martes, 18 de junio de 2013

Se ha inaugurado el AVE a Alicante.


Con esta línea España se sitúa en segundo lugar en el mundo, detrás de China, en número de kilómetros de alta velocidad, 3187. El doble que Alemania, y más que Francia, Japón o EE.UU. 


Vamos que semos los mejores.

Esta maravilla del tren de alta velocidad es una prioridad en este país. Difícil de explicar que cuando se sigue recortando en Educación, Sanidad Pública y más, nos gastemos en este trenecito a Alicante, casi dos mil millones de euros y todo por ahorrar 50 minutos, en un viaje de poco más de tres horas.

Y luego nos vienen con que no hay dinero. Por cierto que está previsto, en los próximos tres años, el AVE a Galicia, Asturias, Euskadi, Extremadura y Castellón.

 Total más miles de millones a este maravilloso medio de transporte.

Mientras tanto, Renfe pretende cerrar, en poco tiempo, miles de estaciones de pueblos pequeños de toda España. Estos gobernantes siguen entendiendo que los servicios públicos son cosa de números y de amiguetes.
Resulta que se eliminan estaciones porque no son rentables, mientras que no se cuestiona que el AVE también es deficitario. Pero claro, la propaganda del AVE, propia de un país “rico” como el nuestro, es mucho más importante que dejar a 900.000 españoles sin servicio ferroviario en sus pueblos. Esta es la doble España que nos meten con fórceps.

 La España rural que se quieren cargar como sea y dejarla aislada, sin tren y con carreteras de segunda, y la España de primera, la de las capitales que tienen AVE, aeropuerto y autopista.

Una política de transportes lamentable que produce un desequilibrio total, que crea líneas de AVE y aeropuertos vacíos y condena a muchos pueblos al aislamiento.

¿Qué se podría haber hecho con los más de 60.000 millones que se han invertido en las líneas del AVE? 

Tenemos trenes rápidos como el Alvia, el Alaris, el Euromed o el Talgo que tardan aproximadamente un 30% más y cuya inversión es muy inferior.
 El precio del AVE es alto y además parece que no cubre el coste del trayecto.
Las previsiones de usuarios no se cumplen, así, por ejemplo, en el caso del AVE a Valencia la realidad dice que se están transportando la mitad de pasajeros que los que estaban previstos en el plan inicial. Por no hablar de las estaciones fantasmas, donde no hay apenas movimiento, como Ciudad Real, Guadalajara, Puertollano, Calatayud, Requena,
por ejemplo. Las inversiones y el mantenimiento del AVE son muy caros e impropias de un país en crisis, en situación económica penosa.
Para colmo los billetes tampoco son baratos, con lo que hay que preguntarse ¿es necesario seguir invirtiendo en líneas de AVE? ¿Por qué no se emplea ese dinero en mejorar la red ferroviaria en todo el territorio? Cerrar estaciones e inutilizar vías férreas es tirar las inversiones hechas por la borda. Además, hay cuestiones de difícil explicación en algunas inversiones del AVE.
Por ejemplo, en Guadalajara o en Tarragona, la estación del AVE es distinta de la estación ferroviaria normal, diste de esas ciudades unos diez kilómetros y estén emplazadas en tierras desérticas (¿qué intereses han primado?, desde luego, no el de los usuarios) y que provocan que hacer un transbordo de trenes conlleve trasladarse de una estación a otra, con la pertinente incomodidad y pérdida de tiempo. Absolutamente ilógico puesto que en Barcelona o Madrid, por ejemplo, los AVE entran en la ciudad sin ningún problema.
Lo hecho, hecho queda por desgracia, sin embargo, será muy difícil de explicar –salvo intereses ocultos-- que en los momentos críticos que vivimos se sigan dedicando inversiones millonarias al AVE, mientras que nos tratan de convencer que el Estado del Bienestar se desmantela por falta de recursos.

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