Y lo hace cogiendo como blanco, no los ataques desde “la derecha”, sino las formas que adopta la ideología y la filosofía burguesas en el seno del movimiento obrero, es decir combatiendo el revisionismo.
Para ello sintetiza las principales tesis defendidas por John Lewis, un filósofo miembro del Partido Comunista Británico, explicitando como parten del humanismo burgués. Contraponiéndolas a las contratesis del materialismo dialéctico.
Hemos añadido -sintetizándolo también en tesis- el pensamiento desarrollado por el “posmarxismo” -en la figura de uno de sus principales exponentes, Ernesto Laclau-, que hoy se presentan como alternativa, frente al marxismo, al movimiento popular. Y como son en sustancia una reformulación de las mismas tesis humanistas defendidas hace más de 40 años por John Lewis.
Como hemos establecido, la filosofía es en última instancia lucha de clases en la teoría. Y no puede separarse del combate político del cual forma parte. Por eso no es posible abordar “en el aire” el combate a estas tesis filosóficas, sino que debemos partir en primer lugar de “quién lo dice”, “cuándo lo dice” y “para qué lo dice”. Quién era John Lewis, o Ernesto Laclau, y qué posición política defendían. Así como el momento histórico, de lucha de clases, en que desarrollaron su trabajo filosófico.
John Lewis publica los artículos que Althusser critica en 1972, en la revista teórica del Partido Comunista Británico -Marxism Today-. Estamos en el punto álgido de la ruptura entre el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse Tung y el revisionismo contemporáneo. La URSS ha demostrado, invadiendo y ocupando Checoslovaquia, su carácter socialimperialista y socialfascista.
A partir del XX Congreso del PCUS se difunde entre muchos antiguos partidos comunistas (transformados en su contrario, en partidos revisionistas) una valoración de “los errores de Stalin” desde “el culto a la personalidad”, asentando con ello una concepción propia del humanismo burgués. Tal y como plantea nuestra Declaración de Principios, “el problema no es jamás planteado en términos de clases y lucha de clases, y queda como el caso de un individuo que goza de extraordinario poder y es un asesino, como un caso patológico”.
De la misma manera se extienden, con foco difusor en Moscú, las posiciones políticas más reformistas -adoptadas por todos los partidos revisionistas de Europa Occidental- que, bajo las banderas de “coexistencia pacífica” con el imperialismo o “transición pacífica al socialismo”, suponían la completa renuncia a los objetivos revolucionarios.
Por su parte, Ernesto Laclau escribe en 1987, junto a Chantal Mouffe, “Hegemonia y estrategia socialista”, el libro fundacional del “posmarxismo”.
Hay que enmarcarlo en la ofensiva general durante los años ochenta, tanto por parte del hegemonismo norteamericamo como por la intoxicación del revisionismo soviético, contra la teoría marxista y las organizaciones revolucionarias, que condujo a la liquidación de muchas de ellas.
El “posmarxismo” parte explícitamente de la necesidad de “deconstruir el marxismo”, de “liberarnos del esencialismo de clase”. Es decir, de arrojar por la borda todo el bagaje de la teoría marxista y los objetivos revolucionarios que plantea. Para sustituirlos, como único horizonte de lucha de “una nueva izquierda”, por “una radicalización de la democracia; es decir, como articulación de las luchas contra las diferentes formas de subordinación —de clase, de sexo, de raza, así como de aquellas otras a las que se oponen los movimientos ecológicos, antinucleares y antiinstitucionales—.”
Un reformismo tan explícito que concibe el socialismo -incluyendo en él a Marx- como una radicalización de los postulados burgueses de la Revolución Francesa.
Tanto John Lewis como Laclau, cogen un mismo blanco: el dogmatismo de la teoría marxista, para atacar sus fundamentos revolucionarios.
Ahora que ya sabemos quiénes son John Lewis y Ernesto Laclau, qué posición política defendieron, qué línea y objetivos proponían al movimiento obrero y popular, podemos valorar su pensamiento filosófico.
Tesis de John Lewis, que él plantea como “un resumen de la filosofía de Marx”, sintetizadas por Althusser:
Tesis Nº 1: El hombre hace la historia.
Tesis N° 2: El hombre hace la historia trascendiendo la historia.
