martes, 23 de mayo de 2017

De la Guerra de la Independencia al desastre del 98 (3)




Crisis del 98: La última amputación







España cierra el siglo XIX con la amputación de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y varias islas del Pacífico por parte de EEUU, la nueva potencia en ascenso. El último acto del desmembramiento del imperio español no era la conclusión lógica de la liberación de los pueblos bajo dominio español. Cuba no era una colonia al uso, sino que en realidad formaba parte del territorio nacional.

El General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba, al final de la guerra y cuando EEUU ha impuesto su dominio sobre la isla, afirma: “Tristes se han ido ellos y tristes nos hemos quedado nosotros; porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba la paz con España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles, con los que siempre nos encontramos frente a frente en el campo de batalla. Pero la palabra, Paz y Libertad no debía inspirar más que concordia entre los encarnizados contendientes de la víspera. Pero los norteamericanos lo han amargado todo con su tutela impuesta por la fuerza”.

La pérdida de Cuba sería comparable a que en la actualidad se perdiera Andalucía o Canarias. No es sentida como la pérdida de una colonia, sino como la amputación de parte del territorio nacional.


I.- Las relaciones de Cuba con España durante el siglo XIX rebasan ampliamente las establecidas entre una metrópoli y sus colonias. En muchos aspectos el desarrollo cubano supera al de la España peninsular.
           
A lo largo de los siglos XVIII y XIX, Cuba alcanza un grado de dinamismo y desarrollo económico, industrial y comercial que la convierten en una plaza importantísima del mercado mundial.
Los once meses de dominación inglesa en 1762 introducen plenamente las relaciones capitalistas, abren el azúcar cubano al mercado mundial, y dinamizan drásticamente las estructuras económicas de la isla.
Cuba va a convertirse en el primer productor mundial de azúcar, pasando de aportar el 13% de toda la producción del planeta en 1800 al 31% en 1835. El azúcar era en esos momentos el primer producto básico del comercio mundial.
Así mismo, Cuba es también el primer productor mundial de bananas y posee una importante industria tabaquera.
·         Sobre esta base, Cuba emprende un fulgurante desarrollo económico, político y social, por encima de la metrópoli peninsular.
Diez años antes que la península, se levantan en Cuba las primeras vías férreas, así como las primeras comunicaciones telefónicas. Las universidades cubanas están mucho más avanzadas que las españolas. Y los salarios de los trabajadores en la isla son considerablemente más elevados que en España.
 A finales del siglo XIX, la renta per cápita de Cuba sólo era comparable en América a la de unos pocos Estados ricos de EEUU (Nueva York, Massachusets, Nueva Jersey,...), y muy superior a la de España o al de la inmensa mayoría del resto de Estados de EEUU.
·         El desarrollo cubano genera una oligarquía criolla dinámica y poderosa económicamente, que gobierna de facto la isla, con un grado de autonomía notable, y establece una nueva relación con la metrópoli.
La oligarquía criolla –una “sacarocracia” de grandes propietarios azucareros vinculados al mercado mundial– emerge como poder local. Se entronca familiarmente con los mandos militares peninsulares y las altas jerarquías de la administración colonial. Bajo la presencia de un capitán general, es la oligarquía local quien gobierna de facto la metrópoli, ennobleciéndose y acaparando los cargos políticos y militares. Cuba se convierte en un caso insólito de colonialismo: nunca antes –ni después– una colonia dispuso de un ejército colonial formado y dirigido por una burguesía criolla.
Es un triunfo económico y político criollo que arranca de España un régimen de autonomía de facto.
           
-Esta es una situación -donde la colonia se desarrolla a un nivel superior que la metrópoli y adquiere una notable autonomía política- incompatible con la lógica tradicional del imperialismo. Lo que lleva, por ejemplo, a  Adolphe Jovillet (uno de los más lucidos analistas franceses de la época) a afirmar, en 1841, que Cuba no era una colonia.

II.- El desarrollo económico cubano será una base fundamental de acumulación de capital para la oligarquía española. Pero los lazos de unidad entre Cuba y España sobrepasan con mucho el ámbito de las clases dominantes para impregnar al conjunto de la sociedad, a ambos lados del Atlántico.

El monopolio del comercio trasatlántico, los beneficios del mercado cautivo cubano, o los capitales invertidos en la isla, y posteriormente repatriados a España, serán la base del desarrollo de importantes sectores oligárquicos.
El Banco de Santander se funda en 1856 para financiar el comercio exterior, principalmente hacia Cuba. Y la repatriación de los capitales invertidos en Cuba serán la base de la creación del Banco Hispano Americano o la refundación de Banesto.
Muchas fortunas oligárquicas nacen y se desarrollan al calor del monopolio de sectores del comercio con Cuba. Y la burguesía catalana tiene en Cuba un mercado cautivo, que compensa el escaso desarrollo del mercado español, hacia el que se dirigen el 60% de sus exportaciones.
·         Pero los profundos lazos de unidad entre Cuba y España impregnan al conjunto de la sociedad, y se expresan en la masiva inmigración española.
Entre 1868 y 1894 llegan a Cuba un millón de peninsulares, para una población de millón y medio. No son una élite colonial -como es norma habitual en otras posesiones coloniales- sino la mitad de la población, procedente de todos los sectores sociales, desde élites comerciales a soldados o trabajadores atraídos por las mayores oportunidades de la isla. Se van a fundir con el pueblo, a través de numerosos matrimonios mixtos, formando parte integrante de la sociedad cubana y familias con ramas a ambos lados del Atlántico.
José Martí, líder de la independencia, declaró que no iba contra su padre valenciano y su madre canaria. Y la mayoría de los españoles emigrados -hasta  700.000- se quedarán en Cuba tras proclamarse la independencia.
Sólo desde aquí es posible entender que la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas sea percibida como la amputación de una parte del territorio nacional, y provoque una auténtica crisis de la conciencia nacional. Un fenómeno que no se había producido décadas antes, aunque las pérdidas territoriales fueran entonces mucho más numerosas.

III.- La independencia de Cuba es el resultado de un plan diseñado y ejecutado por los círculos más agresivos de la burguesía norteamericana (los “jingoes”, equivalentes a los actuales “halcones”). EEUU ocupará militarmente la isla, estableciendo los mecanismos de control e intervención imperialista que permitirán convertir Cuba en dominio exclusivo del capital norteamericano.

En 1885, los estrategas norteamericanos expusieron un plan que se cumplirá milimétricamente: el control del Caribe como escala imprescindible de la expansión norteamericana, y la construcción de un canal transoceánico que impulsara el comercio y le permitiera el control de los dos océanos.
Entre 1850 y 1857 se suceden diversos complots de sectores cubanos partidarios de la anexión, con el respaldo norteamericano. La presentación de un proyecto de amplia autonomía desde España precipitará la ejecución de los proyectos norteamericanos. Cuando Roosevelt –entonces secretario de Defensa, posteriormente presidente, y representante político de los “jingoes”– anuncia que “hemos construido una escuadra que arrasará el Caribe”, los acontecimientos se precipitan.
El hundimiento del Maine hará el resto. El primero de los autoataques norteamericanos será la bandera de una campaña: “Recordar el Maine”, que terminará con la declaración de guerra a España.

