sábado, 29 de abril de 2017

Este1 de mayo...





El mundo ha entrado en un periodo de cambios acelerados con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos.
 










Las acciones militares de las últimas semanas pone de manifiesto que la fuerza militar ocupa un papel central en la imposición de la hegemonía norteamericana. Amenazan la paz mundial.


Para España va a significar más intervención económica, militar y política. El FMI, la UE, la banca y los monopolios quieren más reforma laboral, convertir en estructural lo que han conseguido en estos años de crisis para garantizar así sus superbeneficios. Y además están duplicando el presupuesto militar de España en la OTAN.

En el terreno político asistimos a una nueva explosión de los casos de corrupción puesta al servicio de una “renovación de la clase política” que permita al imperialismo y la oligarquía seguir imponiendo sus intereses. Los que verdaderamente mandan en España quedan fuera del “foco” de la lucha contra la corrupción. Necesitan un nuevo PP, y para eso hay que “depurarlo”. Cada vez tienen más dificultades, más rechazo social, frente a una mayoría que exige un cambio y un gobierno de progreso y regeneración democrática.

Pero tenemos también una batalla que ganar: la de la unidad de la clase obrera, española o extranjera, y de todo el pueblo trabajador de las nacionalidades y regiones de España, para hacer frente a los recortes y defender la redistribución de la riqueza. Tenemos los mismos enemigos de clase y los mismos intereses: luchar contra sus guerras y sus recortes, y contra la superexplotación de los trabajadores. ¡Que no nos dividan!

¡Por la paz mundial frente a las políticas de Trump! ¡Por una España neutral e independiente! ¡No a la OTAN! ¡No a las bases!

¡Por la unidad sindical para hacer frente a la reforma laboral, la precariedad, los bajos salarios y las pensiones de miseria!¡Por la redistribución de la riqueza! ¡Viva el Primero de Mayo! ¡Viva la lucha de la clase obrera!

miércoles, 12 de abril de 2017

Centenario de la Revolución de Octubre

CUANDO EL MUNDO EMPEZÓ A CAMBIAR DE BASE

Lo que ha sucedido en el último siglo en el mundo, y los principales acontecimientos de la actualidad, no pueden comprenderse sin tener en cuenta los efectos de un terremoto histórico, con epicentro en la Rusia de 1.917, y cuyas réplicas siguen hoy sacudiendo el mundo



En la noche del 6 al 7 de noviembre de 1.917 (24 y 25 de octubre según el calendario juliano, vigente entonces en la Rusia ortodoxa) los bolcheviques toman el poder en Moscú. Ese dí­a la revolución comunista deja de ser "un fantasma que recorre Europa" para convertirse en una realidad. Y la consigna anunciada en la Internacional casi un siglo antes -"los nada de hoy todo han de ser"- calificada de utopí­a imposible, es un hecho incuestionable.

En ese momento, el mundo cambió.

Se habían vivido muchas revoluciones, pero siempre habían sido unas clases explotadoras las que desalojaban del poder a otras. Como hizo la burguesía con la aristocracia. Jamás los esclavos o los siervos lo hicieron, ni siquiera llegaron a planteárselo.

Pero en octubre de 1.917 fueron los obreros rusos, y con ellos el conjunto del pueblo, los que se sentaron en el trono. Por primera vez en la historia, los explotados tomaban el poder.

Este acontecimiento sin precedentes solo fue posible porque el proletariado se organizó en su propio partido, los bolcheviques, y enarboló su propia teoría, el marxismo. La burguesía había hecho lo propio para hacer su revolución contra el feudalismo, pero como clase dominante prohibía que el proletariado pudiera imitarlo.

Hoy, justo cien años después, nos dicen que la Revolución de Octubre es “una lección de historia más”, que forma parte de un pasado que ha muerto definitivamente y que nada tiene que ver con el presente.

Por el contrario, todo lo que ha sucedido en el último siglo en el mundo, y los principales acontecimientos de la actualidad, no pueden comprenderse ni explicarse sin tener en cuenta los efectos de un terremoto histórico, con epicentro en la Rusia de 1.917, y cuyas réplicas siguen hoy sacudiendo el mundo.