Tesis Nº 3: El hombre conoce sólo lo que hace.
Tesis de Ernesto Laclau, que parten de “deconstruir el marxismo”, sintetizadas por nosotros:
Tesis Nº 1: Los hombres construyen socialmente su mundo.
Tesis Nº 2: Los hombres construyen socialmente su mundo mediante su actividad práctica, elaborada bajo la forma de un discurso.
Tesis Nº 3: El discurso, elaborado por los hombres, determina lo que cada cosa es. Ningún objeto real puede constituirse al margen del discurso.
ACLARACIONES DE LAS TESIS DE LACLAU:
- Todo su construcción filosófica parte de negar que en el estudio de las relaciones sociales se pueda aplicar el “modelo de objetividad propio de las ciencias naturales”.
- Discurso es la categoría filosófica central que utiliza Laclau. Es una síntesis entre la práctica (o praxis) y la conciencia, elaborada por los propios sujetos sociales y que define lo que ellos son, y lo que es la realidad.
- De aquí se deduce que no hay “esencias”, no hay una posición objetiva del sujeto, ni una realidad objetiva en sí; todo depende del discurso que elabore cada sujeto social en cada momento (entendiendo como sujetos a cada grupo de hombres: movimientos feministas, ecologistas, etc…).
- Por ejemplo ¿el proletariado tiene una esencia en sí mismo por su colocación en el modo de producción capitalista, es la clase explotada y revolucionaria? No, depende del discurso que elabore.
1º).- El “hombre” como un nuevo Dios, el corazón del humanismo burgués
Tanto John Lewis como Ernesto Laclau coinciden en construir todo su sistema filosófico desde la idea fetiche del humanismo burgués: el “hombre”.
Veamos como lo combate Louis Althusser:
“Todo esto es muy simple. Todo el mundo “comprende” las palabras: hombre, hacer, historia, conocer. Hay sólo una palabra un poco complicada, una palabra de “filósofos”: la “trascendencia”, o “negación de la negación”. Pero, si lo quisiera, ¿podría John Lewis decirlo más simplemente? En vez de: el hombre hace la historia trascendiéndola por la “negación de la negación”, podría decir: el hombre hace la historia transformándola, etc. ¿Acaso no sería más simple?
Sin embargo, queda una pequeña dificultad. Cuando John Lewis dice que el hombre “hace” la historia, todo el mundo comprende. O, más bien, todo el mundo cree comprender. Pero cuando se trata de ir un poco más allá en la explicación, cuando John Lewis se plantea honestamente (en su interior) la pregunta, “¿cómo hace el hombre para hacer la historia?”, entonces percibimos que había un delicado problema allí donde todo parecía simple, una cierta oscuridad allí donde todo parecía claro.
¿Qué está oscuro? La pequeña palabra hacer (en la tesis: “El hombre hace la historia”). En efecto, ¿qué puede querer decir esta pequeña palabra: hacer, cuando se trata de historia, claro está? Porque cuando se dice: “hago una estupidez” o “hago la vuelta al mundo”; o cuando un mueblero dice “hago una mesa”, etc., todo el mundo sabe bien qué quiere decir hacer. Pero, ¿hacer la historia? ¿Qué puede querer decir esto? El hombre que hace la historia, ¿quién es? ¿Conocen ustedes esta “especie de individuo”, como decía Hegel?
Es entonces cuando John Lewis pone manos a la obra. No rehúye la dificultad: la afronta. Y nos explica.
Dice: “hacer”, en el caso de la historia, quiere decir “trascender” (negación de la negación), quiere decir transformar la materia prima de la historia existente superándola. Bien.
El mueblero que “hace” una mesa, también él, tiene ante sí una “materia prima existente”: la madera. Y transforma la madera en mesa. John Lewis no diría jamás que el mueblero “trasciende” la madera para “hacer” de ella una mesa. John Lewis no emplea la “trascendencia” (negación de la negación) más que para la historia. ¿Por qué? En su artículo, John Lewis no se explica.
A mi juicio, John Lewis recurre a su “trascendencia” por la siguiente razón: la “materia prima” de la historia, es ya historia. La materia prima del mueblero es la madera. Pero jamás el mueblero que “hace” la mesa dirá que él “hace” la madera, porque sabe muy bien que “la naturaleza produce” la madera.