·         EEUU se había convertido, ya bajo la dominación española, en el poder económico dominante en Cuba.
EEUU compraba el 95% del azúcar cubano y el 87% de sus exportaciones. Y a Cuba acudían el 38% de las exportaciones norteamericanas.
La influencia norteamericana se apoya en sectores de la burguesía media-alta criolla. Influyentes en la vida económica y política de la isla,  se deslizan desde mediados del XIX hacia posturas próximas al anexionismo con EEUU. Estos sectores forman el partido de la burguesía criolla, el PLA, cuyo líder declarará que “el azúcar es el cordón umbilical que nos une a EEUU, y a través del cual éste nos envía su sangre, el dinero”.
Al mismo tiempo, Washington va a marginalizar a los sectores independentistas nucleados en torno al  Partido Revolucionario de José Martí, cuya base social está en los sectores populares, y la población negra, y que son un peligro tanto para EEUU como para los grandes propietarios azucareros.
Una vez concluida la guerra, EEUU dedicará sus esfuerzos a desarmar al ejército independentista de Martí, cuyos miembros se niegan, en una amplia mayoría, a aceptar el sometimiento a EEUU o las órdenes de generales norteamericanos.
·         Tras la “independencia”, EEUU impone en la constitución cubana la enmienda Platt, donde literalmente se establece que “el gobierno de Cuba consiente que los EEUU puedan ejercer el derecho de intervenir para preservar la independencia cubana y el mantenimiento de un gobierno adecuado para la protección de la vida, las propiedades y los intereses norteamericanos”.
Las tropas norteamericanas ocuparán el país durante tres años, y organizan un nuevo Estado bajo su completa dependencia. Ese “derecho a intervenir” volverá a ser utilizado por EEUU en 1922, permaneciendo otra vez varios años. Entonces formarán la Guardia Nacional, cuerpo del que surgirá la saga de dictadores de los Batista.
·         La agresión norteamericana, desgajando Cuba de España e imponiendo su dominio colonial sobre la isla, va a marcar el principio de una nueva relación de solidaridad entre España y el conjunto del mundo hispano.
Se recupera el sentido de una hispanidad compartida, sobre un profundo sentimiento antiimperialista común contra el dominio norteamericano.
Tiene su base en el rechazo a la intervención norteamericana. Así lo expresarán los miembros del Partido Revolucionario de Martí, una vez que se consuma que la independencia ha sido transformada en una relación colonial con EEUU.
Se produce entonces una corriente de solidaridad a ambos lados del Atlántico, con una profunda base antiimperialista, que exalta las bases de la hispanidad como bandera frente a EEUU. Un ejemplo destacado será Rubén Darío, en el terreno cultural, desde Centroamérica, que va a convertirse en el siguiente escalón de las agresiones norteamericanas en el continente

lunes, 22 de mayo de 2017

De la Guerra de la Independencia al desastre del 98 (2)





El siglo XIX español








I.- España abre el siglo XIX con una brutal agresión imperialista, la invasión de hasta 300.000 soldados franceses, y lo cierra con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, un zarpazo al territorio nacional a manos de la nueva potencia emergente, EEUU. 


Durante el siglo en el que el capitalismo se convierte en el modo de producción dominante en el mundo, España es degradada a una relación equiparable a la de una semi-colonia y su desarrollo está determinado por la intervención de las principales potencias, especialmente Inglaterra y Francia.


            -El pensamiento dominante, a derecha y a izquierda, nos presenta un retrato del siglo XIX español dominado por la disputa entre liberales y absolutistas, entre modernidad y reacción. Que achaca el retraso económico y político de nuestro país a los demonios familiares internos o al peso de las élites reaccionarias locales.
            Frente a estas concepciones, ampliamente difundidas, Pierre Villar -uno de los más destacados hispanistas- nos enfrenta a la realidad de un país sometido a la creciente intervención de las potencias más poderosas:
            “Políticamente débil, España será tratada por el extranjero como zona de influencia. La intervención de 1823, las posiciones adoptadas en torno a los matrimonios españoles, las intrigas en torno a Espartero y Narváez, son otros tantos episodios de la rivalidad anglo-francesa en torno a España. Habría que reconstruir el papel de Inglaterra en el distanciamiento de las colonias, en el control de los yacimientos mineros, en los esfuerzos de Cobbden contra el proteccionismo textil, en las tendencias de Mendizábal, Espartero y los librecambistas. España escapó a la suerte de satélite que aceptó Portugal, pero sus riquezas y su posición no cesaron de atraer las intrigas extranjeras”.
            Tanto Inglaterra como Francia se disputan su dominio sobre España, coincidiendo en someter al país a una permanente intervención y postración y en impedir el desarrollo de un capitalismo autóctono que se enfrente a sus intereses.
            Esta disputa entre ambas potencias ofrecerá durante el siglo XIX dos líneas con objetivos y proyectos diferenciados. París busca perpetuar su dominio político directo sobre España, como vía para apoderarse de las riquezas nacionales y especialmente de los enormes recursos de la América española, potenciando la fragmentación o incluso la anexión de partes del territorio peninsular. Londres dedicará sus esfuerzos a contrarrestar el dominio francés sobre España -clave para mantener el equilibrio de poder europeo en que se asentaba su hegemonía-, impulsando la desmembración del mundo hispano para someterlo a su dependencia, y abriendo el mercado español a la penetración de su capital y mercancías, enarbolando para ello la bandera del librecambismo.
            Mientras Inglaterra lanza sus redes sobre los sectores liberales, transformándolos en una plataforma de intervención británica, Francia se apoyará en los moderados para garantizar sus intereses en España.

            -Esta parte de nuestra historia, la más importante, ha sido borrada de nuestra conciencia. A pesar de que existen numerosos hechos y datos que la acreditan.
            Es necesario ocultar la intervención imperialista sobre España en el siglo XIX español para preservar el dominio actual de las principales potencias sobre nuestro país.

II.- Inglaterra va a impulsar la desmembración del mundo hispano, sometiendo a su dominio a las nuevas repúblicas solo formalmente independientes.
           
En 1823, George Canning, ministro de Exteriores británico, afirma con rotundidad: “No vacilo en decir que debemos separar los recursos de la América española de los de España (…) Merced al capital y a la industria británicas estábamos en efecto apropiándonos nosotros de los recursos de las vastas regiones de Hispanoamérica”.
Dos años más tarde, el propio Canning confiesa como el plan ha avanzado con éxito: “Decidí que si Francia tenía a España, no iba a ser a España con América. Desperté el Nuevo Mundo, para restablecer el equilibrio en el Viejo. La cosa está hecha, el clavo está puesto. Hispanoamérica es libre y si nosotros no gobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa”.
Estas frases del representante británico expresan mejor que mil palabras el papel jugado por Inglaterra en las guerras de la independencia americanas.
Inglaterra alentará las ambiciones independentistas de las oligarquías locales americanas –ligadas ya a Londres por múltiples vínculos económicos-, respaldará militarmente los levantamientos, minará la capacidad de respuesta del Estado español, despachará con los líderes independentistas, formará logias amazónicas como Aflautar o Gran Reunión Americana como centro de las conspiraciones… Más tarde impedirá cualquier proyecto de unidad americana, para dar paso a Estados fragmentados que caen bajo la órbita británica. Apoyándose en las oligarquías locales dependientes, el imperialismo inglés saqueará todas las fuentes de riqueza.
La sumisión a Londres de los principales líderes de la independencia americana la expresa el propio Simón Bolívar, en una carta remitida al embajador británico en 1825: “Este país no está en condiciones de ser gobernado por el pueblo (…) Debemos buscar alivio en Inglaterra, no tenemos otro recurso (…) Si un día llegara cualquier propuesta del gabinete británico para formar gobierno, encontrarán en mí a un promotor seguro y firme de sus deseos”.
·         Estos hechos se enfrentan a toda operación de lobotomización que busca enajenar la conciencia colectiva de los pueblos hispánicos.
En los años 70 del siglo pasado una comisión del Congreso norteamericano encabezada por Kissinger -cerebro de los golpes y dictaduras más sanguinarias impuestas en el continente americano- dictaminó que la causa del atraso del mundo hispano... estaba en la colonización española. Después de dos siglos de dividir, enfrentar, explotar, invadir, intervenir, “panamizar” o “pinochetizar” a Iberoamérica, resulta inverosímil escuchar en amplios sectores de las élites intelectuales progresistas iberoamericanas el anhelo de “ojalá hubiéramos sido colonizados por el mundo anglosajón”. Sin tener la más mínima conciencia de que, de haber sido esto así, el destino de Iberoamérica habría sido el de ver a su población indígena exterminada y recluida en reservas (como ocurrió en EEUU) o el de haberse convertido, literalmente, en el África del Hemisferio Occidental.

