jueves, 24 de noviembre de 2016
La Historia es un proceso sin Sujeto ni Fin(es).
Hemos visto la primacía de la lucha de clases, pero Althusser advierte:
Pero, ¡cuidado con el idealismo! La lucha de clases no se desenvuelve en el aire, ni sobre un campo de rugby convencional: está anclada en el modo de producción, o sea de explotación de una sociedad de clases.
(…) puesto que es en la producción que tiene lugar la explotación, es en las condiciones materiales de explotación que está fundado el antagonismo de clases, la lucha de clases”.
- Lo que constituye la división en clases es la explotación de una clase por otra, o sea la lucha de clases. Porque la explotación es ya lucha de clases.
Las relaciones burguesas de producción, entre capital y trabajo asalariado, dividen a la sociedad en clases. Esto es ya lucha de clases, no es una simple “relación económica”.
Y este es uno de los puntos álgidos del antagonismo entre el marxismo y el “posmarxismo” de Laclau.
Para Ernesto Laclau: “Demostrar que las relaciones capitalistas de producción son intrínsecamente antagónicas implica entonces demostrar que el antagonismo emerge lógicamente de la relación entre el comprador y el vendedor de fuerza de trabajo. Pero, precisamente, esto no puede ser demostrado (...) sólo si los trabajadores se resisten a esta extracción [de plusvalía] la relación se vuelve antagónica; no hay nada en la categoría de “vendedor de fuerza de trabajo” que sugiera tal resistencia como conclusión lógica.”
Y Chantal Mouffe añade que “contra la interpretación determinista, se considera aquí que no existe una “opresión objetiva”, determinable con independencia de la praxis y de la conciencia. Si no hay lucha y conflicto, no hay opresión sino subordinación”.
Para ellos -que son la principal referencia teórica como alternativa para construir “una nueva izquierda”- no hay antagonismo “de per se” en la explotación capitalista. Puede existir por tanto una explotación no antagónica. Todo depende de que los explotados -las víctimas- no se rebelen ante los explotadores -los agresores-.
La tesis de que el motor de la historia es la lucha de clases permite adoptar la posición consecuentemente materialista ante la historia propia del marxismo.
Así lo explicita Althusser:
“Si esto [la tesis de que el motor de la historia es la lucha de clases] está claro, el problema del “sujeto” de la historia desaparece. La historia es un inmenso sistema “natural–humano” en movimiento, cuyo motor es la lucha de clases. La historia es un proceso, y un proceso sin sujeto. El problema de saber cómo “el hombre hace la historia” desaparece por completo: la teoría marxista lo arroja definitivamente a su lugar de origen, en la ideología burguesa.
La historia, el continente científico historia, es concebido por el marxismo como un Proceso sin Sujeto ni Fin(es)”.
Está claro que la física es un proceso material objetivo, regido por leyes universales que le son propias. Y no hay lugar para categorías idealistas como cuál es su sujeto (que siempre acaba conduciendo a Dios, a la religión) o sus fines. Pero respecto a la historia, la burguesía afirma que existe un sujeto (“el hombre”) y unos fines (la Razón o la Libertad humana).
Es el marxismo quien, al extender el materialismo al estudio de la historia acaba con todas estas categorías idealistas. Ya no hay más “sujeto” ni “fin” de la historia. La sucesión de los modos de producción, el contenido de la “historia”, está regido por leyes universales, como la física. Y su motor -que excluye cualquier sujeto o fin- es la lucha de clases.
¿Quiere esto decir que, en virtud de esas leyes universales todo está escrito de antemano y los hombres no somos más que “un diente en la rueda de la historia”? [Como hace Lubitsch decir a Ninochtka]
Todo lo contrario. Es el marxismo, con su concepción materialista de la historia, la que permite a los individuos, que solo existen como miembros de una clase, la conciencia y la libertad para poder ser de verdad protagonistas de la historia.
