extiende el materialismo al estudio de las sociedades humanas. Es una gran conquista del pensamiento cientifico, que permite conocer, por primera vez, libre de todo idealismo, las sociedades humanas y su cambio y evolución. Constituyendo una herramienta imprescindible para conocer y transformar la sociedad, como la física hace con la naturaleza, que deben empuñar las clases explotadas.
Y en este camino el marxismo, que algunos nos presentan como “desfasado”, está acompañado de lo mejor y más avanzado de la humanidad.
Un solo, y aparentemente sorprendente, ejemplo. Marx envió a Darwin un ejemplar del primer tomo de El Capital, con una dedicatoria: “A Mr. Charles Darwin, de parte de su sincero admirador, Karl Marx”.
Darwin, un sacerdote que no ignoraba que Marx era un agitador revolucionario y el autor de El Manifiesto Comunista, no dejó de agradecerle el detalle, con una sorprendente respuesta: “Le doy gracias por el honor que me hace al enviarme su gran obra sobre El Capital. (...) Aunque nuestros estudios sean tan distintos, creo que ambos deseamos ardientemente la difusión del saber y que a la larga eso servirá, con toda seguridad, para aumentar la felicidad del género humano”.
Entre Marx y Darwin había, por encima de todas las diferencias, un hilo que los unía, y que Engels explicita: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana”.
En "El Origen del Hombre", publicado en 1871, Darwin defendió la teoría de que la evolución del hombre parte de un animal similar al mono. Las autoridades religiosas lo calificaron de ateo y blasfemo.
Marx tuvo que exiliarse sucesivamente de cuatro países “democráticos”, y acabó recluido en Inglaterra, donde se le permitió residir pero se le cortaron todas las vías de subsistencia.
Siempre sucede así. Todas las revoluciones científicas tienen una poderosa influencia en la práctica, permiten avanzar en “cambiar el mundo”. Por eso deben enfrentarse a la resistencia de las clases más reaccionarias.
Dos visiones sobre el marxismo
Van a coincidir en el tiempo dos Escuelas de Marxismo. La que Unificación Comunista de España venimos desarrollando durante todo el año, y la que el Partido Comunista de España acaba de comenzar, y que se prolongará durante diez meses, con una conferencia de Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida y diputado de Unidos-Podemos.
Es una buena noticia. Expresa que hay una demanda de marxismo entre amplios sectores, especialmente los más conscientes.
A pesar del intento por enterrar el marxismo, cuando estalló la crisis el Manifiesto Comunista o El Capital se convirtieron en best sellers. Para comprender lo que estaba pasando, mucha gente busco en el marxismo las respuestas.
El auge del movimiento contra los recortes ha llevado a un renacido interés por el marxismo, como una teoría imprescindible de la que partir para cualquier proyecto de transformación social.
Lo que nos dice la realidad es que, parafraseando al Tenorio, “los muertos que vos matastéis, gozan de buena salud”.
Ahora bien, Alberto Garzón inicia su conferencia delimitando “qué es y qué no es el marxismo”. Sometamos sus tesis a este criterio.
Afirma que el marxismo es “un método” que “podemos aplicar para comprender los problemas actuales”.
No es cierto. El marxismo es la ideología, la filosofía y la ciencia del proletariado. Reducirlo a un simple “método de análisis” es negarle su carácter revolucionario, al servicio de los intereses históricos del proletariado, acabar con todo tipo de explotación y opresión.
Alberto Garzón defiende que “el marxismo no es la llave que abre todas las puertas”, y que Marx y Engels cayeron en “una excesiva pretensión” al considerar que habían fundado el socialismo científico.
Coincidiendo así con la persistente ofensiva de la burguesía, reproducida por el “post marxismo”, que niega al marxismo su carácter científico, acusándole de “dogmático” por pretenderlo.
Y, por último, el coordinador federal de IU sitúa como objetivo de una “política comunista” la “radicalización de la democracia”, concibiendo que Marx y Engeles son continuadores... de las proclamas de la Revolución Francesa.
Por el contrario, Marx tuvo que romper con las ideas de la burguesía radical para fundar el marxismo. Estableciendo que “la conquista de la democracia” se corresponde con “la elevación del proletariado a la categoría de clase dominante”. Ya no se trata de “radicalizar la democracia” burguesa, es decir de ampliar los márgenes de su dominio de clase, sino de cuestionarlo, de quitarles el poder, de tomar, eso sí de verdad, el cielo por asalto.
Este -el de qué es y qué no es el marxismo- es un debate crucial, con decisivas consecuencias prácticas. Que interesa no solo a todos los comunistas, sino también a los muchos luchadores y revolucionarios, que aspiran a una transformación social del mundo, y que miran al marxismo como uno de los principales puntos de referencia.
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