III.- Detrás de la sucesión de pronunciamientos militares y abruptos cambios de gobierno que recorren todo el siglo XIX español está la disputa entre Inglaterra y Francia por consolidar y ampliar su dominio sobre nuestro país.
           
A lo largo de todo el siglo XIX en España se suceden los pronunciamientos militares, que dan lugar a cambios de gobierno, encabezados unos por los liberales y otros por los moderados. Tiene su base en las condiciones creadas tras la Guerra de la Independencia, y que se perpetuarán hasta las décadas finales del siglo: desde la falta de organicidad del Estado, tras la caída del Estado borbónico; hasta el activo papel político del ejército, que tanto en las filas progresistas como en las conservadoras es la única plataforma capaz de establecer un rumbo político para el país; o la agitación revolucionaria, enarbolando la Constitución de Cádiz de 1812 frente a los intentos de perpetuación del absolutismo.
Pero, sobre estas condiciones internas, va a actuar como elemento decisivo la intervención exterior, por parte de las principales potencias de la época, Inglaterra y Francia. Un repaso a los principales acontecimientos políticos del siglo XIX español nos permite rastrear la rivalidad entre Inglaterra y Francia por el dominio del país.

· Golpe de Riego (1820): al servicio de los intereses ingleses
El pronunciamiento encabezado por el coronel Rafael de Riego, reinstaurará la Constitución de 1812 y abrirá un periodo de gobierno conocido como el “trienio liberal”. Se extenderá rápidamente por toda España, al conectar con el deseo mayoritario por liberarse de una opresión absolutista particularmente odiosa.
Sin embargo sus conexiones desembocan en la embajada inglesa, a través de las logias masónicas a las que Riego pertenecía y que son una privilegiada vía de intervención de Londres.
Las consecuencias del golpe de Riego son la paralización del envío de tropas que iban sofocar las revueltas independentistas en América -y que Riego debía comandar- acelerando la desmembración del imperio; y en segundo lugar la expansión de la influencia inglesa durante el “trienio liberal”.

· Intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis. (1823): un ejército francés invade y ocupa España
Bajo el amparo de la Santa Alianza (coalición absolutista integrada por Rusia, Austria y Prusia) 95.000 soldados franceses entran en España y derrocan el régimen liberal. Restablecen el poder absolutista de Fernando VII y permanecen entre dos y tres años en España pagados por la Hacienda Pública. En cada organismo importante nombran a una especie de comisario francés, los “hombres de negro” del momento, que actuarán como el auténtico “gobierno en la sombra”.

· Guerras carlistas (1833-1876): un foco de desestabilización manejado por Francia
En 1823 se reinstaura el poder absoluto del monarca y se abre la “ominosa década”, agudizando la represión contra los liberales más revolucionarios (ejecución de El Empecinado o de Mariana Pineda).
Pero la Guerra de la Independencia marca un punto de ruptura que ya no permite la continuidad del Antiguo Régimen. E incluso Fernando VII se ve obligado a hacer concesiones a los liberales.
El impulso al desarrollo del capitalismo va a atacar no solo los privilegios históricos de los grandes propietarios rurales, también de una amplia masa de pequeños campesinos.
Estos conflictos engendrarán, bajo la apariencia de un conflicto dinástico (los partidarios del infante D. Carlos frente al ascenso al trono de Isabel II) la aparición del carlismo.
Pero si el carlismo -cuyas aspiraciones eran un anacronismo incluso en la España del siglo XIX- permanecerá durante casi medio siglo como un permanente foco de inestabilidad, es porque sobre estas contradicciones internas actuará la intervención de las potencias imperialistas.
Los carlistas tendrán su base de operaciones en el sur de Francia (donde las partidas militares disfrutarán de un auténtico “santuario”, tal y como posteriormente ocurrirá con ETA). El carlismo será utilizado por París como un privilegiado instrumento de desestabilización. Como decía el embajador francés de la época “cuanto más suba el carlismo más bajarán las minas de Almadén”. La debilidad del Estado, a la que contribuían las guerras carlistas, permitía obtener a mejor precio la concesión de las valiosas minas de mercurio de Almadén -de las que se extraía un tercio del mercurio mundial- apetecidas por el capital francés.  Del mismo modo, las exigencias de las guerras carlistas serán respaldadas por créditos de los Rothschild franceses, que se convertirán en los dueños de la deuda pública, uno de los negocios más lucrativos para el capital galo.
Mientras Londres enviará tropas a Euskadi y patrocinará un acuerdo que pondrá fin a la primera guerra carlista.

· Golpe de La Granja (1836): revuelta que utilizará Inglaterra.
La Constitución de 1812 se convierte en un referente de progreso para amplios sectores durante todo el siglo. Y la Guerra de la Independencia ha cambiado el viejo ejército aristocrático, dando entrada a mandos procedentes de las clases populares. Un fermento que va a dar lugar a permanentes pronunciamientos liberales.
En 1836, la regente María Cristina destituye al gobierno liberal para sustituirlo por otro de signo moderado. Inmediatamente estallan revueltas populares en numerosas ciudades, encabezadas muchas veces por la Guardia Nacional. Se forman juntas revolucionarias que desafían la autoridad del gobierno y reclaman la reinstauración de la Constitución de 1812.
Empujado por esta movilización un grupo de sargentos de la Guardia Real se sublevan en el Palacio de la Granja de San Ildefonso, donde se encontraba la familia real.
El embajador inglés Villers aprovecha para imponer la inmediata dimisión del gobierno moderado -vinculado a los intereses franceses- encabezado por el Conde de Toreno. Y presiona a la reina regente para nombrar un nuevo gobierno donde avanza la influencia británica.

· De “La Gloriosa” al asesinato de Prim (1868 - 1870): Todas las potencias imperialistas y círculos oligárquicos se movilizan para acabar con el gobierno de Prim, que morirá asesinado.
La revolución liberal de 1868, conocida como “La Gloriosa” no es uno más de los muchos pronunciamientos del XIX español. Irrumpen de forma especialmente activa y combativa las masas populares, que ya habían aparecido en la “Vicalvarada” de 1854. Radicalizando y dando un nuevo carácter a la insurrección. Provocando la aparición en los liberales de un ala progresista, y empujando a los republicanos radicales. Generando una nueva situación política. Según el hispanista Pierre Villar, “la revolución de 1868 será una especie de grieta que da al país la posibilidad de gobernarse a sí mismo”.
Es en estas condiciones donde debe inscribirse el proyecto que representó Prim, una de las principales figuras militares y políticas del siglo XIX español. Representante de la burguesía catalana que alcanzó la presidencia del gobierno en 1869.
Su política, una cerrada defensa de la industria nacional y el intento de acabar con el decrépito régimen borbónico, representaba el intento de los sectores más dinámicos por impulsar un proyecto de modernización más allá de las imposiciones de las principales potencias y la oligarquía española.
La Gloriosa acaba con el reinado de Isabel II y establece una monarquía constitucional, limitando el papel de la Corona. Prim rechaza a todos los pretendientes que Inglaterra o Francia quieren colocar en el trono español, y encuentra en Amadeo de Saboya (hijo del rey italiano Víctor II y tataranieto de Carlos III) una dinastía menor que acepte los límites parlamentarios pero al mismo tiempo sea autónoma de las grandes potencias.
Todas las potencias imperialistas y círculos oligárquicos se movilizan para acabar con el gobierno de Prim.
Inglaterra consideraba a Prim un obstáculo a remover por su cerrada defensa de la “industria nacional”. Francia acumulaba rencores hacia Prim por atreverse a promocionar un candidato a la corona española que no contaba con el beneplácito de París. Y las nuevas potencias en ascenso, como EEUU, también deseaban liberarse de Prim, al negarse a aceptar la venta de Cuba alegando que “sería una deshonra para España”. Mientras, los principales nódulos oligárquicos conspiraron para derribar un gobierno que pretendía acabar con un régimen borbónico que preservaba su dominio y privilegios.
Las últimas investigaciones han demostrado que la historia oficial sobre el asesinato de Prim es falsa. La acusación que hacía responsable del atentado a un republicano radical era un montaje. El historiador cubano Manuel Moreno Fraginals nos desvela que en Cuba la canción popular decía que “Prim fue asesinado en Madrid, pero el gatillo lo apretaron en La Habana” -es decir, desde los sectores de la oligarquía cubana más vinculados a EEUU-.  Y se ha demostrado que Prim murió en realidad envenenado tres días después de ser tiroteado. Era necesario asegurar su desaparición.

