lunes, 14 de noviembre de 2016

“La lucha de clase proletaria tiene necesidad de la filosofía”

En esta selección del capítulo introductorio del libro de Althusser, vemos argumentadas las tesis iniciales de nuestra definición: la filosofía es un cuerpo teórico, pero no es una ciencia, aunque está relacionada con ella. Su relación íntima es con la ideología, a la que da sustento teórico. Tiene carácter de clase, es, en última instancia, lucha de clases en la teoría. Y por supuesto, la filosofía, tiene consecuencias políticas.
De ahí que, como remarca Althusser, todos los grandes dirigentes de la revolución proletaria, hayan tenido que librar arduos combates teóricos contra las posiciones filosóficas burguesas en el seno del movimiento obrero y revolucionario.

Marx y Engels combatieron las posiciones idealistas en el seno del movimiento obrero y socialista. Lenin, dedicó varios meses a la redacción de “Materialismo y Empirocriticismo” para combatir las posiciones filosóficas de los revisionistas de su época, combate sin el cual no habría sido posible la Revolución de Octubre. Mao Tse Tung, contra las corrientes dogmáticas, escribió las Tesis Filosóficas de Acerca de la práctica, La Contradicción o Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo. Y el PCCH mantuvo en plena guerra contra el Japón una escuela de cuadros sobre filosofía, en Yenán. ¿Juegos teóricos? No, necesidad






“La lucha de clase proletaria tiene necesidad de la filosofía”







TESIS 2:
Todas las corrientes y tendencias filosóficas que han existido a lo largo de la historia pueden reducirse a la lucha entre dos tomas de posición antagónicas: Materialismo frente a Idealismo.
Todas las clases dominantes reaccionarias han adoptado siempre el idealismo. Por el contrario, las clases revolucionarias han empuñado el materialismo como arma de combate.



Mientras el Materialismo toma posición porque todo lo que existe es materia, porque la materia se puede conocer y se puede transformar de acuerdo con las leyes objetivas de su desarrollo, el Idealismo antepone la idea a la materia, lo subjetivo a lo objetivo, la conciencia a la práctica.

Todos hemos oído miles de veces la sentencia cartesiana del “pienso luego existo”. En ella está concentrada la esencia de la toma de posición del idealismo. Por el contrario Marx establece: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.


Todas las corrientes y tendencias filosóficas pueden reducirse en lo principal a la lucha entre estas dos tomas de posición antagónicas: Materialismo frente a Idealismo.

Lenin, citando a Engels dice:

"El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza [. . .]. ¿Qué está primero: el espíritu o la naturaleza? [. . .] Los filósofos se dividieron en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban que el espíritu estaba antes que la naturaleza y que, por lo tanto, reconocían, en última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma [. . .], constituyeron el campo del idealismo. Los demás, los que reputaban la naturaleza como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas del materialismo". Todo otro empleo de los conceptos de idealismo y materialismo (en sentido filosófico) sólo conduce a la confusión.

Efectivamente, todas las filosofías idealistas se reducen a otorgar la supremacía al Espíritu, en cualquier forma que éste se manifieste: Dios, la Razón, el Alma, el Hombre,... Y a esto es a lo que se enfrenta rotundamente la primera toma de posición del materialismo.

Aquí debemos detenernos en qué entendemos, en el terreno filosófico, por materia. Una cosa es hablar de la materia en el lenguaje común, y que es todo aquello que podemos tocar o percibir por los sentidos. Otra cosa también distinta es lo que entiende la ciencia por materia: un concepto que permite definir todo aquello que tiene masa y ocupa un lugar en el espacio. En filosofía, “materia” es una categoría filosófica, es decir, una toma de posición en el terreno de la teoría. Y esta toma de posición se expresa en tres tesis que llamamos de materialidad:

LAS 3 TESIS DEL MATERIALISMO:

TESIS 1: Todo lo que existe es materia.
La materia es objetiva e independiente de la voluntad.

TESIS 2: La materia se puede conocer.
La materia se rige por leyes objetivas que son propias a cada proceso material.

TESIS 3: La materia se puede transformar.
La materia se transforma actuando de acuerdo a sus leyes objetivas de desarrollo.

En su primera tesis, el materialismo antepone la materia a la idea, lo objetivo a lo subjetivo. Por eso afirma la existencia de la materia objetiva e independiente de ninguna voluntad o percepción.

En su segunda tesis, el materialismo permite conocer las causas últimas de cada proceso material, porque, más allá de sus manifestaciones o de la percepción que de ellas tengamos a través de nuestros sentidos, afirma que cada proceso material se rige por leyes objetivas que le son propias. Y en consecuencia, que se pueden conocer.

