Lo que no puede decirse
Miguel Bardem se atreve a poner sobre la mesa como la intervención norteamericana -en el asesinato de Carrero... o 40 años después- decide lo que ocurre en España
Que EEUU, el gran patrón que determina y decide los momentos decisivos de la vida política y el rumbo del país se mantenga invisible a los ojos de la gran mayoría, es una de las condiciones imprescindibles para salvaguardar su poder.
La emisión el pasado lunes por TVE de una miniserie sobre el atentado que costó la vida a Carrero Blanco es uno de los mayores y mas importantes ejercicios de audacia y libertad que nos ha sido dado ver jamás en cualquier televisión, pública o privada.
La serie, excelentemente dirigida con honestidad, valentía y pulso firme por Miguel Bardem –a quien desde estas paginas expresamos nuestras más sinceras felicitaciones–, se atreve a desmontar frontalmente la versión oficial del atentado, la autoría exclusiva de ETA, para exponer ante una audiencia millonaria la abrumadora multitud de hechos que apuntan inequívocamente hacia una participación decisiva en él de los servicios secretos norteamericanos, la CIA.
La serie constituye una síntesis precisa de la multitud de hechos conocidos que confirman la intervención de la CIA en el atentado"
La secuencia final de la serie, donde el comisario general va desgranando los argumentos –“es sólo una hipótesis, un juego...”– que sustentan sus sospechas sobre la versión oficial constituye una síntesis acabada de la infinidad de hechos conocidos que confirman la intervención de la CIA en el atentado.
“Carrero incomodaba a muchos... e incordiaba también a los norteamericanos....” Su negativa radical a reformar un régimen franquista en clara decadencia y cada vez más acosado por las luchas populares, en unos momentos en que EEUU necesitaba imperiosamente estabilizar su dominio en el conocido en la jerga diplomática como “vientre bando de Europa” para reforzar así su sistema de alianzas militares en Europa, le habían convertido en un molesto personaje. En el principal obstáculo para sus planes de promover la transformación de la dictadura franquista en una democracia tutelada que pudiera integrarse plenamente en la OTAN. Había que remover ese obstáculo... Y se removió.
Que la serie fuera seguida la noche de su emisión por cerca de 4 millones de espectadores, siendo el programa más visto en televisión ese día, ha provocado como reacción inmediata que una catarata de medios –desde El País hasta ABC o Libertad Digital– salieran los días siguientes en tromba a intentar desprestigiarlo, acusándolo de “conspiranoico”, para tratar de contrarrestar su poderoso mensaje antihegemonista.
Lo que más les molesta no es tanto la tesis de la serie sobre el papel decisivo de EEUU en el atentado y la posterior transición. Eso es algo que ha quedado suficientemente demostrado en múltiples libros y artículos de investigación aparecidos en España en las últimas décadas. Pero cuyo alcance y difusión estaba limitado, hasta ahora, a círculos relativamente reducidos de la opinión pública. Con su serie, Miguel Bardem la ha puesto ante los ojos de millones de personas. Y eso sí es peligroso. Porque, parafraseando a García Lorca, eso es algo que puede pensarse, pero no debe decirse. Que el gran patrón que determina y decide los momentos decisivos de la vida política y el rumbo del país se mantenga invisible a los ojos de la gran mayoría, es una de las condiciones imprescindibles para salvaguardar su poder.
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