De febrero a octubre de 1.917. Nueve meses que estremecieron al mundo

… Y una chispa incendió la pradera

Al comenzar 1.917 Rusia continúa viviendo bajo el dominio de la autocracia zarista, y la Iª Guerra Mundial había convertido en un infierno la vida de la inmensa mayoría de la población. Pero al finalizar ese mismo año, se ha convertido en la referencia de la revolución más avanzada, en el ejemplo que todos los pueblos del mundo quieren seguir.

Comprender como en un periodo de tiempo tan breve se produce un cambio de tal magnitud es el propósito de esta primera entrega.

Los meses que van de febrero a octubre de 1.917, desde el triunfo de la revolución burguesa a la victoria de la revolución proletaria, son de una extraordinaria intensidad. Los acontecimientos se atropellan unos a otros. El largo sueño de los explotados por fin va a realizarse.

Nos han presentado que el triunfo de la Revolución de Octubre fue en realidad un “golpe de Estado” obra de una minoría, los bolcheviques, y resultado del “genio táctico” de un hombre, Lenin.

Nosotros queremos reflejar como, durante esos meses, el conjunto del pueblo y el proletariado ruso hizo historia, con mayúsculas. Y con ellos, los bolcheviques y Lenin expresando sus más hondos anhelos y deseos.

Este periodo sintetiza como ningún otro la vida de Lenin. Estos meses nos dan un fiel retrato de su voluntad decidida de hacer la Revolución sin escatimar esfuerzos, sin regatear tareas. Son la constatación de que “nada es imposible bajo los cielos si uno se atreve a escalar las más altas montañas”.

La revolución de Octubre sólo fue posible, una vez dadas las condiciones objetivas, por el sistemático combate desarrollado por Lenin contra las posiciones “conciliadoras” que llegaban al mismo Comité Central del Partido Bolchevique. Y, al mismo tiempo, por empeñarse en hacer realidad la consigna de: “organización, organización, y más organización siempre y en todas partes, en cada distrito, en cada barrio, en cada unidad”.

Porque un solo hombre, o incluso un pequeño grupo de hombres, nada pueden hacer, por muy justa que sea su linea, sin la participación activa del conjunto del pueblo, sin su organización y movilización.

En 1.914 estalla la Iª Guerra Mundial. El imperio ruso, encabezado por una autocracia zarista odiosa para la población y que es un residuo anacrónico en pleno siglo XX, participa aliándose con Francia e Inglaterra.

Como en muchos otros países europeos, los socialdemócratas rusos, los “mencheviques” encabezados por Kerenski, se pasan con armas y bagajes al campo del imperialismo. Votan los presupuestos de guerra, y colaboran con el Estado zarista y la burguesía en crear un amplio clima de opinión “chauvinista” entre el pueblo dirigido a presentar la guerra de rapiña imperialista como una guerra “en defensa de la patria”.

Los bolcheviques encabezarán en solitario la oposición a la guerra, bajo la consigna de “convertir la guerra imperialista en guerra revolucionaria”. Llamando a los soldados a que confraternicen en el frente con los soldados alemanes y vuelvan sus fusiles para derrocar a la autocracia zarista.

Durante los tres años transcurridos entre 1.914 y 1.917, los bolcheviques impulsarán una frenética carrera de propaganda y organización, entre el pueblo ruso, entre los soldados... En las peores condiciones posibles, donde en ocasiones los agitadores bolcheviques son perseguidos y apedreados en sus mítines contra la guerra.

La revolución de febrero

Después de 3 años de padecimientos y miseria provocados por la guerra, comienzan en San Petersburgo grandes demostraciones populares que reclaman ‘pan y paz’.

El 18 de febrero se declaran en huelga los obreros de la fábrica Putilov, una de las fundiciones de acero mayores del mundo. 4 días después se les unen los del resto de grandes fábricas de San Petersburgo. 24 horas más tarde (8 de marzo para el calendario occidental, Día de la Mujer trabajadora) miles de mujeres salen a la calle contra el hambre, la guerra y el zarismo. A las 48 horas eran ya 200.000 los obreros en huelga y el movimiento revolucionario se había extendido a toda la ciudad. El 26 de febrero, las huelgas y manifestaciones se convierten en una insurrección obrera y popular que termina en una matanza a manos de la policía zarista.