· La Iª República (1873 - 1874)
La reconducción política que supone el asesinato de Prim tiene un efecto no deseado, al agudizar la inestabilidad política, provocar la abdicación de Amadeo I y abrir paso a la proclamación de la Iª República.
La grieta abierta tras 1868 en el dominio anglo-francés sobre España abre una oportunidad inmejorable para impulsar un proyecto de modernización relativamente autónomo de la intervención imperialista y el control oligárquico.
En esta situación política juega un importante papel el proletariado, que irrumpe como fuerza revolucionaria activa, ya no únicamente bajo la forma de levantamientos espontáneos sino como producto de un movimiento obrero organizado a través de la implantación de la Internacional en España, y donde el marxismo empieza a extenderse entre los sectores más conscientes.
Desde 1868, las movilizaciones de obreros industriales y jornaleros son extraordinariamente combativas, se suceden las huelgas, marchas, concentraciones de protesta, ocupación de tierras abandonadas... Exigiendo ir más allá de una mera reforma, serán uno de los elementos claves que obligan a abdicar a Amadeo I. Inmediatamente una catarata de movilizaciones populares exige la implantación de la República.
La Primera República va unida desde el principio a la realización de las demandas populares que la revolución de 1868 no había cumplido. Se forman Juntas revolucionarias, encabezadas por republicanos radicales, en numerosas localidades. En muchos pueblos andaluces la República era algo tan identificado con el reparto de tierras que los campesinos exigieron a los ayuntamientos que se parcelaran inmediatamente los latifundios más significativos de la localidad.
Los republicanos federales toman la dirección del gobierno, representando a sectores de la pequeña y mediana burguesía, especialmente de la burguesía catalana.
La República Federal propone una nueva articulación de la unidad de España, que lejos de azuzar la fragmentación se plantea ampliarla uniendo a España y Portugal, creando una plataforma ibérica que acabara con la postración peninsular en el concierto de naciones.

· La Restauración (1874): las principales potencias y núcleos oligárquicos se movilizan para acabar con la Iª República
Tras la proclamación de la Iª República, todos los resortes de poder del imperialismo y la oligarquía se movilizan para cercenar un régimen incompatible con sus intereses. Simultáneamente -y dirigidos a un mismo objetivo, crear una situación de desestabilización que acabe con la república- se recrudece la guerra carlista, se suceden los intentos de golpe, las movilizaciones anarquistas siembran el caos, irrumpe la Guerra de los Diez Años en Cuba, estalla la rebelión cantonalista...
El golpe de Pavía, acaba con la República, instaura un periodo dictatorial para restablecer el orden, y tras un nuevo pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto, se instaura la restauración monárquica en la figura de un Alfonso XII que llega “apadrinado” por Inglaterra, donde se había exiliado.
El temor al proletariado y al pueblo revolucionario va a ser el factor principal que acelerará la fusión entre la burguesía bancaria y la aristocracia terrateniente, así como su definitiva subordinación a las potencias extranjeras más poderosas, cristalizada en el régimen de la restauración, corrupto, caciquil, antipopular,  y que será hasta el golpe de Primo de Rivera la plataforma perfecta para la intervención imperialista y el dominio oligárquico.

IV.- Los mecanismos de intervención de las principales potencias sobre España se despliegan formando una tupida red de intervención sobre los principales aparatos del Estado, y colocando bajo su dependencia a los principales cuadros. Los principales núcleos de la nueva oligarquía en formación nacerán directamente vinculados a la dependencia respecto al gran capital extranjero.

La intervención de Inglaterra y Francia se dirige sobre los principales aparatos del Estado (ejército, partidos políticos...) cooptando y colocando bajo su dependencia a los principales cuadros: los moderados se convertirán en una privilegiada plataforma de intervención francesa, mientras que Inglaterra hará lo propio con los liberales. Además, la masonería, red de intervención en manos de los ingleses, juega un papel fundamental en varios gobiernos y pronunciamientos militares al extenderse entre la élite de cuadros de la administración y el ejército.

· Mendizábal. (Ocupó cargos en el gobierno entre 1835-1843): de él dirá el embajador británico “es nuestro hombre en España y debemos sacarle el máximo partido”.
Ministro de Hacienda y de Estado, además de presidente del Consejo de Ministros, Mendizábal impulsó la desamortización de una parte de los bienes de la Iglesia, por lo que ha pasado a la historia como una de las referencias progresistas dentro de los liberales.
Pero la trayectoria de Mendizábal esconde valiosos servicios al imperio británico.
Participa en la Guerra de la Independencia y combate en Portugal contra los franceses bajo bandera inglesa. Era miembro de la logia masónica que organiza el golpe de Riego.
Tras la caída del régimen liberal se exilia en Londres. Allí es cooptado como agente al servicio de la Reina británica, y se enriquece gracias al uso de información privilegiada en la City londinense.
Vuelve a España donde pasa a formar parte de los gobiernos españoles por imposición directa de la Embajada inglesa. El embajador inglés en Madrid dirá de él: “A pesar de sus defectos nuestro hombre en España y debemos de sacarle el máximo partido”. Mendizábal despacha periódicamente con el embajador inglés, y aplicará medidas de apertura del comercio, eliminando las barreras a la penetración de las mercancías británicas.
La desamortización de Mendizábal no será, como ocurrió en Francia, una revolución burguesa que impulse el desarrollo capitalista en el campo. Sólo trasladará la propiedad de unas manos a otras, de la Iglesia y los aristócratas a los burgueses y caciques, creando en el seno de la oligarquía vínculos privilegiados con el capital inglés. Manteniendo una estructura latifundista, y generando una gran masa de proletarios rurales desposeídos de cualquier tipo de propiedad sobre la tierra.

· Espartero y Narváez (se turnaron en el poder entre 1840-1868): Espartero se exilia en Londres y Narváez en París.
Son las dos principales figuras militares y políticas del siglo XIX. Espartero será nombrado “Duque de la Victoria” tras derrotar a las tropas carlistas. Y llegará a ser ministro, presidente del Consejo de Ministros y regente. Narváez alcanzará el título de mariscal de campo en el ejército, y será siete veces presidente del Consejo de Ministros.
Durante treinta años, entre 1840 y 1868, ambos se turnarán encabezando sucesivos gobiernos.
Detrás de estas dos figuras que determinaron el rumbo de la política española está la influencia inglesa y francesa.
Espartero comandará pronunciamientos en directa conexión con la embajada inglesa. Principalmente en 1840 –contra un aumento de la influencia francesa-, que obliga a la regente María Cristina al exilio en Francia. Espartero se proclama regente, y da paso a los gobiernos de Mendizábal. A su vez, cuando los moderados triunfan, Espartero se exiliará en Londres, donde es agasajado con todos los honores.
En el palacete de Espartero apareció una lúcida pintada: “Aquí vive el que manda en España, Espartero el regente, y el que manda en él, vive en la casa de enfrente” (haciendo referencia a la Embajada Inglesa).
Por su parte, Narváez comandará a los moderados, vinculados directamente a París. Se exiliará en Francia cuando Espartero alcance el poder, y enviará al exilio a Espartero, refugiado en Londres. Jugará el papel clave en los sucesivos gobiernos, públicamente o en la sombra, impondrá un gobierno férreo que tendrá como principal consecuencia la consolidación de la influencia francesa.