Y por último, una vez conocidas estas leyes objetivas de desarrollo de la materia, la materia se podrá transformar si se incide en el curso de su desarrollo.

Tomar una u otra posición, la del materialismo o la del idealismo, tiene unas consecuencias prácticas de primer orden para el conocimiento del mundo y, por tanto, para su transformación.

El materialismo filosófico no es una ciencia, no da un conocimiento objetivo del mundo. Sin embargo, es una toma de posición en el terreno de la teoría que abre sin cesar el camino al conocimiento humano. El materialismo impulsa constantemente el avance de la ciencia y el conocimiento tanto en el terreno de la naturaleza como en el de la sociedad, mientras por el contrario el idealismo lo cierra, lo obstruye. Por eso las clases dominantes reaccionarias siempre han utilizado distintas formas de idealismo para mantener su dominio de clase, para impedir el conocimiento y la transformación. Mientras que las clases revolucionarias han tomado una posición materialista.

En el texto “Tres fuentes y tres partes integrantes del Marxismo”, Lenin dice: “La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo largo de toda la historia moderna de Europa, y en especial en Francia a fines del siglo XVIII, donde se desarrolló la batalla decisiva contra toda la escoria medieval, contra el feudalismo en las instituciones y en las ideas, el materialismo se mostró como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición, a la mojigata hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la democracia empeñaron todos sus esfuerzos para tratar de "refutar", minar, difamar el materialismo y salieron en defensa de las diversas formas del idealismo filosófico, que se reduce siempre, de una u otra forma, a la defensa o al apoyo de la religión. Marx y Engels defendieron del modo más enérgico el materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo error que significaba toda desviación de esa base.”

El idealismo de Sócrates, Platón y Aristóteles estaban en íntima conexión con los intereses de la aristocracia esclavista. El idealismo religioso medieval sostenía el poder de la nobleza feudal.

La burguesía, cuando fue una clase revolucionaria, empuñó y difundió el materialismo frente a las concepciones teocráticas feudales. Pero el materialismo burgués se limitó al campo de la naturaleza. En el terreno de la Historia de las sociedades humanas, su posición filosófica siempre fue idealista. El idealismo que encarna el humanismo está al servicio de los intereses de clase de la burguesía.

Sólo el marxismo toma una posición radical por el materialismo. Y esto es así porque sólo desde los intereses de clase del proletariado –acabar con cualquier tipo de explotación y opresión– puede desarrollarse hasta sus últimas consecuencias el materialismo, extendiéndolo a todos los ámbitos.

Lenin en “Tres fuentes y partes integrantes de marxismo” dice:

“Marx profundizó y desarrolló totalmente el materialismo filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de Marx es una enorme conquista del pensamiento científico. Al caos y la arbitrariedad que imperan hasta entonces en los puntos de vista sobre historia y política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica, que muestra cómo, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de un sistema de vida social surge otro más elevado; cómo del feudalismo, por ejemplo, nace el capitalismo.

La filosofía de Marx es un materialismo filosófico acabado, que ha proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la clase obrera, la poderosa arma del saber”.

Veamos qué nos dice Althusser sobre esto. En su combate a John Lewis, sintetiza y contrapone las tesis de éste con las del ML. En la Tesis nº 3 dice:

TESIS Nº 3

John Lewis.: “El hombre conoce sólo lo que hace.”.

M.L.: “Sólo se conoce lo que es.”.

Para John Lewis “el hombre” conoce sólo lo que “hace”. Para el materialismo dialéctico, filosofía del M.L., no se puede conocer sino lo que es. Se trata de la Tesis materialista fundamental: “la primacía del ser sobre el pensamiento”.

Esta Tesis es a la vez Tesis de existencia, Tesis de materialidad y Tesis de objetividad. Plantea que no se puede conocer sino lo que existe; que el principio de toda existencia es la materialidad y que toda existencia es objetiva, es decir “anterior” a la “subjetividad” que la conoce e independiente de ella.

Se conoce lo que es. Esta Tesis, difícil de entender y fácil de desviar de su sentido, sostiene todas las Tesis marxistas acerca del conocimiento. (…)

“Sólo se conoce lo que es.” No deberían presentarse problemas en el caso de la naturaleza: ¡quién puede pretender que “el hombre” ha “hecho” la naturaleza que conoce! Únicamente los idealistas, una raza delirante de idealistas que daría al hombre la omnipotencia de Dios. Pero los propios idealistas no son tan tontos.

