viernes, 10 de mayo de 2013

EEUU MUESTRA LOS COLMILLOS




Construir un país independiente, soberano, merecedor de su legado histórico, con dignidad y justicia social, demanda el más grande esfuerzo de sus hijos.




Si se quiere hacer algo honesto por la patria, en nuestros países dominados por el imperialismo norteamericano desde cuando se obtuvo la independencia política de España, la política nacional de inmediato se convierte en confrontación ganándose enemigos por todas partes.

El comandante presidente Hugo Chávez lo sabía, lo tenía presente porque no existe otro camino; la polarización social llega sola nadie la busca, aparece cuando abusivos privilegios de los sectores poderosos y parasitarios deben enfrentarse creando conciencia nacional, una lucha por las ideas y la participación popular masiva en democracia. Sin embargo, la acaudalada clase propietaria no entiende las demarcaciones democráticas representadas en la Constitución Política de la República sino de imposiciones a la fuerza destrozando la armonía pública, la paz social y la difícil construcción del bienestar general de los pueblos.

Allí la oposición al cambio adquiere connotaciones fascistas recurriendo al odio de clases. La agitación de los sectores minoritarios enriquecidos históricamente a través de la corrupción, la inmoralidad, la impunidad y la dependencia de la metrópoli, siembra el desconcierto propagandístico y el alboroto social usando el poder económico que posee.
 Henrique Capriles en Venezuela perdió las elecciones el 14 de abril, los resultados fueron garantizados por más de 1,700 acompañantes electorales de todo el continente y otros países del mundo, incluidas las Misiones de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Instituto del presidente Jimmy Carter, America’s Watch, OEA, etc., y fueron reconocidos por la totalidad de los gobiernos latinoamericanos y caribeños y gobiernos de otros continentes.
 No obstante la incuestionable derrota electoral sufrida en un proceso ordenado y limpio de principio a fin, con una votación computarizada y auditada, el candidato perdedor Henrique Capriles recibió la orden de desconocer los resultados y de crear el desorden total llamando a la asonada golpista, el motín, los asaltos a la propiedad privada y pública, a los saqueos y al crimen. Acompañado del aplauso delincuencial de la “libertad de expresión” de los grandes medios privados de comunicación, Capriles con su llamado público al odio, el vandalismo y la violencia en las ciudades, se convirtió en el responsable directo de nueve asesinatos, de la destrucción de locales partidarios del PSUV, de los asaltos a los centros de salud donde había presencia de médicos y médicas cubanas, de los incendios provocados en edificaciones públicas y de casas de los pobladores sindicados como “chavistas,” además de otros actos vandálicos irracionales como la quema de automóviles y camionetas del estado, ataques a los locales del Consejo Nacional Electoral, contra las redes de distribución de alimentos del Estado MERCAL, amedrentamiento a los pobladores disparando armas de fuego, quema de departamentos del programa Gran Misión Vivienda Venezuela en la ciudad de Upata, estado de Bolívar. Como responsable directo de estos y otros actos de destrucción y muerte Henrique Capriles y sus cómplices deberían ya estar acusados por la Fiscalía General de la República y enjuiciados como traidores a la patria por sus llamados a la intervención extranjera. ¿Por qué tanto odio, por qué tanto miedo, a la herencia del presidente Hugo Chávez? Los intentos de desestabilización de la revolución bolivariana no son una casualidad, pertenecen a un plan del imperialismo norteamericano y la ultraderecha internacional; plan diseñado con la finalidad de imponer nuevamente el “orden” capitalista de la represión, el desenfreno y el castigo a las clases populares. “Orden” subordinado a Washington, la Casa Blanca y el Departamento de Estado, aquel de la explotación inmisericorde de los pobres, el hambre, la miseria, la insalubridad, el analfabetismo; y sobre todo el robo de los recursos naturales y el petróleo.
Y no sólo en Venezuela, país considerado un “mal ejemplo” como Cuba, sino en la América Latina y el Caribe, cuyos pueblos despiertan de manera innovadora buscando el camino de la liberación nacional económica y política.
El sueño de Simón Bolívar de plena soberanía a través de la integración regional puesto en marcha por el presidente Hugo Chávez fue un certero golpe al neoliberalismo y a los planes de dominación de Estados Unidos queriendo imponer las privatizaciones, el “libre comercio” las recetas del Fondo Monetario Internacional y la globalización.
Así el ALBA surgió de la resistencia contra la hegemonía con el objetivo lograr el intercambio comercial sobre la base de la solidaridad no sólo de las ganancias del capitalismo mundial. Además, Chávez lideró la representación unitaria regional del continente a través de UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) y CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) que unificó a todos los estados de “Nuestra América” en alianza solidaria, excluyendo a los gobiernos imperialistas de Estados Unidos y Canadá.
