España cierra
el siglo XIX con la amputación de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y varias islas
del Pacífico por parte de EEUU, la nueva potencia en ascenso. El último acto del desmembramiento del imperio español no era la
conclusión lógica de la liberación de los pueblos bajo dominio español. Cuba no
era una colonia al uso, sino que en realidad formaba parte del territorio
nacional.
El General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba, al final de la
guerra y cuando EEUU ha impuesto su dominio sobre la isla, afirma: “Tristes se
han ido ellos y tristes nos hemos quedado nosotros; porque un poder extranjero
los ha sustituido. Yo soñaba la paz con España, yo esperaba despedir con
respeto a los valientes soldados españoles, con los que siempre nos encontramos
frente a frente en el campo de batalla. Pero la palabra, Paz y Libertad no
debía inspirar más que concordia entre los encarnizados contendientes de la
víspera. Pero los norteamericanos lo han amargado todo con su tutela impuesta
por la fuerza”.
La pérdida de Cuba sería comparable a que en
la actualidad se perdiera Andalucía o Canarias. No es sentida como la pérdida
de una colonia, sino como la amputación de parte del territorio nacional.
I.- Las relaciones de Cuba con
España durante el siglo XIX rebasan ampliamente las establecidas entre una
metrópoli y sus colonias. En muchos aspectos el desarrollo cubano supera al de
la España peninsular.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX,
Cuba alcanza un grado de dinamismo y desarrollo económico, industrial y
comercial que la convierten en una plaza importantísima del mercado mundial.
Los once meses de dominación inglesa en
1762 introducen plenamente las relaciones capitalistas, abren el azúcar cubano
al mercado mundial, y dinamizan drásticamente las estructuras económicas de la
isla.
Cuba va a convertirse en el primer
productor mundial de azúcar, pasando de aportar el 13% de toda la producción
del planeta en 1800 al 31% en 1835. El azúcar era en esos momentos el primer
producto básico del comercio mundial.
Así mismo, Cuba es también el primer
productor mundial de bananas y posee una importante industria tabaquera.
·
Sobre esta
base, Cuba emprende un fulgurante desarrollo económico, político y social, por
encima de la metrópoli peninsular.
Diez años antes que la península, se
levantan en Cuba las primeras vías férreas, así como las primeras
comunicaciones telefónicas. Las universidades cubanas están mucho más avanzadas
que las españolas. Y los salarios de los trabajadores en la isla son
considerablemente más elevados que en España.
A finales del siglo XIX, la renta per cápita
de Cuba sólo era comparable en América a la de unos pocos Estados ricos de EEUU
(Nueva York, Massachusets, Nueva Jersey,...), y muy superior a la de España o
al de la inmensa mayoría del resto de Estados de EEUU.
·
El desarrollo
cubano genera una oligarquía criolla dinámica y poderosa económicamente, que
gobierna de facto la isla, con un grado de autonomía notable, y establece una
nueva relación con la metrópoli.
La oligarquía criolla –una
“sacarocracia” de grandes propietarios azucareros vinculados al mercado
mundial– emerge como poder local. Se entronca familiarmente con los mandos
militares peninsulares y las altas jerarquías de la administración colonial.
Bajo la presencia de un capitán general, es la oligarquía local quien gobierna
de facto la metrópoli, ennobleciéndose y acaparando los cargos políticos y
militares. Cuba se convierte en un caso insólito de colonialismo: nunca antes
–ni después– una colonia dispuso de un ejército colonial formado y dirigido por
una burguesía criolla.
Es un triunfo económico y político
criollo que arranca de España un régimen de autonomía de facto.
-Esta es una situación -donde la
colonia se desarrolla a un nivel superior que la metrópoli y adquiere una
notable autonomía política- incompatible con la lógica tradicional del
imperialismo. Lo que lleva, por ejemplo, a
Adolphe Jovillet (uno de los más lucidos analistas franceses de la
época) a afirmar, en 1841, que Cuba no era una colonia.
II.- El desarrollo económico
cubano será una base fundamental de acumulación de capital para la oligarquía
española. Pero los lazos de unidad entre Cuba y España sobrepasan con mucho el
ámbito de las clases dominantes para impregnar al conjunto de la sociedad, a
ambos lados del Atlántico.
El monopolio del comercio
trasatlántico, los beneficios del mercado cautivo cubano, o los capitales
invertidos en la isla, y posteriormente repatriados a España, serán la base del
desarrollo de importantes sectores oligárquicos.
El Banco de Santander se funda en 1856
para financiar el comercio exterior, principalmente hacia Cuba. Y la repatriación
de los capitales invertidos en Cuba serán la base de la creación del Banco
Hispano Americano o la refundación de Banesto.
Muchas fortunas oligárquicas nacen y se
desarrollan al calor del monopolio de sectores del comercio con Cuba. Y la
burguesía catalana tiene en Cuba un mercado cautivo, que compensa el escaso
desarrollo del mercado español, hacia el que se dirigen el 60% de sus
exportaciones.
·
Pero los
profundos lazos de unidad entre Cuba y España impregnan al conjunto de la
sociedad, y se expresan en la masiva inmigración española.
