lunes, 25 de febrero de 2013

El cuarto poder

 
 
 
La Marea Ciudadana colapsa 80 ciudades con su protesta
 
 







Calcular el número de personas convocadas por la Marea Ciudadana que se echaron este 23-F a la calle, por ejemplo en Madrid, es casi imposible, además de poco riguroso informativamente. Pero, por hacer comparaciones, la masa capitalina multiplicaba claramente, y varias veces, a la que sale o entra en uno de esos grandiosos partidos del Santiago Bernabéu. Y el campo del Real Madrid tiene un aforo de 100.000 personas.
Convocados por todas las mareas, numerosos colectivos sociales, varios partidos políticos y sindicatos, el 15-M, el 25-S, Democracia Real Ya… los ciudadanos españoles salieron el 23-F en 80 ciudades unidos por un lema: “No al golpe de Estado financiero. No debemos, no pagamos”. En la agenda, muchos contra: contra el rescate de la banca, los desahucios, el desmantelamiento de la sanidad y la educación públicas, contra la reforma laboral, contra el recorte de pensiones y el de los sueldos de los funcionarios… En resumen, contra todas las políticas emprendidas por el gobierno de Mariano Rajoy y las últimas medidas iniciadas por el de José Luis Rodríguez Zapatero.
A la hora de redactar esta crónica, las 20.45, resultaba sorprendente observar que ni los colectivos convocantes conocían la existencia de ningún incidente reseñable, ni en las redes sociales se comentaba tampoco enfrentamiento violento alguno.

En Madrid, concretamente, este cronista consultaba a las 19.30 con un agente municipal a las puertas del Hotel Ritz, orilla de la Plaza de Neptuno. Neptuno, a pocos metros del más que blindado Congreso de los Diputados, era el destino final de la manifestación. Aunque miles de personas, a esa hora, no habían podido acercarse ni a dos quilómetros de la plaza a causa de la enorme afluencia de ciudadanos.
Buenas tardes, agente. ¿Algún incidente?.
– Ninguno -contestó muy amablemente el municipal.
Qué raro, con tanta gente, ¿no?.
– No se crea. Es así siempre. Cuando se lía, se lía al final. Siempre se queda hasta el final alguno que viene a liarla.
La respuesta del amable agente no fue del todo exacta. En la jornada del 25-S, este cronista fue testigo de varias cargas policiales indiscriminadas, de palizas brutales a menores y a jubilados, e incluso de peleas entre los propios agentes de la Unidad de Intervención Policial: tres de ellos poco menos que inmovilizaron a un compañero policía a golpes, cuando estaba apaleando sañudamente a un anciano en el suelo.
Pero los tiempos de la violencia parecen haber pasado a la historia. En este 23F solo se produjeron incidentes entre los manifestantes y los 1.650 agentes que acordonaban el centro de Madrid cuando la protesta se había disuelto. Los enfrentamientos que se registraron por la noche entre los antidisturbios y grupos de personas en la Glorieta de Atocha, el Paseo de las Delicias y el barrio de Lavapiés, donde se quemaron contenedores y se arrojaron mesas, sillas y adoquines contra los agentes, se saldaron con, al menos, 45 detenidos, nueve de ellos menores, y 40 heridos.
Los bomberos de Madrid, que hasta última hora trataron de interponerse entre los manifestantes más violentos y los policías, se habían comprometido con los organizadores a establecer un cordón de seguridad que evitara roces demasiado ‘íntimos’. Además, esta semana anunciaban a través de su sindicato mayoritario, CCOO, que no estaban dispuestos a participar en ningún desahucio más. Cada vez que algún bombero cruzaba entre la multitud, la gente irrumpía en aplausos y vítores, y las adolescentes se gastaban bromas entre ellas. Los bomberos caían bien.
El ambiente era festivo y, quizá por la hora más temprana, no se percibía en Madrid la adrenalina de miedo que había flotado en la atmósfera cargante de convocatorias precedentes. Había muchas, muchas, parejas jóvenes con bebés y con niños, que también agitaban banderitas y gritaban sus cosas.
Mucho baile y mucho humor. La desesperación como extraña hermana de la sonrisa.
Mariano, cabrón,
deja la tijera,
que más que presidente
pareces peluquera.

¡Sí hay dinero!
¡Lo tiene el tesorero!
De vez en cuando, la masa levantaba las manos y comenzaba a gritar un grito ágrafo.
– ¿Por qué gritan? -le preguntó una anciana a la que iba de su brazo.
– ¿Y a ti qué te importa? ¡Si ellos gritan, nosotras gitamos!.
Y gritaron.
En la otra bancada, o desde el otro lado de la barra, ya que el 23-F de Madrid era una fiesta, había bastante menos humor. En twitter, el portavoz de la comunidad, Salvador Victoria, redactaba soflamas: “La marea antisistema y antidemocrática de esta tarde es un tsunami contra las libertades y la democracia parlamentaria”. En otro tuit, llegó a comparar la manifestación con otro 23-F de más triste memoria: el protagonizado hace 32 años por Antonio Tejero. Maneras de entender la historia.
A las ocho de la tarde, en Madrid, los convocantes echaron mano de la megafonía: “¡La marea blanca ha sido un exitazo!”, vítores. “Tenemos permiso hasta las ocho de la tarde… Es la hora de desconvocar…!, pitos y barullo. “Cada cual es libre de hacer lo que quiera, pero no hagáis más presión sobre el cordón de los bomberos, que llevan muchas horas y ya no pueden más!”, aplausos. “Queremos que hoy no haya ningún incidente con la policía. Os pedimos que os disolváis con tranquilidad”, arreciaron entonces algunos pitos, pero fueron inmediatamente eclipsados por los aplausos. Hacía frío. La manifestación se disolvió. Solo unos cientos de personas se quedaron ante Neptuno. Y la policía también se quedó allí. Con sus sirenas azules deslumbrando a la luna.

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