martes, 2 de octubre de 2012
Cortina de humo
En 1997 el director de cine Barry Levinson estrenaba una sátira política titulada Wag the Dog (La cortina de humo, en su versión española).
La trama es sugestiva. Tras ser pillado in fraganti en una situación escandalosa unos días antes de su reelección, el presidente de los Estados Unidos decide inventarse un conflicto que desvíe la atención de la prensa y de la opinión pública, una guerra en Albania a la que él pueda poner fin heroicamente ante las cámaras de televisión. Trama sugestiva, pero al mismo tiempo bastante real. El argumento, con variaciones, se ha repetido en múltiples ocasiones. Es un hábil resorte desviar hacia un teórico enemigo exterior la crítica y los conflictos internos.
Los nacionalistas son expertos en esa táctica. En estos momentos, Artur Mas la está empleando con gran eficacia. CiU ha sido una adelantada en instrumentar la política más reaccionaria, no solo porque tanto el Gobierno de Zapatero como el de Rajoy hayan contado casi siempre con su apoyo en el Congreso a la hora de aprobar los recortes y las reformas más antisociales, sino porque el Gobierno de la Generalitat se ha anticipado a los gobiernos del resto de las Comunidades en aplicar medidas regresivas. Hasta hace unos días, la sociedad catalana, al igual que el resto de la sociedad española, bullía de indignación y se manifestaba en contra de los recortes y de la política antisocial impuesta desde Europa e implantada por los distintos ejecutivos tanto centrales como autonómicos. Artur Mas y su Gobierno estaban en el centro de la diana de las críticas y de las manifestaciones. Y, he aquí que de manera un tanto prodigiosa el escenario cambia, los parados y los trabajadores en Cataluña, en lugar de revolverse contra el gobierno de CiU, culpan de su desgracia a los parados y a los trabajadores del resto de España. Y cuando todas las sociedades castigan a los políticos y a los gobiernos que siguen fielmente las consignas de Merkel y de los halcones de Europa, Mas piensa que, emboscado en la señera, va a lograr -y seguramente lo conseguirá- mejores resultados electorales y por eso convoca elecciones anticipadas.
El nacionalismo tiene la capacidad de desvirtuar la realidad, sustituye la lucha de clases por el enfrentamiento entre los territorios, reemplaza la confrontación ideológica por la pugna entre las naciones o las regiones, ofusca a las izquierdas desviándolas de su auténtico objetivo y en la actualidad aparta la atención del verdadero problema: la crisis, sus causas y sus auténticos responsables.
El nacionalismo españolista ha querido situar la causa de la crisis que padecemos en el despilfarro de las Comunidades Autónomas, lo que tiene muy poco de verdad. El nacionalismo catalán, a su vez, atribuye el origen de los actuales problemas de Cataluña al expolio que, según ellos, sufre del resto de España, lo que aún es menos cierto. Las dificultades económicas que hoy afectan tanto a catalanes como al resto de españoles tienen como causa última el euro y los defectos con los que se ha construido la Unión Monetaria, articulada en un proyecto neoliberal que, si bien realiza la integración mercantil, financiera y monetaria, descarta toda integración fiscal, laboral, social y, en definitiva, política.
Es por eso por lo que extraña tanto que partidos de izquierdas secunden el plan de CiU y de Mas basado en creer que la salvación de Cataluña se encuentra en la Europa del capital y de las multinacionales, y en querer repetir dentro de nuestro país los errores europeos, rompiendo la unidad fiscal. Si una unión monetaria sin integración fiscal resulta insostenible en Europa y por ello es muy probable que antes o después la Eurozona se desmorone, cuánto más si el modelo se aplica dentro de España.
Mas y CiU quieren convencer a los catalanes de que no necesitan a España y por esa razón repiten una y otra vez que Cataluña exporta ya más al resto del mundo que al resto del territorio español, lo cual puede ser cierto (alrededor del 50%); pero de lo que nada dicen es de las importaciones, porque si es verdad que como consecuencia del proceso de apertura que ha significado la incorporación de nuestro país a la Unión Europea las exportaciones catalanas al resto del mundo han crecido significativamente, también lo han hecho las importaciones, de manera que frente al exterior Cataluña presenta un elevado déficit comercial solo compensado por el superávit frente al resto de España.
El presidente de la Generalitat engaña a los catalanes haciéndoles creer que Cataluña fuera de España estaría a la altura de Alemania. ¿Se lo cree? Seguro que no, pero le sirve para que se olviden los recortes, los ajustes y, en general, su política antisocial y reaccionaria.
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