Entre 1868 y 1894 llegan a Cuba un
millón de peninsulares, para una población de millón y medio. No son una élite
colonial -como es norma habitual en otras posesiones coloniales- sino la mitad
de la población, procedente de todos los sectores sociales, desde élites
comerciales a soldados o trabajadores atraídos por las mayores oportunidades de
la isla. Se van a fundir con el pueblo, a través de numerosos matrimonios
mixtos, formando parte integrante de la sociedad cubana y familias con ramas a
ambos lados del Atlántico.
José Martí, líder de la independencia,
declaró que no iba contra su padre valenciano y su madre canaria. Y la mayoría
de los españoles emigrados -hasta
700.000- se quedarán en Cuba tras proclamarse la independencia.
Sólo desde
aquí es posible entender que la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas sea
percibida como la amputación de una parte del territorio nacional, y provoque
una auténtica crisis de la conciencia nacional. Un fenómeno que no se había
producido décadas antes, aunque las pérdidas territoriales fueran entonces
mucho más numerosas.
III.- La independencia de Cuba
es el resultado de un plan diseñado y ejecutado por los círculos más agresivos
de la burguesía norteamericana (los “jingoes”, equivalentes a los actuales
“halcones”). EEUU ocupará militarmente la isla, estableciendo los mecanismos de
control e intervención imperialista que permitirán convertir Cuba en dominio
exclusivo del capital norteamericano.
En 1885, los
estrategas norteamericanos expusieron un plan que se cumplirá milimétricamente:
el control del Caribe como escala imprescindible de la expansión
norteamericana, y la construcción de un canal transoceánico que impulsara el
comercio y le permitiera el control de los dos océanos.
Entre 1850 y 1857 se suceden diversos
complots de sectores cubanos partidarios de la anexión, con el respaldo
norteamericano. La presentación de un proyecto de amplia autonomía desde España
precipitará la ejecución de los proyectos norteamericanos. Cuando Roosevelt
–entonces secretario de Defensa, posteriormente presidente, y representante
político de los “jingoes”– anuncia que “hemos construido una escuadra que
arrasará el Caribe”, los acontecimientos se precipitan.
El
hundimiento del Maine hará el resto. El primero de los autoataques
norteamericanos será la bandera de una campaña: “Recordar el Maine”, que
terminará con la declaración de guerra a España.
·
EEUU se había convertido, ya bajo la dominación española, en
el poder económico dominante en Cuba.
EEUU compraba
el 95% del azúcar cubano y el 87% de sus exportaciones. Y a Cuba acudían el 38%
de las exportaciones norteamericanas.
La influencia
norteamericana se apoya en sectores de la burguesía media-alta criolla.
Influyentes en la vida económica y política de la isla, se deslizan desde mediados del XIX hacia
posturas próximas al anexionismo con EEUU. Estos sectores forman el partido de la
burguesía criolla, el PLA, cuyo líder declarará que “el azúcar es el cordón
umbilical que nos une a EEUU, y a través del cual éste nos envía su sangre, el
dinero”.
Al mismo tiempo, Washington va a
marginalizar a los sectores independentistas nucleados en torno al Partido Revolucionario de José Martí, cuya
base social está en los sectores populares, y la población negra, y que son un
peligro tanto para EEUU como para los grandes propietarios azucareros.
Una vez concluida la guerra, EEUU
dedicará sus esfuerzos a desarmar al ejército independentista de Martí, cuyos
miembros se niegan, en una amplia mayoría, a aceptar el sometimiento a EEUU o
las órdenes de generales norteamericanos.
·
Tras la “independencia”, EEUU impone en la constitución
cubana la enmienda Platt, donde literalmente se establece que “el gobierno de
Cuba consiente que los EEUU puedan ejercer el derecho de intervenir para
preservar la independencia cubana y el mantenimiento de un gobierno adecuado
para la protección de la vida, las propiedades y los intereses
norteamericanos”.
Las tropas norteamericanas ocuparán el
país durante tres años, y organizan un nuevo Estado bajo su completa
dependencia. Ese “derecho a intervenir” volverá a ser utilizado por EEUU en
1922, permaneciendo otra vez varios años. Entonces formarán la Guardia
Nacional, cuerpo del que surgirá la saga de dictadores de los Batista.
·
La agresión
norteamericana, desgajando Cuba de España e imponiendo su dominio colonial
sobre la isla, va a marcar el principio de una nueva relación de solidaridad
entre España y el conjunto del mundo hispano.
Se recupera el sentido de una
hispanidad compartida, sobre un profundo sentimiento antiimperialista común
contra el dominio norteamericano.
Tiene su base en el rechazo a la
intervención norteamericana. Así lo expresarán los miembros del Partido
Revolucionario de Martí, una vez que se consuma que la independencia ha sido
transformada en una relación colonial con EEUU.
Se produce entonces una corriente de solidaridad a ambos
lados del Atlántico, con una profunda base antiimperialista, que exalta las
bases de la hispanidad como bandera frente a EEUU. Un ejemplo destacado será
Rubén Darío, en el terreno cultural, desde Centroamérica, que va a convertirse
en el siguiente escalón de las agresiones norteamericanas en el continente
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