Ahora bien, para John Lewis, ¡el hombre ya ha hecho la historia con la cual hace la historia! Entonces, en la historia, el hombre lo produce todo: no sólo el resultado, el producto de su “trabajo” (la historia), sino ante todo la materia prima que él transforma (la historia) en historia.
¿Conocen ustedes bajo el cielo a un ser dotado de semejante poder? Sí: existe en la tradición de la cultura humana. Es Dios. Sólo Dios “hace” la materia con la cual “hace” el mundo. Pero hay una diferencia muy importante; el Dios de John Lewis no está fuera del mundo, el hombre–dios creador de la historia no está fuera de la historia: está dentro. ¡Esto es infinitamente más complicado! Y puesto que el pequeño dios humano omnipotente de John Lewis a saber, el “hombre”, está en la historia (“en situación”, como decía Jean–Paul Sartre), por eso mismo John Lewis le da no un poder de creación absoluto (cuando todo se crea, resulta relativamente fácil: ¡ningún condicionamiento!), sino algo todavía más sorprendente: el poder de “trascendencia”, de poder negar–superar indefinidamente hacia lo alto la historia limitante en la cual vive, el poder de trascender la historia por la libertad humana”.
¿Qué nos ha aclarado Althusser?
En la tesis “el hombre hace la historia” está concentrada, tanto en John Lewis como en Ernesto Laclau, la posición y punto de vista del humanismo burgués. Que parte de la idea de “el hombre” como un nuevo Dios cuya libertad no admite límite alguno, que “hace” la historia al margen y por encima de las condiciones sociales e históricas.
“El hombre” o “los hombres” de John Lewis y Laclau, se corresponden al “hombre burgués”, la concepción burguesa del hombre, corazón de todas las filosofías humanistas y sustento de la ideología burguesa.
Esta es la versión burguesa de la concepción idealista de la historia propia de todas las clases explotadoras.
Althusser se pregunta: “¿por qué estos comunistas entonan abiertamente, desde los años 60, la filosofía de la libertad pequeñoburguesa declarándola marxista?”.
Es un combate, en el terreno filosófico, entre el marxismo y el revisionismo, que reproduce en el seno del movimiento obrero las concepciones del humanismo burgués. Se trata, pues, de lucha de clases en la teoría.
Hemos añadido -sintetizándolo también en tesis- el pensamiento desarrollado por el “posmarxismo” -en la figura de uno de sus principales exponentes, Ernesto Laclau-, que hoy se presentan como alternativa, frente al marxismo, al movimiento popular. Y como son en sustancia una reformulación de las mismas tesis humanistas defendidas hace más de 40 años por John Lewis.
Como hemos establecido, la filosofía es en última instancia lucha de clases en la teoría. Y no puede separarse del combate político del cual forma parte. Por eso no es posible abordar “en el aire” el combate a estas tesis filosóficas, sino que debemos partir en primer lugar de “quién lo dice”, “cuándo lo dice” y “para qué lo dice”. Quién era John Lewis, o Ernesto Laclau, y qué posición política defendían. Así como el momento histórico, de lucha de clases, en que desarrollaron su trabajo filosófico.
John Lewis publica los artículos que Althusser critica en 1972, en la revista teórica del Partido Comunista Británico -Marxism Today-. Estamos en el punto álgido de la ruptura entre el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse Tung y el revisionismo contemporáneo. La URSS ha demostrado, invadiendo y ocupando Checoslovaquia, su carácter socialimperialista y socialfascista.
A partir del XX Congreso del PCUS se difunde entre muchos antiguos partidos comunistas (transformados en su contrario, en partidos revisionistas) una valoración de “los errores de Stalin” desde “el culto a la personalidad”, asentando con ello una concepción propia del humanismo burgués. Tal y como plantea nuestra Declaración de Principios, “el problema no es jamás planteado en términos de clases y lucha de clases, y queda como el caso de un individuo que goza de extraordinario poder y es un asesino, como un caso patológico”.
De la misma manera se extienden, con foco difusor en Moscú, las posiciones políticas más reformistas -adoptadas por todos los partidos revisionistas de Europa Occidental- que, bajo las banderas de “coexistencia pacífica” con el imperialismo o “transición pacífica al socialismo”, suponían la completa renuncia a los objetivos revolucionarios.
