Los escándalos de corrupción golpean a Rajoy, apuntan a la Corona o al PP y abren una crisis política aguda
Sea cual sea el resultado final de todo esto, lo único seguro a día de hoy es que el golpe de timón dado con la publicación de las cuentas de Bárcenas va a tener profundas consecuencias. Y que está íntimamente relacionado con la insaciable voracidad de Washington y Berlín por devorar las riquezas nacionales. Entre ellas –y muy especialmente– la caja de las pensiones.
Lo que resulta ya tan imprescindible como urgente es que se esclarezca toda la verdad de las cuentas del PP. Tanto judicialmente como a través de una comisión parlamentaria independiente del partido del gobierno.
La revelación de una parte de la contabilidad oculta del PP que implica directamente a Rajoy ha situado el “caso Bárcenas” en una dimensión cualitativamente distinta. Es la primera vez en la historia de la democracia que un presidente del gobierno es acusado de lucrarse con la corrupción. Ya no estamos sólo ante un misil en la línea de flotación del PP, ni siquiera únicamente ante un ataque frontal contra el gobierno. La intervención de Rajoy el pasado sábado, valiente en lo personal pero muy arriesgada políticamente, no es suficiente para detener la vorágine que se ha instalado en el país. La sucesión de acontecimientos de las últimas semanas apunta cada vez con más insistencia a un golpe de timón cuyo objetivo final aparece todavía difuso. Hagamos un poco de memoria. En octubre de 2011, el entonces ministro de Fomento y número dos del PSOE, José Blanco, es acusado de cobrar comisiones por favorecer a un grupo de empresarios. Uno de los hilos de la trama deriva hacia Cataluña y golpea directamente al número dos de Convergencia, miembro del “clan Pujol”, cuyos hijos supuestamente poseen una fortuna repartida por diversos paraísos fiscales. Sólo un mes después, se anuncia el enjuiciamiento de Urdangarín. Hoy lo que está en cuestión es si la infanta Cristina será también imputada. No es la única de la Casa Real afectada. En abril de 2012, se hacen públicas las fotos del Rey durante una cacería de elefantes en Botswana y oscuros personajes de una decadente aristocracia europea y caprichosos jeques que nadan en petrodólares aparecen en el entorno habitual de la vida real.
En junio de 2012, el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Dívar, se ve obligado a dimitir al descubrirse que cobraba como gastos y dietas de representación sus viajes privados y vacaciones de lujo. Seis meses mas tarde el ex presidente de la gran patronal, la CEOE, es encarcelado por estafa.
Nada más comenzar el año, la justicia descubre en Suiza cuentas ocultas del ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, por valor de al menos 22 millones de euros. Inmediatamente después, El Mundo revela que Bárcenas pagó durante años sobresueldos no declarados a la cúpula del PP. A continuación, El País publica detallados extractos contables que implican al presidente del gobierno, Mariano Rajoy.
Nada más comenzar el año, la justicia descubre en Suiza cuentas ocultas del ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, por valor de al menos 22 millones de euros. Inmediatamente después, El Mundo revela que Bárcenas pagó durante años sobresueldos no declarados a la cúpula del PP. A continuación, El País publica detallados extractos contables que implican al presidente del gobierno, Mariano Rajoy.
"Para llevar adelante el proyecto de intervención y saqueo se necesita una España débil e inestable"
En apenas quince meses, la jefatura del poder judicial, de la gran patronal, de la Casa Real, del sistema de partidos del modelo bipartidista y del gobierno se han visto sacudidos por un autentico tsunami de escándalos de corrupción que, como en un elaborado guión cinematográfico, van subiendo de grado e intensidad hasta estallar en la apoteosis final, por el momento, de la implicación de Rajoy. ¿A dónde se dirige todo esto?
Algo más que corrupción
Lo que ahora está saliendo a la luz, de una forma cruda y salvaje, es la íntima fusión entre importantes sectores de la oligarquía y grandes empresarios con los más altos estamentos de la clase política y las elites que ocupan la dirección de los principales aparatos de Estado.
Tramas y connivencias cuyo objetivo –por encima, y en contra, de la legalidad– es saquear el dinero público. En la que grandes monopolios pagan comisiones ilegales a los cargos públicos para que éstos favorezcan sus negocios. Y en la que la gran banca, nacional o internacional, gestiona a través de cuentas opacas el cobro de las “mordidas”.
Pero la existencia de esta urdimbre de tramas de corrupción y connivencias que anega las estructuras del régimen político y el Estado no es tampoco nada nuevo. Muchos siempre lo han sospechado o intuido. Y algunos, como nuestro partido, venimos denunciándolo desde hace años. Y por eso incluimos en nuestro programa electoral para las elecciones europeas de 2009 que se igualara penalmente el tratamiento a la corrupción con el que el que la justicia tiene reservado para el crimen organizado. Porque de hecho eso es lo que es: delincuentes que se asocian y organizan en tramas criminales para saquear planificadamente el dinero público.
Pero precisamente por eso, porque es algo que todos conocíamos o sospechábamos, lo mas revelante del asunto no es el hecho mismo en sí, sino el que salga a la luz pública de una forma secuencialmente tan bien dispuesta y organizada, disparando con munición de creciente calibre contra algunos de los pilares básicos del régimen político.