Es el principio del fin. Ese mismo día, los soldados de la guarnición de San Petersburgo abren fuego, pero no contra los obreros, sino contra la policía zarista. Al día siguiente, las tropas de la capital anuncian que se niegan a disparar contra los obreros y se pasan a su lado, levantándose en armas y deteniendo a ministros y generales zaristas. Cuando la noticia del triunfo revolucionario en la capital llega al resto de grandes ciudades rusas, obreros y soldados empiezan a derribar a los representantes de la autocracia zarista. Cae el zar, la revolución democrática ha triunfado.

Al igual que en 1905, se forman rápidamente los Soviets de diputados obreros –a los que en esta ocasión se suman los soldados (un 40% de los obreros industriales estaban movilizados en el frente)–, que se convierten inmediatamente no sólo en el punto de referencia político y organizativo de las masas movilizadas, sino en auténticos órganos de la insurrección armada y, al mismo tiempo, en el germen del nuevo poder revolucionario.

Pese a que la Revolución de Febrero es realizada esencialmente por los obreros y los soldados revolucionarios, la correlación de fuerzas en los Soviets favorable a socialdemócratas y social-revolucionarios da lugar a un gobierno burgués (“de la burguesía y de los terratenientes aburguesados”, como lo llamará Lenin), que asume la forma de gobierno de coalición. La burguesía y el imperialismo incluyen en el gobierno oficial (dispuesto a continuar la guerra) a la socialdemocracia de Kerenski, en un intento de darle un “barniz socialista” y tratar de obtener así una base social de apoyo entre las masas. En palabras del embajador inglés “la socialdemocracia es la última y casi la única esperanza de salvación para nosotros”.

En febrero de 1.917 la rebelión del pueblo ruso ha echado abajo el zarismo. Pero la revolución burguesa es incapaz de satisfacer las principales demandas de la población. Un callejón sin salida que solo se resolverá en octubre, con la revolución proletaria.

jueves, 6 de abril de 2017

¿La novedad de las “puertas giratorias”?




Lenin nos muestra cómo el capital financiero es la fusión de un puñado de grandes bancos con el capital industrial.





Pero esta fusión conlleva también la “unión personal” de grandes banqueros y grandes industriales, desde el intercambio de directivos, la participación simultánea en los distintos consejos de administración o las “uniones familiares”.


Hasta tal punto se produce este intercambio de acciones cruzadas, directivos y consejeros comunes entre los grandes grupos monopolistas que el gobierno Zapatero sacó una ley en octubre de 2007, gracias a la cual está permitido legalmente ocultar las participaciones que los grandes bancos y empresas poseen en muchos otros.

Esta unión de banqueros y grandes industriales se completa con la unión personal de ambos con el gobierno.

En el actual gabinete del PP, Cristóbal Montoro trabajó para la CEOE. Luis Ángel Rojo pasó del Banco de España al Santander. Luis de Guindos, viene de Lheman Brothers, el banco norteamericano que con su caída desató la actual crisis ...

José María Aznar dejó el mullido sillón del Consejo de Estado por la llamada del magnate Rupert

Murdoch para integrarse en el consejo de administración del gigante mediático editor deThe Wall Street Journal y The Times y propietario de cadenas de televisión como CNBC, Sky News y Fox, entre otras. También formó parte del comité asesor del fondo de inversión Centaurus, de la financiera norteamericana Doheny Global Group, de la inmobiliaria estadounidense JER Partners. De 2011 a 2014 estuvo en el consejo de administración de la española Endesa (por 300 mil euros anuales), compañía privatizada durante su mandato. Ha actuado como intermediario, en los acuerdos de Abengoa con la Libia de Gadafi. Es miembro o consejero de varias grandes empresas, bufetes jurídicos o consultoras de alcance global. Es una incógnita el importe de su nómina en todos los puestos que ocupa, salvo en algún caso cuyo cargo es meramente honorario.

Felipe González, no llegó a entrar en el Consejo de Estado, fue directivo durante 4 años y medio de Gas Natural Fenosa. José Luis Rodríguez Zapatero optó por el mismo camino de abandonar el Consejo de Estado para presidir el consejo asesor del alemán Institute for Cultural Diplomacy.