· Los sectores de la gran burguesía bancaria y comercial que se convertirán en los nódulos de la nueva clase dominante serán precisamente aquellos que prosperen gracias a su vinculación con el capital extranjero.
Uno de los núcleos centrales históricos de la oligarquía (la oligarquía de Neguri, la gran burguesía vasca, los Ybarra, Urquijo, Oriol,...) se desarrolla gracias a una alianza por la que pasa a convertirse en un proveedor-comprador dependiente del capitalismo inglés. El 90% de la producción de hierro de las grandes siderúrgicas vizcaínas –alimentada por las minas de hierro de Vizcaya monopolizadas conjuntamente por los ingleses y la oligarquía de Neguri– está destinado a satisfacer las necesidades de la gran industria pesada inglesa. Los barcos que salen con hierro del puerto de Bilbao regresan cargados con carbón de las minas de Gales para la siderurgia vasca, pese a tener a corta distancia las minas asturianas.
El Banesto opera con capital de los Perrière, y numerosos banqueros en Madrid actúan como corresponsales de las casas francesas Rostchild o Lafitte.

V.- La intervención imperialista, y no el grado de atraso o la debilidad del desarrollo económico, es el factor decisivo que impondrá en España un desarrollo capitalista limitado, dependiente y sometido a un permanente saqueo exterior.
           
A través de la intervención político-militar sobre el corazón del Estado y de la nueva oligarquía se impone un desarrollo capitalista limitado, subordinado a los intereses de las principales potencias imperialistas y con una abrumadora presencia del capital extranjero monopolizando las principales fuentes de riqueza. Un tipo de desarrollo que comparte las características propias de un país semi-colonial, exportación de materias primas e importación de mercancías y capitales.
Entregando al control del capital extranjero los sectores que debían haberse constituido en fuentes de acumulación de capital y motor del desarrollo de un capitalismo nacional (ferrocarril, minería...). Dinamitando la industria nacional para abrir las fronteras a la mercancías extranjeras.
           
Francia impondrá el saqueo de nuestras riquezas a través del control del sistema bancario y la deuda pública o monopolizando la construcción del ferrocarril. Inglaterra, la entonces fábrica del mundo, convertirá a España en suministrador de las materias primas que su industria necesita y copará el mercado nacional con sus mercancías.
Las finanzas y el sistema bancario español quedan bajo control galo. En 1862 la suma de todas las sociedades de crédito nacionales apenas llega a los dos tercios de las tres primeras montadas con capital francés.  Los Ardoin o Rothschild serán los prestamistas oficiales de un Estado exhausto: en 1850 la deuda exterior supera a la interior, llegando a ser seis veces mayor en 1872. Será el capital financiero francés la base de las principales casas de crédito. El control de la deuda, la continua reclamación del pago de los intereses, la urgente necesidad de nuevos empréstitos, eran un formidable instrumento de presión... y muy fructífero.
Londres impondrá la apertura de las fronteras comerciales españolas a sus productos. En 1845 Cobden lanza desde Inglaterra la campaña librecambista, que luego pasará a la península con la formación en Cádiz de la Asociación Librecambista de España. Rastreando en la biografía de los que, como Mendizábal o Espartero, se constituyeron en adalides de la eliminación absoluta de las trabas comerciales encontramos siempre fuertes hilos que los anudan al centro imperial británico.
Las minas triplican su producción entre 1860 y 1900, pero sólo el capital extranjero tiene capacidad para formar grandes sociedades anónimas, como las inglesas Orconer, Tharsis o Riotinto, la francesa Peñarroya o belgas como la Real Asturiana de Minas. El producto va destinado a cubrir las necesidades de la industria británica o francesa, sin repercutir en la creación de industrias de transformación en España.
El ferrocarril, auténtico motor del desarrollo en el primer capitalismo, correrá también a cargo del capital de las grandes potencias (fundamentalmente francés, con los hermanos Perrière). Incluso los raíles serán de fabricación inglesa. Beneficiándose de una legislación que aseguraba por parte del Estado un interés mínimo del 6%, y la franquicia aduanera para los productos relacionados con la implantación del ferrocarril. Esta figura constituirá un verdadero agujero por donde Francia introducirá sus productos de forma abierta (desde maquinarias y tejidos hasta champagne).
El posterior nacimiento de las grandes industrias, como la eléctrica, se hizo también bajo la batuta de grandes compañías foráneas como la Barcelona Traction, Pirelli, Siemens, IG Farben.
Los principales nódulos de la oligarquía aparecen, desde su misma gestación, ligados estrechamente al imperialismo también por lazos de dependencia económica.
Origen del capital en España (en 1854)

Credito   mobiliario  15% nacional
                                     85% extranjero

              ferrocarril  10% nacional
                                    90% extranjero

                 mineria  20% nacional
                                   80% extranjero

Frente a las ideas dominantes que atribuyen el débil desarrollo económico español al “atraso secular” o al “peso de un fanatismo que nos hizo perder el tren de la modernidad”, un repaso al sigo XIX nos ofrece dos guerras de invasión extranjeras, tres guerras civiles que reaparecieron a lo largo de casi 50 años, decenas de golpes y pronunciamientos que derribaron gobiernos... una intervención exterior permanente que devastó el país y lo mantuvo postrado para que las potencias extranjeras se adueñaran de la riqueza nacional. Todo esto justo en el momento donde el capitalismo se estaba desarrollando a marchas forzadas en todo el planea. 

viernes, 19 de mayo de 2017

De la Guerra de la Independencia al desastre del 98 (1)









La Guerra de la Independencia








I.- La Guerra de la Independencia contra la invasión napoleónica de 1808, tuvo un doble contenido revolucionario, donde estaban unidos la batalla por acabar con el Antiguo Régimen y la defensa de la independencia nacional frente a la agresión de una potencia extranjera.

En el seno de muchos sectores progresistas y de izquierdas todavía se sigue considerando la victoria contra la invasión napoleónica poco menos que como un “desastre histórico” que apartó a España del camino del progreso.
Según esta opinión, la actuación de un pueblo presa fácil del fanatismo religioso, dio como resultado la defensa de los privilegios feudales o el poder de la Iglesia, frente a las ideas avanzadas que representaban Napoleón y la Francia revolucionaria.
Desde una posición absolutamente enfrentada a esta visión, Marx escribió entre 1854 y 1857 una serie de artículos para el periódico norteamericano New York Daily Tribune, posteriormente publicados bajo el título “La España revolucionaria”. En ellos, Marx nos ofrece una visión sobre la Guerra de la Independencia, alabando “las muestras de vitalidad de un pueblo al que se creía moribundo”, respaldando “el gran movimiento nacional que acompañó a la expulsión de los Bonaparte”, y rescatando “el hecho frecuentemente negado de la existencia de aspiraciones revolucionarias en la época de la primera insurrección española”.
Vamos a seguir a Marx -a través de extractos de su obra “La España revolucionaria”- para desentrañar la verdad sobre uno de los episodios más importantes y más tergiversados de nuestra historia.