 Por todo lo mencionado, la reciente posición asumida por el presidente Barack Obama, el pasado 3 de mayo, en la ciudad de México, nos lleva a pensar que el gobierno de los Estados Unidos estuvo a la expectativa del fallecimiento del comandante Hugo Chávez Frías. Se esperó con paciencia un desenlace fatal planificado a fin de desarticular la revolución bolivariana, debilitando sus instituciones mediante el ataque artero, la calumnia, la difamación y los métodos violentos del fanatismo fascista, tal como hemos revelado en la intervención de Henrique Capriles y sus cómplices.
 Las elecciones en Venezuela en cumplimiento estricto de la Constitución del Estado se han realizado en los plazos legales, habiendo prevalecido el orden y la transparencia durante unos comicios, como nunca, súper vigilados por más de 1700 veedores internacionales y organizaciones democráticas, por consiguiente, la arremetida de Barack Obama contra el presidente constitucional de la república bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, enfrenta al pueblo venezolano y a las naciones libres y soberanas de Nuestra América con la Casa Blanca y el libreto del Departamento de Estado y el Pentágono que le ordenaron decir lo que dijo a su presidente. Fue inconcebible escuchar una mentira tan colosal como extravagante en boca del jefe de estado de la superpotencia hegemónica: “el pueblo venezolano merece determinar su propio destino libre de la clase de prácticas que ya se han desterrado en gran parte de América Latina.” No exageramos, pero la insolencia de Obama coincide de manera exacta con la estupidez majadera de John Kerry, Secretario de Estado norteamericano que sin pelos en la lengua, ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, calificó a América Latina como el “patio trasero de Estados Unidos,” reviviendo la vieja Doctrina Monroe que desde 1823 sirvió de guía para las relaciones del imperio con el continente latinoamericano. Se refirió así a la visión única de imponer la voluntad e influencia política y económica norteamericana a los vecinos del sur eliminando cualquier indicio de resistencia. Kerry subrayó la importancia de entablar un “mayor acercamiento con América Latina, porque se trata del “patio trasero” de su país” desconociendo categóricamente que al sur de los Estados Unidos existe una región soberana e independiente en la que se reúnen numerosas naciones con diferentes ideas, costumbres, tendencias políticas, económicas, culturales; y sobre todo con intereses desiguales. En esa misma reunión John Kerry adelantó que él iría a Colombia y Brasil y Barack Obama a México y Costa Rica, ahora vemos que con el sable desenvainado, pues “América Latina es nuestro patio trasero, tenemos que acercarnos de manera vigorosa” remarcó el jefe de la diplomacia estadounidense, exhortando a la administración Obama a hacer un esfuerzo especial con los países latinos. “Trataremos de hacer lo posible para tratar de cambiar la actitud de un número de naciones, donde obviamente hemos tenido una especie de ruptura en los últimos años.” Los primeros resultados de esta nueva política renacida desde lo más profundo de las ideas colonialistas están a la vista.
El presidente Obama desconoce el Gobierno Constitucional del Presidente Nicolás Maduro, desconoce la ratificación popular a la revolución bolivariana, desconoce los ideales del fallecido Comandante Presidente Hugo Chávez y el Plan de la Patria para el período 2013 – 2019, aprobado en vida por líder bolivariano. Obama, de otra parte, aprueba el vandalismo de Capriles, lo encumbra indirectamente sin importarle los asesinatos ni los daños ocasionados, mientras los medios masivos de comunicación, parametrados por los millonarios dueños de la información, de afuera y de adentro, celebran jubilosos la “libertad de expresión” que les permite calumniar y aprobar la injerencia de potencias extranjeras en los asuntos internos de Venezuela, país soberano, pacífico, digno y patriótico.
 Esta política norteamericana de agresión abierta, de intervención irrespetuosa, de instigación golpista, de provocación diplomática, debe ser rechazada por todos los hombres libres del continen
Por Carlos Angulo Rivas

La bestia asesina legalmente.
 Convierte a los jóvenes en carne de cañón y los devuelve a sus casas envueltos en una bandera. 
Fabrica ataúdes en serie y después se prepara para la guerra. 
La bestia tiene esta moral negra. 
Esconde su podredumbre, no la enseña. 
No muestra jamás su pobreza, ni la mortalidad infantil de este país de primera, ni el descontento, ni el horror de ser ciudadano extranjero en aquella tierra. 
Baja el pulgar y no se conmueve. 
Pasea la libertad con cadenas. 
Esta es su moral, la moral que quieren imponer a la fuerza. 
La del plomo y las calaveras. 
La del expolio y la miseria. La del silencio y la obediencia.
 Allí sacan brillo a leyes letales. 
Allí buscan verdugos y los encuentran por unas cuantas monedas. 
Allí, en aquel país que sueña con ser el dueño de la vida entera, matan dentro y fuera de sus fronteras.

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