¿Y la historia? perdura una huella de su ilusión en la idea de que la historia sería más fácil de conocer que la naturaleza, puesto que todo en ella sería “humano”.

Pues bien, sobre este punto la posición del M.L. es categórica: la historia es tan difícil de conocer como la naturaleza, incluso, tal vez más difícil de conocer.

¿Por qué? Porque “las masas” no tienen con la historia la misma relación práctica directa que tienen con la naturaleza (en el trabajo de la producción), porque están siempre separadas de la historia por la ilusión de conocerla, puesto que cada clase explotadora dominante les ofrece “su” explicación de la historia, bajo la forma de su ideología que es dominante, que sirve sus intereses de clase, cimenta su unidad y mantiene a las masas bajo su explotación.

Veamos la Edad Media. La Iglesia, y sus ideólogos, ofrecía a todos los fieles —vale decir en primer lugar a todos los explotados, pero también a los señores feudales y a ella misma—, una explicación muy simple y muy clara de la historia: la historia estaba hecha por Dios y obedecía las leyes, es decir los fines, de la Providencia. Una “explicación” de masa.

Veamos el siglo XVIII en Francia. La situación es diferente, la burguesía no está todavía en el poder, es crítica y revolucionaria. Pues bien, ofrece a todos los hombres (¡sin distinción de clase!, a los burgueses y a sus aliados, pero también a sus propios explotados) una explicación “luminosa” de la historia: la historia está movida por la Razón y obedece las leyes, es decir los fines, de la Verdad, de la Razón y de la Libertad. Una “explicación” de masa.

Si la historia es difícil de conocer científicamente es porque entre la historia real y las masas hay siempre una pantalla, una separación; una ideología de clase de la historia, una filosofía de clase de la historia en la cual las masas humanas creen “espontáneamente” puesto que esta ideología les es inculcada por la clase dominante o en ascenso, sirve a la unidad de esta clase y asegura su explotación. Así, la propia burguesía es ya en el siglo XVIII una clase explotadora.

Para llegar a percibir esta “cortina” de humo ideológico–idealista de las clases dominantes fueron necesarias las circunstancias excepcionales de la primera mitad del siglo XIX: la experiencia de las luchas de clases de las revoluciones en Francia (1789, 1830) y las primeras luchas de clase proletarias, más la economía política inglesa, más el socialismo francés. El resultado del concurso de estas circunstancias fue el descubrimiento de Marx quien, abrió al conocimiento científico el “Continente–Historia”.

Pero en historia como en la naturaleza el hombre sólo conoce lo que es, y no lo que “hace”. Que sea necesario un enorme trabajo científico y gigantescas luchas prácticas para llegar a conocer lo que es, no cambia el fondo de las cosas para nada. Sólo se conoce lo que es, incluso si lo que es cambia, bajo el efecto de la dialéctica material de la lucha de clases, incluso si lo que es se conoce sólo a condición de ser transformado”.

El propio Marx habla de cómo él y Engels tuvieron que romper la pantalla, liquidar cuentas con su conciencia filosófica anterior, para abrir paso al conocimiento científico de la historia. En el Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política, texto que podemos considerar prácticamente como el inicio del materialismo histórico, Marx dice:

“Federico Engels, con el que yo mantenía un constante intercambio escrito de ideas, había llegado por distinto camino al mismo resultado que yo. Y cuando, en la primavera de 1845, se estableció también en Bruselas, acordamos contrastar conjuntamente nuestro punto de vista con el ideológico de la filosofía alemana; en realidad liquidar cuentas con nuestra conciencia filosófica anterior. (…) El manuscrito —dos gruesos volúmenes en octavo— llevaba ya la mar de tiempo en Westfalia, en el sitio en que había de editarse, cuando nos enteramos de que nuevas circunstancias imprevistas impedían su publicación. En vista de esto, entregamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones, muy de buen grado, pues nuestro objeto principal: esclarecer nuestras propias ideas, estaba ya conseguido. Entre los trabajos dispersos en que por aquel entonces expusimos al público nuestras ideas, bajo unos u otros aspectos, sólo citaré el Manifiesto del Partido Comunista redactado por Engels y por mí, y un Discurso sobre el librecambio, que yo publiqué.”

Sin romper con la concepción idealista sobre la historia, propia de la sociedad burguesa, no es posible conocer científicamente la realidad social y, ni mucho menos, acceder a su transformación revolucionaria. Este es el importantísimo papel que cumple el combate filosófico.

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