Pero antes, comprendamos el marco en el que se produce la invasión.
Un año antes, en julio de 1807, Napoleón había decidido los destinos españoles. Francia y Rusia firmaron el Tratado de Tilsirt, en cuyas cláusulas secretas se acordaba la desmembración del imperio otomano, quedando para Moscú su parte europea, mientras que Napoleón se adjudicaba España y Portugal.
España es, durante todo el siglo XVIII poco menos que un virreinato francés, y la revolución burguesa de 1789 va a perpetuar esa relación. La intervención francesa está presente en los principales aparatos del Estado, comenzando por la monarquía y la aristocracia.
Napoleón se apoyará en la camarilla nucleada en torno a Godoy -primer ministro de Carlos IV- para transformar España en un peón de los planes franceses, y luego preparar y ejecutar la invasión y ocupación del territorio peninsular.
Godoy ya había encadenado el país a Francia mediante los tratados de San Ildefonso (1796). España paga un canon al ejército francés, 15.000 soldados españoles son enviados a combatir a Dinamarca bajo pabellón galo, y la armada de Carlos IV se pone a disposición de los planes napoleónicos. Napoleón utilizará a España en su disputa con Inglaterra, transformándola en un peón de sus intereses de convertirse en la potencia hegemónica de Europa.
El propio Napoleón anticipa que “Godoy es un sinvergüenza que me abrirá personalmente las puertas de España”. Así sucedió. El emperador impuso al representante personal de Godoy en París el tratado de Fointanebleau (1807), mediante el cual se permitía el paso del ejército francés hacia Portugal, que era dividido en tres partes (el norte es entregaba a los reyes de Etruria –invadido por Francia-, el centro quedaba militarmente ocupado hasta el fin de la guerra y posteriormente se dispondría según las circunstancias, y el sur se entregaba a Godoy).  Mediante este tratado, en realidad, las tropas francesas ocupan el territorio español.
Tras los “servicios prestados”, Godoy terminará sus días exiliado en Francia con una pensión del Estado francés.
La católica y feudal aristocracia española, con la Corona al frente, entregará el país a la laica y burguesa Francia, asegurándose de conservar sus títulos de propiedad. Tanto Carlos IV como Fernando VII abdicarán sin resistencia ante las presione napoleónicas, y los “Grandes de España” jurarán fidelidad a la constitución y el nuevo rey impuestos desde París, colaborando en la instauración del gobierno de ocupación francés.
La Francia napoleónica se apoyará en los círculos más reaccionarios -no en los más revolucionarios, que se unirán a la resistencia contra el invasor- para imponer su dominio sobre España.

II.- Mientras el grueso de la clase dominante y el Estado se entregó al invasor extranjero, instando incluso a la población a someterse a los franceses, será el pueblo quien se levantará contra la invasión, “justo en el momento en que los grandes potentados de Alemania y Rusia se postraban ante Napoleón”.

·         Veamos cómo se refiere Marx al levantamiento popular español:

“Así ocurrió que Napoleón, que, como todos sus contemporáneos, consideraba a España como un cadáver exánime, tuvo una sorpresa fatal al descubrir que, si el Estado español estaba muerto, la sociedad española estaba llena de vida y repleta, en todas sus partes, de fuerza de resistencia. Mediante el tratado de Fontainebleau había llevado sus tropas a Madrid; atrayendo con engaños a la familia real a una entrevista en Bayona, había obligado a Carlos IV a anular su abdicación y después a transferirle sus poderes; al mismo tiempo había arrancado ya a Fernando VII una declaración semejante. Con Carlos IV, su reina y el Príncipe de la Paz conducidos a Compiègne, con Fernando VII y sus hermanos encerrados en el castillo de Valençay, Bonaparte otorgó el trono de España a su hermano José, reunió una Junta española en Bayona y le suministró una de sus Constituciones previamente preparadas.
Al no ver nada vivo en la monarquía española, salvo la miserable dinastía que había puesto bajo llaves, se sintió completamente seguro de que había confiscado España. Pero pocos días después de su golpe de mano recibió la noticia de una insurrección en Madrid, Cierto que Murat aplastó el levantamiento matando cerca de mil personas; pero cuando se conoció esta matanza, estalló una insurrección en Asturias que muy pronto englobó a todo el reino. Debe subrayarse que este primer levantamiento espontáneo surgió del pueblo, mientras las clases «bien» se habían sometido tranquilamente al yugo extranjero.
(…) todas las autoridades constituidas -militares, eclesiásticas, judiciales y administrativas- así como la aristocracia, exhortaban al pueblo a someterse al intruso extranjero. Pero había una circunstancia que compensaba todas las dificultades de la situación. Gracias a Napoleón, el país se veía libre de su rey, de su familia real y de su gobierno. Así se habían roto las trabas que en otro caso podían haber impedido al pueblo español desplegar sus energías innatas.
(…) De este modo, desde el mismo principio de la guerra de la Independencia, la alta nobleza y la antigua administración perdieron toda influencia sobre las clases medias y sobre el pueblo al haber desertado en los primeros días de la lucha. De un lado estaban los afrancesados, y del otro, la nación”.

El 2 de mayo de 1808 se inicia una insurrección en Madrid, con la familia real recluida por Napoleón en Bayona y más de 100.000 militares franceses ocupando la península. Cuando se conoce la noticia de que los soldados franceses pretendían sacar al infante para llevarlo a Francia con el resto de la familia real, grupos de madrileños se concentran ante el Palacio Real con el fin de impedirlo. Las tropas de Murat, que ocupaban Madrid desde el 23 de Marzo, cargan contra la multitud.
Las noticias sobre el combate del dos de mayo corren como la pólvora, el alcalde Móstoles declara la guerra a Napoleón y los levantamientos contra el ejército francés se extienden por todo el país. Se inicia la Guerra de la Independencia (1808-1814).
·         El primer levantamiento contra el invasor surge espontáneamente desde las clases populares.
Goya pintará al pueblo madrileño enfrentándose a las tropas de élite napoleónicas (“La carga de los mamelucos”) o la represión posterior (“Los fusilamientos del 2 de mayo”).
·         Lejos del “proyecto modernizador” al que se pretende equiparar la dominación napoleónica, el propio emperador definirá con claridad sus proyectos para España:
 “Es preciso que España sea francesa; para Francia he conquistado España, con su sangre, con sus brazos, con su oro. (…) Míos son los derechos de conquista; no importan las reformas, no importa el título de quien gobierne: rey de España, virrey, gobernador general, España debe ser francesa”.
Napoleón diseñará una España menguante y desmembrada, donde  Cataluña, Euskadi, Navarra, La Rioja, la mitad de Aragón y de Cantabria se incorporarían a Francia, el resto del país se fraccionaria en tres virreinatos militares y las enormes riquezas americanas pasarían a ser controladas por París.
·         La sublevación genera la “vertebración nacional”, todo el país se une en la defensa de la independencia frente al sometimiento a una potencia extranjera.
Incrustando en la sociedad española un sentimiento patriótico, que, aunque pocas veces consciente, crece paralelo al aumento de la intervención imperialista.
·         La lucha popular, mientras el Estado y la clase dominante se han entregado al invasor, forzará el repliegue francés. Son las primeras derrotas de un ejército napoleónico hasta entonces invicto.
Tras el levantamiento general contra los invasores, las tropas españolas consiguieron la victoria de Bailén en julio de 1808. José Bonaparte se ve obligado a retirarse desde Madrid a Burgos, de ahí a Miranda de Ebro y por último a Vitoria. En noviembre de 1808, tendrá que venir el mismísimo Napoleón en persona, al frente de 250.000 hombres para que pueda volver a instalarse en Madrid. Las tropas comandadas por Napoleón consiguen ocupar la mayor parte del país, y obligan a las tropas inglesas (que intervenían en la defensa de Portugal) a replegarse.
Sin embargo, los desastres del ejército regular se vieron en gran parte paliados por un nuevo protagonista, la “guerra de guerrillas” contra el ejército francés que convirtió la península en un infierno para los invasores.
Napoleón reconoció en su exilio:
 “El mayor error que he cometido es la expedición a España. (…) Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades...”.