Sería de una ingenuidad terrible creer que estamos ante un simple episodio de corrupción que ha acabado por estallar espontáneamente y de forma descontrolada por las ansias de venganza o el chantaje de un personaje tan políticamente irrelevante como Bárcenas.
A río revuelto....
Sabemos por experiencia, propia y ajena, que detrás de la publicación de dossieres que afectan a instituciones claves del Estado no ha estado nunca el llamado periodismo de investigación, sino los grandes poderes fácticos –y en especial de las grandes potencias– que “revuelven las aguas” para incrementar su cuota de pesca.
Lo vivimos en nuestro país en los años 90 con la campaña de acoso y derribo de Felipe González. O anteriormente, en los 70, en EEUU con el caso Watergate.
Venimos advirtiendo desde hace tres años que sobre España se cierne un proyecto hegemonista, con sede en Washington y Berlín, cuyo objetivo es imponer una drástica degradación política de España, condición indispensable para “debilitar las defensas nacionales” y así poder incrementar el grado de intervención y saqueo exterior sobre nuestro país.
Que, en apenas unos pocos meses, se haya generado un torbellino de escándalos que afectan al corazón del gobierno, al Rey, a los principales partidos e instituciones del régimen,… no puede ser casual.
Para llevar adelante su proyecto de intervención y saqueo, Washington y Berlín necesitan a una España débil, inestable, consumida su energía y volcada toda su atención en lo que ellos llaman nuestros “demonios internos”. Hoy es la corrupción, en otros momentos de nuestra historia han sido los nacionalismos, las revueltas anticlericales,... Pero en todos los casos las consecuencias han sido las mismas: mientras España, sus fuerzas políticas y sociales se enfrascaban en conflictos y rencillas, reales o figuradas, las grandes potencias imperialistas del momento aprovechaban nuestra debilidad interna para dar nuevos bocados a la riqueza nacional y aumentar su capacidad de intervención y control sobre nosotros.
Hoy en día sus pretensiones son tan salvajes que están encontrado resistencias a seguir a pies juntillas sus dictados incluso entre el gobierno de Rajoy y nódulos fundamentales de la oligarquía.
Porque una cosa es acatar los mandatos del FMI y Merkel –cosa que Rajoy ha hecho, y sobradamente, durante el último año–, y otra muy diferente aceptar una degradación del país al nivel de Grecia o Portugal. O resignarse a unas políticas que al ahogar el consumo, estancar la economía y disparar el paro, hunden las expectativas políticas y electorales del PP a un ritmo que, de creer a las encuestas, puede dejar pequeña la catástrofe electoral en que Zapatero dejó postrado al PSOE.
Del caso Bárcenas al “caso España”
Todo indica que el caso Bárcenas ya ni siquiera va camino de convertirse en el “caso Rajoy”, sino en el “caso España”.
Ante lo que nos encontramos es ante un ataque masivo del hegemonismo que, para vencer la más mínima resistencia a la ejecución de sus dictados sobre España, está dispuesto a lanzar munición de grueso calibre contra el propio régimen que le sirve de instrumento de intervención y control.
No es nada nuevo en la reciente historia de Europa. Hace poco más de un año vimos cómo en Italia se impuso la defenestración de Berlusconi, y su sustitución por un ejecutivo de “tecnócratas” del FMI encabezado por Monti, en lo que la propia prensa italiana describió poco menos que como un golpe de Estado. ¿La razón? Que pese a todas sus corrupciones, a sus excesos y desmesuras de todo tipo, Berlusconi, era un hombre demasiado poco controlable por la Troika. Debía ser eliminado y se movieron los hilos necesarios para que así ocurriera.
Todavía no sabemos los objetivos últimos del auténtico terremoto político desatado por la publicación de las cuentas ocultas del PP. Son muchas las opciones ahora mismo abiertas.
El PSOE de Rubalcaba exige la dimisión de Rajoy y su sustitución al frente del PP. Otros exigen la convocatoria inmediata de elecciones anticipadas. Hay sectores que apuestan por una inminente crisis de gobierno, otros insinúan la necesidad de algún tipo de gobierno de coalición PP-PSOE. Y hay incluso quien levanta la alternativa de un gobierno tecnócrata de la Troika como solución.
Lo que España de verdad necesitaría en estos momentos de excepcional gravedad es tomar todas las medidas legales tajantes y necesarias para atajar de raíz la insoportable corrupción de la vida política económica española, estableciendo duras medidas jurídicas contra corruptores y corruptos así como una profunda democratización y transparencia de todo el sistema político. Y adoptar una política económicade crecimiento y creación de empleo, redistribuyendo los recursos y la riqueza del país de acuerdo con las necesidades de la nación y del 90% de la población y no con unas imposiciones externas que nos ahogan y empobrecen a marchas forzadas.
En todo caso, lo que resulta ya tan imprescindible como urgente es que se esclarezca toda la verdad de las cuentas del PP. Tanto judicialmente como a través de una comisión parlamentaria independiente del partido del gobierno. Si esto no se hace de forma inmediata, la exigencia de una convocatoria anticipada de elecciones se va a convertir en un justo y unánime clamor popular en los próximos meses.
Sea cual sea el resultado final de todo esto, lo único seguro a día de hoy es que el golpe de timón dado con la publicación de las cuentas de Bárcenas va a tener profundas consecuencias. Y que está íntimamente relacionado con la insaciable voracidad de Washington y Berlín por devorar las riquezas nacionales. Entre ellas –y muy especialmente– la caja de las pensiones.
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