Quien ha acabado ganando es Allende
Cuarenta años después, en el mundo hispano quien está ganando son los que defienden ideas y proyectos similares a los de Allende. Y quienes pierden son los que se identifican con Pinochet o Kissinger.
Hace exactamente 40 años, un golpe teledirigido desde Washington y ejecutado por Pinochet segaba las esperanzas que, para Chile y todo el mundo hispano, significaba el gobierno de Salvador Allende. El pinochetismo ha sido la imagen más sombría de hasta dónde está dispuesto a llegar Washington para defender sus intereses en lo que consideran su “patio trasero”, frente a las aspiraciones de los pueblos. ¿Pero qué balance podemos hacer, cuatro décadas después, de esta lucha sin cuartel entre el imperio y los pueblos? ¿Realmente, a pesar de todos los sufrimientos provocados, ha acabado ganando Pinochet? ¿O lo que ha avanzado en el mundo hispano, y cada vez con mayor fuerza, han sido las alternativas antihegemonistas y progresistas, conquistando un ámbito de independencia y de progreso que en 1.973 parecía impensable?
Hoy ya nadie puede negar que detrás de Pinochet estaba Kissinger. Principalmente porque la catarata de documentos desclasificados por las autoridades norteamericanas demuestran, más allá de toda duda, que EEUU fue el cerebro del golpe que acabó con el gobierno de Salvador Allende.
En 1970, por orden directa de Richard Nixon, se constituyó un comité encabezado por Henry Kissinger y Richard Helms, el entonces director de la CIA, para coordinar los planes subversivos en Chile. Que intensificó su actividad cuando se confirmó el triunfo electoral de Allende.
"Lo que ha ocurrido en el mundo hispano demuestra que, por muy poderoso que sea el imperio, la fuerza de los pueblos, cuando es consciente y está organizada, es imparable"
Desde Washington se decidió el asesinato de René Schneider, jefe del ejército chileno de profundas convicciones democráticas. EEUU abrió una “cuenta sin límite” para financiar la desestabilización de Chile. Y oficiales norteamericanos sondearon y reclutaron a Pinochet para encabezar el golpe.
El fascismo pinochetista ejecutó a 3.214 luchadores, y torturó a 38.000. Pero las listas de “objetivos” las había elaborado previamente la CIA.
Todo esto, y muchas cosas más, está documentado. Nadie puede negarlo.
El fascismo pinochetista forma parte de la cadena de golpes e intervenciones organizada por Washington. Invadiendo la República Dominicana en 1965, y teledirigiendo la instauración de dictaduras en Brasil (1964), Bolivia (1971), Uruguay (1973) o Argentina (1976).
Así respondía el imperio a los deseos de los pueblos hispanos por liberarse del asfixiante dominio norteamericano.
En los años ochenta, el FMI sustituyó a los dictadores militares como principal ejecutor de los planes norteamericanos. Imponiendo en todo el mundo hispano draconianos “planes de ajuste” que empujaron a países enteros a la miseria para garantizar la cuota de explotación de los bancos y monopolios yanquis.
¿Pero qué ha pasado desde entonces? ¿Realmente los dictadores “patrocinados” por Washington consiguieron “extirpar” la rebelión… o esta no ha dejado de crecer? ¿Y la intervención y el saqueo del FMI sobre el mundo hispano se ha incrementado… o por el contrario está en retroceso?
Cuatro décadas después, podemos afirmar con rotundidad que quien está ganando la batalla es Allende y los pueblos del mundo hispano, y no Pinochet y Washington.
En los años 70 y 80, la desesperación y debilidad del imperialismo norteamericano frente a la lucha de los pueblos iberoamericanos, le llevó a desatar una oleada de sanguinarios fascismos que parecían haber extirpado de raíz la rebelión. No era verdad. La rebelión no paraba de crecer. La admirable resistencia de los pueblos hispanos ante los fascismos “made in Washington” fue un ejemplo de combatividad. La rotunda oposición al saqueo impuesto por el FMI se desató en todo el continente.
Y gracias a esa lucha –a veces soterrada y aparentemente sin incidencia, pero siempre persistente- los tiempos han cambiado… y de que manera.
Hoy los gobiernos proyanquis son minoría en el continente americano. El legado de Allende se ha convertido en un movimiento antihegemonista que triunfa en cada vez más países, ganando para el mundo hispano una autonomía respecto a Washington hasta hace muy poco impensable.
