domingo, 18 de agosto de 2013

EGIPTO ENTRA EN ERUPCIÓN


Malditos sean los que promueven y dirigen Golpes de Estado en el mundo. Espero que el Pueblo Egipcio barra a los golpistas como el excremento del fascismo estadounidense que son. 

Viva Mohamed Mursi y viva el Pueblo del Norte de Africa.


Ahí se conjugan los intereses hegemonistas de EEUU (que no podía tolerar que Morsi no cumpliera a rajatabla con las órdenes marcadas), y el ejercito egipcio (el 2º más financiado por EEUU después del de Israel), donde sus mandos no querían perder el poder que ostentaban y que Morsi quería limitar.

Antes del golpe de Estado del 3 de julio en Egipto, el gobierno Obama advirtió en privado a las fuerzas armadas en contra de derrocar al gobierno de Mohamed Morsi, subrayando la legislación de EEUU que exige la suspensión de la ayuda a cualquier país en el que el ejército juegue un "papel decisivo" en la eliminación de un gobierno electo.
Sin embargo, cuando los generales ignoraron las advertencias de Estados Unidos, la Casa Blanca respondió optando por hacer caso omiso de la ley misma. Después de una demora prolongada y embarazosa, el Departamento de Estado anunció que había decidido actuar como si el golpe hubiera tenido lugar, y el secretario de Estado, John F. Kerry declaró que el ejército de Egipto había "restaurado la democracia".
A causa de esas decisiones, la administración Obama es cómplice de la nueva y terriblemente sangrienta represión lanzada el miércoles por el régimen contra decenas de miles de manifestantes que habían acampado en dos plazas de El Cairo.

 Según informes, al menos 278 personas murieron, entre ellas muchas mujeres y niños. 

El caos se ha desatado en Egipto a medida que turbas enfurecidas atacaban iglesias cristianas, que estaban en gran parte sin la protección de las fuerzas de seguridad.
 El ejército ha impuesto el estado de emergencia, esencialmente Egipto regresa al status quo autoritario que existía antes de la revolución de 2011.
La administración Obama protestó debidamente por la última ofensiva, al igual que anteriormente instó a los militares a no usar la fuerza contra las manifestaciones y a liberar al Sr. Morsi y otros presos políticos.
 El desprecio del ejército a estas demandas era lógico y previsible: Washington ya había demostrado que sus advertencias no eran creíbles.
En efecto, aun cuando la policía seguía disparando a civiles desarmados en las calles de El Cairo el miércoles, un portavoz de la Casa Blanca ha reiterado a la prensa la voluntad de la administración de no hacer un juicio sobre si se habían cumplido los términos de la legislación contra los golpes de Estado.
Esta negativa a adoptar una postura firme en contra de las violaciones masivas de los derechos humanos es contraproducente para Estados Unidos, ya que es inconcebible.

El apoyo continuo de EEUU al ejército egipcio está ayudando a empujar al país hacia una nueva dictadura en lugar de a una democracia restaurada.
El general Abdel Fatah al-Sissi, el líder del golpe, cada vez se está labrando más a sí mismo como un salvador nacional al estilo de ex dictadores como Gamal Abdel Nasser; el sangriento asalto del miércoles representa la trituración de los moderados civiles en el gabinete interino que había llamado al compromiso a los Hermanos Musulmanes de Morsi.
Apropiadamente, su líder, el vicepresidente Mohamed El Baradei, ha dimitido. Es difícil imaginar cómo el asalto a la Hermandad, que ganó las elecciones con el apoyo de millones de egipcios, puede ser seguido por una transición creíble hacia la democracia.
Es más probable que conduzca a Egipto a una violencia aún mayor.
Puede ser que las potencias extranjeras no puedan ahora cambiar este trágico curso de los acontecimientos. Pero si Estados Unidos quiere tener alguna posibilidad de influir en un país que ha sido su aliado desde hace cuatro décadas, debe cambiar inmediatamente su política hacia las fuerzas armadas.
Eso significa la suspensión completa de toda ayuda y cooperación, junto con el mensaje de que las relaciones se reanudarán cuando –y si– los generales terminan su campaña de represión y toman medidas concretas para restaurar la democracia.

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