Por su parte, Ernesto Laclau escribe en 1987, junto a Chantal Mouffe, “Hegemonia y estrategia socialista”, el libro fundacional del “posmarxismo”.
Hay que enmarcarlo en la ofensiva general durante los años ochenta, tanto por parte del hegemonismo norteamericamo como por la intoxicación del revisionismo soviético, contra la teoría marxista y las organizaciones revolucionarias, que condujo a la liquidación de muchas de ellas.
El “posmarxismo” parte explícitamente de la necesidad de “deconstruir el marxismo”, de “liberarnos del esencialismo de clase”. Es decir, de arrojar por la borda todo el bagaje de la teoría marxista y los objetivos revolucionarios que plantea. Para sustituirlos, como único horizonte de lucha de “una nueva izquierda”, por “una radicalización de la democracia; es decir, como articulación de las luchas contra las diferentes formas de subordinación —de clase, de sexo, de raza, así como de aquellas otras a las que se oponen los movimientos ecológicos, antinucleares y antiinstitucionales—.”
Un reformismo tan explícito que concibe el socialismo -incluyendo en él a Marx- como una radicalización de los postulados burgueses de la Revolución Francesa.
Tanto John Lewis como Laclau, cogen un mismo blanco: el dogmatismo de la teoría marxista, para atacar sus fundamentos revolucionarios.
Ahora que ya sabemos quiénes son John Lewis y Ernesto Laclau, qué posición política defendieron, qué línea y objetivos proponían al movimiento obrero y popular, podemos valorar su pensamiento filosófico.
Tesis de John Lewis, que él plantea como “un resumen de la filosofía de Marx”, sintetizadas por Althusser:
Tesis Nº 1: El hombre hace la historia.
Tesis N° 2: El hombre hace la historia trascendiendo la historia.
Tesis Nº 3: El hombre conoce sólo lo que hace.
Tesis de Ernesto Laclau, que parten de “deconstruir el marxismo”, sintetizadas por nosotros:
Tesis Nº 1: Los hombres construyen socialmente su mundo.
Tesis Nº 2: Los hombres construyen socialmente su mundo mediante su actividad práctica, elaborada bajo la forma de un discurso.
Tesis Nº 3: El discurso, elaborado por los hombres, determina lo que cada cosa es. Ningún objeto real puede constituirse al margen del discurso.
ACLARACIONES DE LAS TESIS DE LACLAU:
- Todo su construcción filosófica parte de negar que en el estudio de las relaciones sociales se pueda aplicar el “modelo de objetividad propio de las ciencias naturales”.
- Discurso es la categoría filosófica central que utiliza Laclau. Es una síntesis entre la práctica (o praxis) y la conciencia, elaborada por los propios sujetos sociales y que define lo que ellos son, y lo que es la realidad.
- De aquí se deduce que no hay “esencias”, no hay una posición objetiva del sujeto, ni una realidad objetiva en sí; todo depende del discurso que elabore cada sujeto social en cada momento (entendiendo como sujetos a cada grupo de hombres: movimientos feministas, ecologistas, etc…).
- Por ejemplo ¿el proletariado tiene una esencia en sí mismo por su colocación en el modo de producción capitalista, es la clase explotada y revolucionaria? No, depende del discurso que elabore.
1º).- El “hombre” como un nuevo Dios, el corazón del humanismo burgués
Tanto John Lewis como Ernesto Laclau coinciden en construir todo su sistema filosófico desde la idea fetiche del humanismo burgués: el “hombre”.
Veamos como lo combate Louis Althusser:
“Todo esto es muy simple. Todo el mundo “comprende” las palabras: hombre, hacer, historia, conocer. Hay sólo una palabra un poco complicada, una palabra de “filósofos”: la “trascendencia”, o “negación de la negación”. Pero, si lo quisiera, ¿podría John Lewis decirlo más simplemente? En vez de: el hombre hace la historia trascendiéndola por la “negación de la negación”, podría decir: el hombre hace la historia transformándola, etc. ¿Acaso no sería más simple?