Marx señala:
Las guerrillas constituían la base de un armamento efectivo del pueblo. En cuanto se presentaba la oportunidad de realizar una captura o se meditaba la ejecución de una empresa combinada, surgían los elementos más activos y audaces del pueblo y se incorporaban a las guerrillas. Con la mayor celeridad se abalanzaban sobre su presa o se situaban en orden de batalla, según el objeto de la empresa acometida (...) Había miles de enemigos al acecho aunque no pudiera descubrirse ninguno. No podía mandarse un correo que no fuese capturado, ni enviar víveres que no fueran interceptados. En suma, no era posible realizar un movimiento sin ser observado por un centenar de ojos. Al mismo tiempo no había manera de atacar la raíz de una coalición de esta especie. Los franceses se veían obligados a permanecer constantemente armados contra un enemigo que, aunque huía continuamente, reaparecía siempre y se hallaba en todas partes sin ser realmente visible en ninguna, sirviéndole las montañas de otras tantas cortinas.

III.- Desde un primer momento, la lucha contra el invasor se une al combate contra los abusos de las élites tradicionales y a un proyecto de cambio revolucionario. Presente en la rebelión popular contra las autoridades, y que culmina en la Constitución de 1812 aprobada en Cádiz.

La rebelión, ya extendida a toda la geografía española, forma sus propios órganos de gobierno, destituyendo a las autoridades del Antiguo Régimen que se han plegado al invasor. Las Juntas Provinciales pasan a encabezar y organizar la resistencia. En septiembre de 1808, las Juntas Provinciales se coordinan constituyendo la Junta Central Suprema. Pese a que gran parte de los miembros de estas juntas eran conservadores y partidarios del Antiguo Régimen, la situación provocó la asunción de medidas revolucionarias como la convocatoria de Cortes.
·         Así lo analiza Marx:
“En Valladolid, Cartagena, Granada, Jaén, Sanlúcar, La Carolina, Ciudad Rodrigo, Cádiz y Valencia, los miembros más eminentes de la antigua administración --gobernadores, generales y otros destacados personajes sospechosos de ser agentes de los franceses y un obstáculo para el movimiento nacional-- cayeron víctimas del pueblo enfurecido. En todas partes, las autoridades fueron destituidas. Algunos meses antes del alzamiento, el 19 de marzo de 1808, las revueltas populares de Madrid perseguían la destitución del Choricero (apodo de Godoy) y sus odiosos satélites. Este objetivo fue conseguido ahora en escala nacional y con él la revolución interior era llevada a cabo tal como lo anhelaban las masas, independientemente de la resistencia al intruso.
(…) Pese al predominio en la insurrección española de los elementos nacionales y religiosos, existió en los dos primeros años una muy resuelta tendencia hacia las reformas sociales y políticas, como lo prueban todas las manifestaciones de las juntas provinciales de aquella época, que, aun formadas como lo estaban en su mayoría por las clases privilegiadas, nunca se olvidaban de condenar el antiguo régimen y de prometer reformas radicales. El hecho lo prueban asimismo los manifiestos de la Junta Central. En la primera proclama de ésta a la nación, fechada el 26 de octubre de 1808, se dice:
El dominio ejercido por la voluntad de un solo hombre, siempre caprichoso y casi siempre injusto, se ha prolongado demasiado tiempo; demasiado tiempo se ha abusado de nuestra paciencia, de nuestro legalismo, de nuestra lealtad generosa; por esto ha llegado el momento de llevar a la práctica leyes beneficiosas para todos. Son necesarias las reformas en todos los terrenos.
En el manifiesto fechado en Sevilla el 28 de octubre de 1809, la Junta decía:
Un despotismo degenerado y caduco ha desbrozado el camino a la tiranía francesa. Dejar que el Estado sucumba a consecuencia de los antiguos abusos, constituiría un crimen tan monstruoso como entregarnos a manos de Bonaparte.
(…) lo importante es probar, basándonos en las mismas afirmaciones de las juntas provinciales consignadas ante la Central, el hecho frecuentemente negado de la existencia de aspiraciones revolucionarias en la época de la primera insurrección española.
(…)
El hecho de que se reunieran en Cádiz los hombres más progresivos de España se debe a una serie de circunstancias favorables. Al celebrarse las elecciones, el movimiento no había cedido aún, y la propia impopularidad que se había ganado la Junta Central hizo que los electores se orientasen hacia los adversarios de ésta, que pertenecían en gran parte a la minoría revolucionaria de la nación.
(…) Cuando las Cortes trazaron este nuevo plan del Estado español, comprendían, por supuesto, que una Constitución política tan moderna sería completamente incompatible con el antiguo sistema social y por ello dictaron una serie de decretos conducentes a introducir cambios orgánicos en la sociedad civil. Así, por ejemplo, abolieron la Inquisición; suprimieron las jurisdicciones señoriales, con sus privilegios feudales exclusivos, prohibitivos y privativos, a saber, los de caza, pesca, bosques, molinos, etc., exceptuando los adquiridos a título oneroso, por los cuales había de pagarse indemnización. Abolieron los diezmos en toda la monarquía, suspendieron los nombramientos para todas las prebendas eclesiásticas no necesarias para el ejercicio del culto y adoptaron medidas para la supresión de los monasterios y la confiscación de sus bienes.
Las Cortes se proponían transformar las vastas extensiones de tierra yerma, las posesiones reales y los terrenos comunales de España en propiedad privada, vendiendo la mitad para la extinción de la deuda pública, distribuyendo por sorteo una parte, como recompensa patriótica entre los soldados desmovilizados de la guerra de la Independencia, y concediendo otra parte asimismo gratuitamente y por sorteo a los campesinos pobres que quisieran poseer tierra y no pudieran comprarla. Las Cortes revocaron todas las leyes feudales relativas a los contratos agrícolas (...). Establecieron un impuesto progresivo considerable, etc”.

Como Marx dice hay que partir de “el hecho frecuentemente negado de la existencia de aspiraciones revolucionarias en la época de la primera insurrección española”.
Se afirma que el levantamiento popular contra la invasión napoleónica defendió banderas reaccionarias, bajo la influencia de la religión y el sometimiento a la corona y las autoridades, pero la realidad es exactamente la contraria.
La ira popular contra las decadentes autoridades del Estado borbónico había estallado en marzo de 1808 en el motín de Aranjuez, contra la corrupta y traidora camarilla de Godoy. Tras la invasión francesa, y la sumisión de todas las autoridades, se convirtió en un movimiento a escala nacional.
Es la quiebra del Antiguo Régimen, todas las autoridades, atadas por su deseo de mantener el orden a toda costa y paralizadas por su temor a la acción del “bajo pueblo” son arrollados por la embestida de los levantamientos populares que exigen desatar y armar inmediatamente una revolución nacional contra el invasor.
El capitán general de Castilla la Vieja decide acceder a las demandas de la causa patriótica al conocer el destino de su colega de Badajoz, arrastrado por las masas al negarse a armarlas y organizar la defensa. En Asturias, las multitudes toman los fusiles del arsenal militar, ocupan la asamblea general de la provincia y el 25 de mayo declaran la guerra a Napoleón. Los violentos motines de Cádiz y Cartagena aconsejan a las autoridades de Sevilla y Murcia no oponerse a las revueltas populares. En Valencia el pueblo, rebelándose, asalta y toma por las armas la ciudadela, y constituye la “Junta Suprema de Gobierno del Reino de Valencia”. En Zaragoza, una multitud exige armas y resistencia patriótica, nombrando a Palafox capitán general revolucionario... En todas partes, los miembros más destacados del viejo régimen caían, uno tras otro, arrollados por el empuje popular. Las viejas autoridades eran destituidas y en su lugar se levantaba un nuevo poder revolucionario.
Mientras la nobleza, el alto clero, las autoridades militares, judiciales y administrativas instaban a someterse al invasor, el pueblo, espontáneamente, desplegaba todas sus energías de resistencia y se organizaba para hacer frente al invasor, barriendo al mismo tiempo todos los obstáculos que encontraba a su paso. Y en primerísimo lugar, las instituciones gubernativas del viejo régimen que quedaron eliminadas a consecuencia de la primera oleada revolucionaria.
·         El impulso de cambio revolucionario presente en la Guerra de la Independencia se manifestará en el diseño, por parte de buena parte de los nuevos poderes surgidos de la rebelión, de profundas reformas sociales y económicas:
Abolición de la Inquisición, supresión de las jurisdicciones señoriales y privilegios feudales excesivos, abolición de los diezmos… Que tendrán su máxima expresión en la Constitución aprobada en 1812 por unas Cortes de Cádiz cercadas por las tropas francesas pero que alumbrarán una de las cartas magnas más avanzadas de la época y que se convertirá en un referente progresista durante todo el siglo XIX.

