viernes, 4 de julio de 2014
70 años del desembarco de Normandía
¿Europa salvada de los nazis por EEUU?
Al cumplirse el 70 aniversario del desembarco de Normandía, los grandes medios de comunicación occidentales se han llenado de reportajes y conmemoraciones a través de los cuales se lanza un único e insistente mensaje: gracias a esta operación, los ejércitos norteamericanos libraron a Europa Occidental de la pesadilla del nazismo. La verdad histórica de aquel tramo final de la IIª Guerra Mundial presenta, sin embargo, una realidad muy distinta.
En la madrugada del 6 de junio de 1944, diez divisiones estadounidenses, británicas y canadienses toman tierra en una amplia franja de playa de más de 80 kilómetros en las costas de Normandía. Es el día D de la operación Overlord, un ambicioso plan de los ejércitos occidentales que prevé establecer una serie de cabezas de puente en Normandía que permitan el desembarco de 3 millones de soldados que se lancen a la liberación de Francia y, desde ahí, llegar al corazón del III Reich, en Berlín.
En numerosas películas, Hollywood ha mostrado la épica del desembarco, en el que los primeros 250.000 soldados tuvieron que luchar por avanzar palmo a palmo para vencer la resistencia del Muro Atlántico, un sistema de fortificaciones de más de 3.000 kilómetros que los alemanes habían construido a lo largo de toda la costa atlántica europea, desde Bretaña hasta Noruega, para impedir justamente un desembarco aliado. La realidad sin embargo, es que no fue en las playas de Normandía, donde las bajas aliadas apenas subieron a 8.000, sino en la marcha hacia París en las semanas posteriores donde se libraron los combates más encarnizados y murieron decenas de miles de soldados. El segundo frente "Su táctica consistía en dejar que los ejércitos alemanes y soviéticos se debilitaran mutuamente"
Toda la retórica lanzada sobre el desembarco de Normandía y las gestas heroicas de los hombres que lo protagonizaron no puede ocultar, sin embargo, el preciso y detallado plan del Estado Mayor norteamericano, dirigido en el frente europeo por el general Eisenhower, que retrasó conscientemente durante meses la apertura de un segundo frente en el occidente europeo, con la esperanza de que en ese tiempo las divisiones alemanas pudieran concentrarse en el frente oriental y producir un desgaste crítico al Ejército Rojo que, desde las victorias en las batallas de Stalingrado (entre agosto de 1942 y febrero de 1943) y Kursk (entre julio y agosto de 1943) había dado un giro estratégico a la guerra y se hallaba ya en plena ofensiva.
De hecho, ya durante estas batallas Stalin había reclamado insistentemente a Roosevelt (presidente de EEUU) y Churchill (primer ministro británico) la apertura de un nuevo frente en Europa Occidental, un desembarco aliado masivo en las costas francesas que permitiera aliviar la presión sobre el Ejército Rojo, que en aquellos momentos era la única fuerza militar que estaba haciendo frente de forma efectiva al poderoso ejército alemán.
Sin embargo, tanto Roosevelt como Churchill hicieron caso omiso de las peticiones de Stalin. Su táctica consistía en dejar que los ejércitos alemanes y soviéticos se debilitaran mutuamente lo máximo posible, acudiendo al teatro de operaciones de Europa Occidental y Central sólo cuando las condiciones de desgaste de ambos fueran lo suficientemente amplias y profundas como para poder llevar la iniciativa con el mínimo esfuerzo. De hecho, justo en el momento en que los soviéticos han triunfado en Stalingrado y han iniciado la batalla de Kursk, EEUU decide la apertura del frente europeo... pero exactamente en el extremo opuesto de Europa, en Sicilia.
El Ejército Rojo deberá seguir desangrándose en solitario contra la Wermacht durante todo un año más. Ni siquiera la Conferencia de El Cairo, celebrada en noviembre de 1943, servirá para dar un respiro a la URSS. Roosevelt y Churchill se reúnen en la capital egipcia... para decidir su nueva política en Asia.
La ofensiva soviética cambia los planes Pero apenas un mes después de la Conferencia de El Cairo,las cosas empiezan a tomar un cariz distinto. Los soviéticos no sólo han vencido en Staligrado y Kursk, sino que sacando fuerzas y reservas nadie sabe de dónde, inician una implacable y vertiginosa ofensiva que les lleva en pocos meses a las fronteras polacas, la antesala de Alemania.
