¡Qué se joda la Troika!
Tras varias semanas de movilizaciones, el gobierno luso ha tenido que retroceder, derogando la rebaja salarial de un 7% a los trabajadores, mientras se hunde espectacularmente en las encuestas. Portugal nos ha demostrado la capacidad de los pueblos, en base a su unidad y movilización, para enfrentarse a la intervención y el saqueo.
Acorralado por las críticas, amenazado por la división de su propia coalición de gobierno, hundido en las encuestas y, sobre todo, hostigado por decenas de miles de portugueses que rodearon durante más de 8 horas el palacio presidencial al grito de ¡ladrones!, el primer ministro Passos Coelho daba marcha atrás a la brutal medida acordada con la Troika de recortar un 7% el sueldo de todos los trabajadores de Portugal a base de subirles la cotización a la Seguridad Social, mientras rebajaba la cuota que tienen que pagar los empresarios.
Convocado por urgencia por el presidente de la República –alarmado ante unas movilizaciones que empezaban a tomar rasgos de auténtica insurrección social y han sido las más numerosas desde la Revolución de los Claveles–, el Consejo de Estado forzaba al gobierno a retirar la medida.
Portugal nos demuestra que los pueblos podemos hacer retroceder los recortes del FMI y Berlín
La rebaja de un 7% de los sueldos de los trabajadores ha sido la gota de agua que ha colmado la paciencia del pueblo portugués. En 2012 el IVA subió hasta el 23%. Ha subido también el impuesto de la renta. Además de recortar la sanidad pública, los portugueses pagan ahora 5 euros por ir al médico de familia y 20 por acudir a urgencias. Funcionarios y pensionistas han visto como se les quitaban las dos pagas extras. Las autovías estatales ha pasado a ser de peaje, al tiempo que se ha disparado el precio de los transportes públicos.
Y a pesar de todas las brutales medidas de ajuste impuestas por la Troika –o más precisamente gracias a ellas– la economía lusa se contraerá este año un 3%, el paro se ha más que duplicado hasta alcanzar el 15,7%, el consumo se ha hundido un 6%, los cierres de empresas y comercios se multiplican y la pobreza empieza a extenderse por todo el país.
Siguiendo a Grecia
El FMI y Berlín han condenado a Portugal a ser el primer candidato en seguir el camino de descenso al infierno que ya han hecho recorrer a Grecia. Pero como allí, han empezado a encontrarse con la horma de su zapato. Cuanto más aprieta el hegemonismo, más contundente es la respuesta popular que obtiene.
Desde la intervención aprobada en mayo de 2011, uno tras otro el pueblo portugués parecía asumir con resignación la catarata de recortes impuestos. Apenas una huelga general –no convocada además por el segundo mayor sindicato del país– en este tiempo había permitido entrever el rechazo y la indignación que se iba acumulando. Pero estaba. Y ha estallado con toda intensidad en apenas siete días.
El pasado 15 de septiembre, el mismo día que en Madrid vivíamos una concentración gigantesca, una autentica marea humana se adueñaba de las calles de 40 ciudades portuguesas. Convocadas por el 15-M portugués, cuyo llamamiento reprodujimos en nuestro periódico hace dos semanas, medio millón de personas salían a la calle en Lisboa, otras 400.000 en Oporto y centenares de miles más repartidas por todo el país.
Bajo la consigna de ¡Que se vaya al diablo la Troika, devolvednos nuestras vidas!, jubilados, parados, madres, funcionarios, familias, policías de paisano, carteros, médicos, pequeños comerciantes, jóvenes, empresarios,... la más amplia representación del 90% de la población portuguesa se dio cita en la calle para expresar su rechazo y su hartazgo ante el parlamento o la sede lisboeta del FMI.
Sólo cinco días después, se producía el provocador anuncio de Passos Coelho de rebajar un 7% los salarios, en televisión y en horario de máxima audiencia. Los portugueses volvieron a echarse a la calle, pero esta vez dispuestos a no regresar a sus casas hasta que el gobierno diera marcha atrás. Y el gobierno no tardó ni 8 horas en retroceder.
La lucha del pueblo portugués ha obtenido un triunfo sin paliativos. De un solo golpe, ha obligado a retroceder al gobierno, ha abierto importantes fisuras en éste, ha fortalecido la confianza en sus propias fuerzas y ha comprobado en la práctica que cuando el pueblo se une y se moviliza contra sus auténticos enemigos (la Troika y un gobierno vendepatrias), éstos ya no parecen todopoderosos e imbatibles como antes.
Con toda seguridad, las consecuencias políticas de esta gran victoria popular las veremos en las próximas semanas y meses
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