Pero esta no es una característica de la “corrupta España”, por el contrario, este es el pan de cada día en el capitalismo monopolista.

El actual presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, fue un alto directivo del banco de inversión norteamericano Goldman Sachs, el mismo que ayudó al gobierno griego a falsear sus cuentas para poder entrar en el euro. Durao Barroso, expresidente de Portugal primero y de la Comisión Europea después, ahora es Chairman del mismo banco, Goldman Sachs.

En EEUU, la relación viene de lejos.

“si nos remontamos a los principios de la dinastía de los Rockefeller, podremos comprobar que, ya en la época de su fundador, la Standard Oil contó para su expansión exterior con la estrecha colaboración de las instituciones políticas estadounidenses. El propio John D. Rockefeller anotaría en su libro autobiográfico que "una de las entidades que más nos ha ayudado ha sido el Departamento de Estado", aunque se le olvidara añadir que, para hacer más grata esa ayuda, muchos de los embajadores y cónsules norteamericanos figuraban en la nómina de la Standard, percibiendo a cambio de sus servicios las oportunas compensaciones económicas”. Cabe anotar, que el departamento de Estado norteamericano es lo equivalente a nuestro ministerio de asuntos exteriores.

La Administración Bush es uno de los ejemplos más claros: Dick Cheney, el vicepresidente, era directivo de Halliburton, del City Group. Condoleezza Rice, secretaria de estado, había sido previamente alta directiva de la petrolera Chevron, participada a su vez por el City Group. Rumsfeld, secretario de defensa, es directivo y accionista de empresas de biotecnología, a su vez relacionadas con el City Group.

Kissinger, el incombustible secretario de Estado de varios presidentes, está formado en los foros en
instituciones de la Fundación Rockefeller, lo mismo que Brzezinski y muchos más.

La Bayer cuenta con 400 ex altos cargos de su empresa que son diputados del Parlamento nacional alemán o de los landers. Los reúne cada mes para establecer estrategias.

La lista resulta interminable, porque ésta es una de las características del capital financiero: la unión
personal, un viejo concepto que ahora aparece como novedad en las llamadas “puertas giratorias”.

La realidad es que en la época del Imperialismo, el Estado pasa a estar en manos de las oligarquías
financieras, poniéndose al completo servicio de sus intereses. Por un lado seguirá siendo el árbitro de sus intereses impidiendo que un pequeño sector se haga con todo el poder, fruto de la concentración económica, estableciendo leyes que lo impidan y garantizando la competencia entre ellos, mecanismo necesario para conquistar nuevos mercados. Por otro seguirá siendo el instrumento para imponer al conjunto de clases las condiciones y medidas que le interesen, y será también el imprescindible instrumento para defender los intereses de sus monopolios en el exterior, poniendo a su servicio los medios necesarios para ejercer el control político, el chantaje económico y la amenaza militar.

lunes, 3 de abril de 2017

El feminismo socialista, Aleksandra Kollontái (1872-1952)



La historia de Aleksandra Kolontái es la historia del feminismo socialista y de la revolución rusa protagonizada por las mujeres.
 


Durante un breve periodo de tiempo Aleksandra soñó con un mundo utópico en el que las mujeres se liberaran de lo que ella consideraba sus principales ataduras sociales: la familia, la sexualidad y la maternidad. A pesar de que sus logros no se prolongaron en el tiempo, su vida fue sin duda excepcional y dejó una importante huella en el feminismo europeo de principios del siglo XX.


Una aristócrata rebelde
Aleksandra Mijáilovna Kollontái nació el 31 de marzo de 1872 en el San Petersburgo de los zares, en el final de la esplendorosa época de la Rusia Imperial. Pertenecía a una familia aristocrática rusa de origen ucraniano que anclaba sus raíces más allá del siglo XIII. Su padre, Mikhail Alekseevich Domontovich, era un general al servicio del zar, y su madre, Alexandra Androvna Masalina-Mravinskaia provenía de una familia de campesinos finlandeses que había hecho una gran fortuna en la industria maderera.