En Venezuela, un movimiento profundamente antihegemonista encabezado por Hugo Chávez dio el pistoletazo de salida a la rebelión de la Patria Grande.
Inmediatamente, en Brasil, un amplio frente popular representado por Lula conquistaba el gobierno.
Le siguieron en Bolivia la victoria de Evo Morales, en Ecuador el gobierno patriótico de Rafael Correa, en Uruguay el Frente Amplio gana la presidencia, en Perú Ollanta Humala gana las elecciones...
Y hasta Argentina dijo basta, y gracias a la movilización popular consiguió pasar de estar condenada por el saqueo del FMI a ser un agujero negro sin solución, a encabezar los índices de crecimiento.
Todas estas experiencias, a pesar de sus diferencias, comparten un mismo denominador común.
Todos estos gobiernos han ganado autonomía respecto a Washington, lo que les ha permitido redistribuir la riqueza en beneficio de la mayoría y ampliar la democracia.
Esgrimiendo un programa que, salvando las distancias del tiempo transcurrido, guarda muchas semejanzas con el defendido por el gobierno de Allende.
EEUU continúa siendo una amenaza para los pueblos hispanos. Lo hemos comprobado en la asonada militar que derrocó al gobierno hondureño –amparada desde Washington-, o en el “golpe político” que ha defenestrado al presidente paraguayo, Fernando Lugo.
Pero los pueblos hispanos se han levantado. Y están ganando la batalla. Eso nadie puede negarlo.
Gracias al margen de autonomía conquistado respecto a Washignton, el mundo hispano ha ganado un protagonismo global que antes nadie podía soñar. Disfrutando, por ejemplo, de un importante crecimiento económico, mientras en Europa nos golpea la crisis originada en Wall Street.
La “Patria Grande” –esa unidad del mundo hispano frente al imperio norteamericano con la que soñaron muchos luchadores- se ha levantado, y ya no acepta quedar relegada al papel de “patio trasero” de la superpotencia.
Y Washington tiene cada vez más problemas para controlar un territorio que habían considerado de su exclusiva propiedad desde hace más de un siglo.
Lo que ha ocurrido en el mundo hispano en los últimos veinte años demuestra que, por muy poderoso que sea el imperio, la fuerza de los pueblos, cuando es consciente y está organizada, es imparable.
Hoy Pinochet es repudiado en todo el mundo. Mientras que Allende es homenajeado.
En Chile, la candidata de la derecha –más proyanqui que pinochetista- apenas alcanza el 12% en las encuestas para las inminentes elecciones presidenciales. Mientras que una plataforma de unidad progresista –que por primera vez incluye a la izquierda socialista y comunista- es la favorita. Y esta coalición presenta como “punto estrella” de su programa la reforma constitucional. Aunque cueste creerlo, en Chile todavía está vigente la constitución de 1.980, redactada por Pinochet al dictado de Washington. Pulverizar este “corsé” político, que impide la aplicación de las transformaciones que la mayoría demanda, es imprescindible.
En este cambio mucho ha tenido que ver la movilización popular, encabezada por los estudiantes, pero a la que se han sumado muchos sectores populares.
El dominio norteamericano, a pesar de haber esgrimido sanguinarios fascismos como el de Pinochet, retrocede. Mientras que las ansias de independencia y libertad de los pueblos avanzan.
Esta es una tendencia irresistible. EEUU sigue siendo la única superpotencia. Dispone de poderosos instrumentos para intervenir económica, política y militarmente, y han demostrado muchas veces de lo que son capaces de hacer.
Pero sabemos que el futuro pertenece a los pueblos. Y los hechos no hacen sino demostrarlo.
Cuarenta años después, en el mundo hispano quien está ganando son los que defienden ideas y proyectos similares a los de Allende. Y quienes pierden son los que se identifican con Pinochet o Kissinger.
Y todo esto ha sido posible gracias a la organización y lucha de los pueblos. Incluso en los peores momentos de las dictaduras más sanguinarias, la rebelión avanzaba soterrada pero persistentemente.
Toda esa entrega y determinación es la que ahora da sus frutos.
Esta es una lección que nos ofrece la lucha de los pueblos del mundo hispano. Y que en España debemos aprender… y poner en práctica.
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