Sin embargo, queda una pequeña dificultad. Cuando John Lewis dice que el hombre “hace” la historia, todo el mundo comprende. O, más bien, todo el mundo cree comprender. Pero cuando se trata de ir un poco más allá en la explicación, cuando John Lewis se plantea honestamente (en su interior) la pregunta, “¿cómo hace el hombre para hacer la historia?”, entonces percibimos que había un delicado problema allí donde todo parecía simple, una cierta oscuridad allí donde todo parecía claro.
¿Qué está oscuro? La pequeña palabra hacer (en la tesis: “El hombre hace la historia”). En efecto, ¿qué puede querer decir esta pequeña palabra: hacer, cuando se trata de historia, claro está? Porque cuando se dice: “hago una estupidez” o “hago la vuelta al mundo”; o cuando un mueblero dice “hago una mesa”, etc., todo el mundo sabe bien qué quiere decir hacer. Pero, ¿hacer la historia? ¿Qué puede querer decir esto? El hombre que hace la historia, ¿quién es? ¿Conocen ustedes esta “especie de individuo”, como decía Hegel?
Es entonces cuando John Lewis pone manos a la obra. No rehúye la dificultad: la afronta. Y nos explica.
Dice: “hacer”, en el caso de la historia, quiere decir “trascender” (negación de la negación), quiere decir transformar la materia prima de la historia existente superándola. Bien.
El mueblero que “hace” una mesa, también él, tiene ante sí una “materia prima existente”: la madera. Y transforma la madera en mesa. John Lewis no diría jamás que el mueblero “trasciende” la madera para “hacer” de ella una mesa. John Lewis no emplea la “trascendencia” (negación de la negación) más que para la historia. ¿Por qué? En su artículo, John Lewis no se explica.
A mi juicio, John Lewis recurre a su “trascendencia” por la siguiente razón: la “materia prima” de la historia, es ya historia. La materia prima del mueblero es la madera. Pero jamás el mueblero que “hace” la mesa dirá que él “hace” la madera, porque sabe muy bien que “la naturaleza produce” la madera.
Ahora bien, para John Lewis, ¡el hombre ya ha hecho la historia con la cual hace la historia! Entonces, en la historia, el hombre lo produce todo: no sólo el resultado, el producto de su “trabajo” (la historia), sino ante todo la materia prima que él transforma (la historia) en historia.
¿Conocen ustedes bajo el cielo a un ser dotado de semejante poder? Sí: existe en la tradición de la cultura humana. Es Dios. Sólo Dios “hace” la materia con la cual “hace” el mundo. Pero hay una diferencia muy importante; el Dios de John Lewis no está fuera del mundo, el hombre–dios creador de la historia no está fuera de la historia: está dentro. ¡Esto es infinitamente más complicado! Y puesto que el pequeño dios humano omnipotente de John Lewis a saber, el “hombre”, está en la historia (“en situación”, como decía Jean–Paul Sartre), por eso mismo John Lewis le da no un poder de creación absoluto (cuando todo se crea, resulta relativamente fácil: ¡ningún condicionamiento!), sino algo todavía más sorprendente: el poder de “trascendencia”, de poder negar–superar indefinidamente hacia lo alto la historia limitante en la cual vive, el poder de trascender la historia por la libertad humana”.
¿Qué nos ha aclarado Althusser?
En la tesis “el hombre hace la historia” está concentrada, tanto en John Lewis como en Ernesto Laclau, la posición y punto de vista del humanismo burgués. Que parte de la idea de “el hombre” como un nuevo Dios cuya libertad no admite límite alguno, que “hace” la historia al margen y por encima de las condiciones sociales e históricas.
“El hombre” o “los hombres” de John Lewis y Laclau, se corresponden al “hombre burgués”, la concepción burguesa del hombre, corazón de todas las filosofías humanistas y sustento de la ideología burguesa.
Esta es la versión burguesa de la concepción idealista de la historia propia de todas las clases explotadoras.
Althusser se pregunta: “¿por qué estos comunistas entonan abiertamente, desde los años 60, la filosofía de la libertad pequeñoburguesa declarándola marxista?”.
Es un combate, en el terreno filosófico, entre el marxismo y el revisionismo, que reproduce en el seno del movimiento obrero las concepciones del humanismo burgués. Se trata, pues, de lucha de clases en la teoría.
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