Esto cambia radicalmente todos los planes. Es imperativo que EEUU llegue, si no puede ser antes, sí al mismo tiempo que la URSS a Berlín. Ni Alemania ni Europa Occidental pueden caer en manos soviéticas. Es la supremacía mundial por muchas décadas lo que está en juego. Y es ahí donde empieza a diseñarse el Día D.
La mayor carnicería de la historia La Segunda Guerra Mundial es la mayor carnicería desatada jamás en la historia de la humanidad. El estallido de la guerra entre las grandes potencias imperialistas arrastró tras de sí a 61 Estados en todos los continentes, afectando a 1.700 millones de habitantes, provocando 60 millones de muertos y 40 millones de heridos.
"EEUU accede a un grado de concentración del poder económico, político y militar mundial inasequible para las anteriores potencias imperialistas"
Su desarrollo a lo largo de casi 6 años provocó la completa destrucción del viejo orden, sostenido a duras penas tras la I Guerra Mundial, estableciendo los pilares fundamentales del mundo actual. A diferencia de lo ocurrido durante la I Guerra Mundial, la derrota de las potencias del eje nazifascista implicó su destrucción sistemática.
Con el objetivo de aniquilar su producción industrial, EEUU bombardeó los principales centros fabriles germanos. Alemania sufrió siete millones de muertos, la mitad de ellos población civil. El índice de producción industrial alemán había caído en 1946 al 33% del que tenía en 1938. Perderá un tercio de su territorio, toda Alsacia y Lorena que pasan a Francia e importantes territorios de la Prusia oriental en beneficio de Polonia. Ocupada por las potencias vencedoras, es sometida a una férrea tutela y dividida territorialmente en dos Estados que quedan bajo la órbita de Washington y Moscú.
Tras la rendición nipona provocada por las explosiones atómicas en Hiroshima y Nagasaky, Japón queda reducido al estatus de protectorado político y militar norteamericano. La nueva constitución japonesa es redactada por el Estado Mayor del general MacArthur.
Pero las consecuencias de la guerra liquidan también el poder de las potencias europeas teóricamente victoriosas, devastadas por los efectos de la guerra.
Inglaterra enfrenta una deuda que triplica la renta nacional, su imperio colonial se pulveriza, y queda supeditada financiera, política y militarmente a EEUU.
Europa occidental había perdido gran parte de los ingresos de sus inversiones exteriores. Estados que poco tiempo antes eran acreedores del mundo se ven forzados a liquidar sus bienes en el extranjero y a contraer deudas.
Por el contrario, EEUU desarrolla durante la II Guerra Mundial un gigantesco salto en su capacidad económica, política y militar.
La producción norteamericana, que en 1937 era el 76% de la europea, supone en 1947 el 151%, acaparando la mitad del PIB mundial, el 60% de la producción global de manufacturas o el 78% de las reservas mundiales de oro y divisas. Sólo EEUU dispone de la capacidad financiera que todos necesitan urgentemente.
Su potencial bélico, que antes de la guerra era insignificante en el global mundial, le permite ahora ocupar Europa occidental y una parte importante de Asia y el Pacífico, monopolizando la posesión del arma atómica.
Sólo EEUU, que somete a la dependencia financiera, política y militar al resto de potencias, tiene la capacidad para ser sostén de un nuevo orden que ya no será multilateral –representando el equilibrio de poderes entre diferentes potencias- sino férreamente unipolar.
Las condiciones en que terminó la Primera Guerra Mundial –debilitamiento de las potencias europeas dominantes, mientras EEUU todavía no era capaz de ocupar el papel de patrón mundial– dieron lugar a un mundo donde no existía ningún centro rector –ya fuera una potencia o un directorio de potencias– capaz de garantizar la estabilidad del orden imperialista y una jerarquía estable entre el conjunto de potencias.
Por el contrario las condiciones particulares con que se desarrolla y concluye la Segunda Guerra Mundial hacen posible el surgimiento del nuevo fenómeno del hegemonismo y las superpotencias. La extrema agudización del desarrollo desigual provocado por la guerra otorga a EEUU un grado de concentración del poder económico, político y militar mundial inasequible para las anteriores potencias imperialistas.
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