Al conocer las leyes de la física, la humanidad puede enviar un cohete a la luna, actuando de acuerdo con la ley de la gravitación universal. De la misma manera, si conoce las leyes de la historia, el proletariado puede “cambiar el mundo de base” para acabar con la explotación, actuando de acuerdo con ellas.
Para establecer estos objetivos revolucionarios, el marxismo ha tenido que pulverizar la idea burguesa de “el hombre”.
Althusser concentra así este combate decisivo desde el marxismo frente al humanismo:
“Esto no quiere decir que el M.L. pierda de vista un solo instante a los hombres reales. Al contrario.
El M.L. precisamente para verlos tal cual son y para liberarlos de la explotación de clase, realiza esta revolución: desembarazarse de la ideología burguesa de “el hombre” como sujeto de la historia, desembarazarse del fetichismo de “el hombre”.
Que “el hombre” de John Lewis desaparezca no quiere decir que los hombres reales desaparezcan. ¿Hemos tenido buen cuidado de las advertencias de Marx? “Mi método analítico no parte del hombre, sino del período social económicamente dado.” “La sociedad no está compuesta de individuos”
“El hombre” es un mito de la ideología burguesa: el M.L. no puede partir de “el hombre”. La palabra “hombre” es sólo una palabra. El lugar que ocupa y la función que ejerce en la ideología y la filosofía burguesas le confieren su sentido. El marxismo “parte del período social económicamente dado” y, al término de su análisis, puede “llegar” a los hombres reales. Estos hombres son pues el punto de llegada de un análisis que parte de las relaciones sociales del modo de producción existente, de las relaciones de clase y de la lucha de clases. Estos hombres son por entero otros hombres que “el hombre” de la ideología burguesa.
(…) En efecto: la sociedad no está compuesta de individuos en general, cualesquiera, que serían otros tantos ejemplares de “el hombre”; porque cada sociedad tiene sus individuos, histórica y socialmente determinados. El individuo esclavo no es el individuo–siervo ni el individuo–proletario, y lo mismo para el individuo de cada clase dominante que corresponda.
Que desaparezca el problema de “el hombre sujeto de la historia” no quiere decir que desaparezca el problema de la acción política. ¡Completamente al contrario!
La crítica del fetichismo burgués de “el hombre” le da toda su fuerza, sometiéndola a las condiciones de lucha de clases, que no es una lucha individual sino que deviene una lucha de masa organizada para la conquista y la transformación revolucionaria del poder de estado y de las relaciones sociales. No quiere decir que el problema del partido revolucionario desaparezca, porque sin él la conquista del poder de estado por las masas explotadas, conducidas por el proletariado, es imposible. Pero esto quiere decir que el “papel del individuo en la historia”, la existencia, la naturaleza, la práctica y los objetivos del partido revolucionario no son determinadas por la omnipotencia de la “trascendencia”, es decir la libertad de “el hombre”, sino por otras condiciones, por el estado de la lucha de clases, por el estado del movimiento obrero, por la ideología del movimiento obrero (pequeñoburguesa o proletaria), y por su relación con la teoría marxista, por su línea de masa y por sus prácticas de masa”.
- No existe el idealizado “hombre” burgués, lo que existen son hombres concretos, reales, que participan en la práctica social.
El marxismo cambia el terreno de juego y tal y como plantea Marx, parte del “periodo social económicamente dado”, para desde ahí llegar a los hombres reales.
¿Esto anula la libertad de los individuos, y es expresión del “dogmatismo” del marxismo, como afirma, a derecha y a izquierda, el pensamiento dominante? No.
Althusser nos ha dicho: “Que desaparezca el problema de “el hombre sujeto de la historia” no quiere decir que desaparezca el problema de la acción política. ¡Completamente al contrario!” Porque la teoría revolucionaria nos brinda la poderosa arma del saber, del conocimiento científico de la historia, de la lucha de clases, para actuar en ella de manera consciente y dirigir la transformación revolucionaria.
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