Aleksandra estuvo siempre muy unida a su padre, quien inculcó en la joven el interés por la historia y la política desde una óptica liberal. Con su madre tendría algún que otro conflicto, sobre todo cuando mostró interés por continuar sus estudios, algo que para su madre, no era apto ni necesario para una mujer.


La infancia de Aleksandra fue una infancia feliz gracias a la situación acomodada de su familia. A los 19 conoció al que sería su marido, Vladimir Ludvigovich Kollontai. Este no sería del agrado de su madre, pues era un joven estudiante de ingeniería de origen modesto. El enfrentamiento con su madre no serviría de mucho al futuro de la pareja pues Aleksandra, tras afiliarse en 1896 al partido socialista abandonó a su marido y su hijo para estudiar en Zúrich, centro neurálgico de las jóvenes estudiosas afines a las ideas socialistas. En 1899 se afiliaba al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso iniciando a partir de entonces una carrera trepidante hasta formar parte activa en la revolución bolchevique de 1917.


A la sombra de Lenin

Después de convertirse en la primera mujer elegida por el Comité Central del Partido Bolchevique ese mismo año de 1917, Aleksandra Kollontai se sumergió en la dirección de la Organización de Mujeres Soviéticas conocida como Zhenodtel en 1920 gracias a su nombramiento por parte de Lenin.


Siguiendo las ideas marxistas que situaban a la familia burguesa en el centro de unas estructuras sociales opresivas e inmorales propias del capitalismos, Aleksandra definió su política social y feminista alejada de la estructura familiar. Para ella, como para muchos socialistas, era necesario eliminar el concepto de la familia patriarcal opresora y trasladar la responsabilidad de los hijos y el hogar a la sociedad. Para ello, Lenin y Kollontai imaginaron una red de instituciones como casas-cuna y guarderías, restaurantes y lavanderías públicos, que liberaran a las mujeres de las tareas del cuidado de los niños y de la casa1.


Durante los primeros años de la revolución rusa, la directora de la Zhenodtel promulgó varias leyes que liberarían a las mujeres a través de sus ideas socialistas. Le dio al matrimonio un carácter civil e igualitario entre cónyuges, facilitó el acceso al divorcio por ambas partes y consiguió la protección estatal a madres e hijos a la vez que hizo gratuita la asistencia maternal en los hospitales.


Los sueños utópicos

A pesar de la Aleksandra Kollontai consiguió avanzar en buena medida en la liberación de las mujeres rusas, dos fueron sus puntos débiles. Por un lado, toda su obra política estaba demasiado ligada a la figura de Lenin quien, en el momento en que dejó de darle su apoyo destituyéndola de la dirección de la Zhenodtel, hizo decaer su influencia política. La destitución vino provocada en buena medida por uno de los puntos del programa ideológico de Kollontai: además de defender la liberación de la mujer alejándola del hogar y de la maternidad, la liberación sexual debía ser el siguiente paso. Pero sus ideas demasiado modernas para su tiempo fueron rechazadas no sólo por Lenin, sino también por muchas mujeres socialistas con unas ideas tradicionalistas demasiado arraigadas.


Por otro lado, su intención de sustituir a la familia por un estado socialista que se hiciera cargo de los roles domésticos, tampoco dio sus frutos. La guerra civil que devastó Rusia tras la revolución bolchevique, trayendo hambre, muerte y desolación, hizo que los que sobrevivieron se aferraran a las instituciones tradicionales, entre ellas la familia.


Así, en 1922, la voz de Aleksandra Kollontai perdió fuerza. Lenin la relegó de su cargo y le asignó tareas diplomáticas. Sin saberlo, Aleksandra se convertiría en la primera mujer embajadora del mundo.


Durante más de 20 años, la gran defensora del socialismo feminista transmitió sus ideas por Europa y Estados Unidos. Mientras Aleksandra defendía con orgullo y profundo convencimiento sus ideas por medio mundo, en la nueva Unión Soviética, Stalin revocaba parte de las leyes que ella había promulgado en defensa de los derechos de la mujer.


Un gran número de artículos y discursos así como varios libros y su propia autobiografía dejaron por escrito sus ideas, sentando las bases del movimiento feminista socialista.


Aleksandra Kollontai moría el 9 de marzo de 1952 en Moscú. Tenía 79 años.