miércoles, 24 de agosto de 2016

Los 25 puntos de Pekín





La más importante experiencia del movimiento comunista internacional consiste en que el desarrollo y el triunfo de una revolución dependen de la existencia de un partido revolucionario del proletariado. 






En junio de 1963, el Partido Comunista de China envía una larga carta al Comité Central de Partido Comunista de la Unión Soviética, exponiendo ante los revolucionarios de todo el mundo las graves divergencias estratégicas y de principios que dividen en aquellos momentos a un Movimiento Comunista Internacional que está a punto de escindirse, como dice nuestra Línea, en “dos posiciones de clase antagónicas, dos corrientes ideológicas y políticas irreconciliables: el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsé Tung y el revisionismo contemporáneo”.
Debe haber un partido revolucionario. 
Debe haber un partido revolucionario creado sobre la teoría revolucionaria marxista-leninista y en el estilo revolucionario marxista-leninista. 
Debe haber un partido revolucionario que sepa integrar la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución en su propio país. 
Debe haber un partido revolucionario que sepa ligar estrechamente la dirección con las amplias masas populares. 
Debe haber un partido revolucionario que pueda defender la verdad y corregir los errores y que sepa hacer la critica y la autocrítica. 
Sólo un partido revolucionario de este tipo es capaz de conducir al proletariado y a las amplias masas populares a la victoria sobre el imperialismo y sus lacayos, lograr el triunfo definitivo de la revolución democrática nacional y conseguir la victoria de la revolución socialista. 
Si un partido no es un partido revolucionario proletario, 
sino un partido reformista burgués; 
Si no es un partido marxista-leninista sino un partido revisionista; 
Si no es un partido de vanguardia del proletariado, 
sino un partido que va a la cola de la burguesía; 
Si no es un partido que representa los intereses del proletariado y las amplias masas trabajadoras, sino un partido que representa los intereses de la aristocracia obrera; 
Si no es un partido internacionalista, sino un partido nacionalista; 
Si no es un partido que sea capaz de pensar y juzgar por sí mismo y adquirir un conocimiento exacto de la tendencia de las diferentes clases en su propio país  mediante una seria investigación y estudio, y que sepa aplicar la verdad universal del marxismo-leninismo e integrarla con la práctica concreta de su propio país, sino un partido que repite ciegamente las palabras de otros, copia la experiencia ajena sin análisis, y da virajes siguiendo el bastón de mando de ciertas personas del extranjero, o sea, un partido que es una ensalada surtida en que hay de todo: revisionismo, dogmatismo y otras cosas, menos principios marxistas-leninistas. 
Entonces, semejante partido no puede en absoluto dirigir la lucha revolucionaria del proletariado y las amplias masas populares, conquistar la victoria de la revolución, ni cumplir la gran misión histórica del proletariado. 
Esta es una cuestión sobre la cual todos los marxistas-leninistas, todos los obreros políticamente concientes y todos los progresistas del mundo tienen que reflexionar a fondo. 

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