IV.- Pero el desenlace de la Guerra de la Independencia es la restauración del absolutismo bajo la figura de Fernando VII. La causa de este fracaso revolucionario no está en “la sumisión de un pueblo inculto a la Iglesia y la Corona”, sino en la actuación de los sectores de la burguesía llamados a encabezar el cambio. La Guerra de la Independencia es la primera de las oportunidades perdidas por la burguesía española para encabezar su propia revolución.

·         Continuemos con Marx:
No obstante, si bien es verdad que los campesinos, los habitantes de los pueblos del interior y el numeroso ejército de mendigos, con hábito o sin él, todos ellos profundamente imbuidos de prejuicios religiosos y políticos, formaban la gran mayoría del partido nacional, este partido contaba, por otra parte, con una minoría activa e influyente, para la que el alzamiento popular contra la invasión francesa era la señal de la regeneración política y social de España. Componían esta minoría los habitantes de los puertos, de las ciudades comerciales y parte de las capitales de provincia donde, bajo el reinado de Carlos V, se habían desarrollado hasta cierto punto las condiciones materiales de la sociedad moderna. Les apoyaba la parte más culta de las clases superiores y medias -escritores, médicos, abogados, e incluso clérigos-, para quienes los Pirineos no habían constituido una barrera suficiente frente a la invasión de la filosofía del siglo XVIII. Auténtica declaración de principios de esta fracción es el célebre informe de Jovellanos sobre el mejoramiento de la agricultura y la ley agraria, publicado en 1795 y elaborado por orden del Consejo Real de Castilla. Existían también, en fin, los jóvenes de las clases medias, tales como los estudiantes universitarios, que habían adoptado ardientemente las aspiraciones y los principios de la revolución francesa y que, por un momento, llegaron a esperar que su patria se regeneraría con la ayuda de Francia. (...)
Después de la batalla de Bailén, la revolución llegó a su apogeo, y el sector de la alta nobleza que había aceptado la dinastía a de los Bonaparte o se mantenía prudentemente a la expectativa, se decidió a adherirse a la causa del pueblo; lo cual representó para esta causa una ventaja muy dudosa.
(…) Las juntas mencionadas, cuyos miembros, como ya hemos indicado en el artículo precedente, eran elegidos por regla general atendiendo a la posición que ocupaban en la antigua sociedad y no a su aptitud para crear una nueva, enviaron a su vez a la Junta Central a grandes de España, prelados, títulos de Castilla, ex ministros, altos empleados civiles y militares de elevada graduación, en lugar de los nuevos elementos surgidos de la revolución. Desde sus comienzos, la revolución española fracasó por esforzarse en conservar un carácter legítimo y respetable.
(…)
La Junta Central estaba en las más favorables condiciones para llevar a cabo lo que había proclamado en uno de sus manifiestos a la nación española. «La Providencia ha decidido que en la terrible crisis que atravesamos, no pudierais dar un solo paso hacia la independencia sin que al mismo tiempo no os acercara hacia la libertad». Al comienzo de la actuación de la Junta, los franceses no dominaban ni tan sólo la tercera parte del país. Las antiguas autoridades, o estaban ausentes, o postradas a sus pies, por hallarse en connivencia con el invasor, o se dispersaron a la primera orden suya. No había reforma social conducente a transferir la propiedad y la influencia de la Iglesia y de la aristocracia a la clase media y a los campesinos que no hubiera podido llevarse a cabo alegando la defensa de la patria común. (…) Además, tenía ante sí el ejemplo de la audaz iniciativa a que ya habían sido forzadas ciertas provincias por la presión de las circunstancias. Pero no satisfecha con actuar como un peso muerto sobre la revolución española, la Junta Central laboró realmente en sentido contrarrevolucionario, restableciendo las autoridades antiguas, volviendo a forjar las cadenas que habían sido rotas, sofocando el incendio revolucionario en los sitios en que estallaba, no haciendo nada por su parte e impidiendo que los demás hicieran algo. (…)
Las Cortes se vieron situadas en condiciones diametralmente opuestas. Acorraladas en un punto lejano de la península, separadas durante dos años del núcleo fundamental del reino por el asedio del ejército francés, representaban una España ideal, en tanto que la España real se hallaba ya conquistada o seguía combatiendo. En la época de las Cortes, España se encontró dividida en dos partes. En la isla de León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas. En la época de la Junta Central, al contrario, era preciso que se dieran una debilidad, una incapacidad y una mala voluntad singulares por parte del Gobierno supremo para trazar una línea divisoria entre la guerra de independencia y la revolución española. Por consiguiente, las Cortes fracasaron, no como afirman los autores franceses e ingleses, porque fueran revolucionarias, sino porque sus predecesores habían sido reaccionarios y no habían aprovechado el momento oportuno para la acción revolucionaria.

·         El final de la guerra:
Napoleón negocia con su prisionero en Valencey, Fernando VII para devolverle el trono que le robó. El monarca español, acepta un vergonzoso Tratado de paz, que las Cortes rechazarían, ya en Madrid, el 2 de Febrero de 1814. El 6 de febrero abdica Napoleón en Fontainebleau. Se pacta la suspensión de hostilidades entre Wellington y los franceses Soult y Suchet, en los días 18 y 19 de abril de 1814, obligándose a devolver a España todas las plazas ocupadas.
Las Cortes de Cádiz, que han resistido heroicamente al invasor, y han proclamado la Constitución de 1812 (la Pepa), se disuelven concluida la guerra.
Fernando VII que primero acatará la Constitución de 1812, se apoyará después en los sectores más reaccionarios para restaurar el absolutismo.
·         La Guerra de la Independencia crea unas condicione excepcionales para que la burguesía española pudiera encabezar su propia revolución:
Entrega al invasor de la alta nobleza y el Estado borbónico, rebelión popular, creación de nuevos organismos de poder que hacen retroceder al invasor y destituyen a las principales autoridades del Antiguo Régimen.
La burguesía española podía haber aprovechado la inmejorable oportunidad que se le presentaba para encabezar la revolución en marcha, unir al conjunto de la sociedad ya en abierta rebelión en torno a un programa y organización propios, uniendo a la defensa de la independencia nacional la consecución de transformaciones burguesas.
·         Pero la burguesía española pierde esta oportunidad porque ya manifiesta su temor ante el pueblo revolucionario y su tendencia a aceptar pactos y componendas con la alta nobleza.
En lugar de dotarse, como ha hecho la burguesía cuando ha encabezado una revolución triunfante, de sus propias organizaciones, encuadrando y movilizando a las masas, para llevar bajo su dirección exclusiva el combate al Antiguo Régimen; la burguesía española acepta integrarse en órganos que mantienen demasiados vínculos con el régimen feudal.
En la Junta Central, los delegados provinciales eran grandes de España, prelados, títulos de Castilla… en lugar de nuevos elementos surgidos de la revolución. Algo que conducía inevitablemente a una especie de pacto o acuerdo con esos sectores, cobijados bajo la defensa de la nación, pero cuyos intereses son antagónicos a los de la revolución burguesa. Un antagonismo que se manifestará en la actuación de la Junta Central, más pendiente de sofocar los arrebatos revolucionarios de las Juntas Provinciales que no cesaban de condenar el Antiguo Régimen y prometer reformas radicales, o en Cádiz, al redactar la nueva Constitución, entre los bandos “serviles” y “liberales”.