sábado, 8 de septiembre de 2012
Tres cuestiones para reflexionar
La secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton está de visita en China. Esta visita parece ser un tanto “repentina”, sin embargo, teniendo en cuenta la importancia de las relaciones chino-estadounidenses y la serie de problemáticas internacionales que deben abordar ambos países, el hecho de que el presidente Barack Obama envíe a China una funcionaria de alto rango en un momento clave antes de las elecciones presidenciales tiene su lógica.
La secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton está de visita en China. Esta visita parece ser un tanto “repentina”, sin embargo, teniendo en cuenta la importancia de las relaciones chino-estadounidenses y la serie de problemáticas internacionales que deben abordar ambos países, el hecho de que el presidente Barack Obama envíe a China una funcionaria de alto rango en un momento clave antes de las elecciones presidenciales tiene su lógica.
Ya que viene a comunicarse, EE.UU. necesita pensar claramente algunas cuestiones relacionadas con China.
En primer lugar, China no desafía el actual orden internacional.
La China actual no es como la antigua Unión Soviética que buscaba hegemonía. China aboga por llevar a cabo una reforma de los componentes irracionales del sistema y orden internacionales actuales de acuerdo con el deseo de la mayoría de los países, pero no intenta subvertir el actual orden internacional. China tiene la voluntad de establecer un orden económico-comercial y de seguridad en la región del Asia-Pacífico junto con EE.UU. y los países de la región. Empujar a China hacia el lado opuesto con un pensamiento de “suma cero” no se ajusta a los intereses fundamentales de EE.UU.
En segundo lugar, no debe pensar desafiar a China en cuestión de intereses fundamentales.
La China actual no es la antigua China débil y que se dejaba ultrajar fácilmente. Respetar los intereses fundamentales de cada uno es donde radica la clave para garantizar el desarrollo saludable de las relaciones bilaterales. En un comunicado conjunto publicado por EE.UU. y China en el 2009, no sólo se determinó que el respeto recíproco de la soberanía y la integridad territorial sería el principio fundamental para guiar las relaciones entre los dos países, sino también ambas partes se comprometieron a no apoyar ninguna acción que pudiera socavar este principio. Si la política exterior y las acciones de Estados Unidos dañan los principios fundamentales de China, sólo podrá conducir a un contraataque cada vez más fuerte por parte de China, frente a lo cual los EE.UU. no se deberían sentir “sorprendidos”.
En tercer lugar, sembrar discordia en los países vecinos de China traerá más pérdidas que beneficios
China se adhiere a la promoción de una política de amistad, seguridad y prosperidad con sus vecinos en el largo plazo, para promover la paz y la estabilidad en la región de Asia-Pacífico, de la cual China y sus vecinos se beneficiarían. En este sentido, es inevitable que EE.UU. sienta un poco de “envidia, celos y odio”. La actitud reciente de Washington frente a las cuestiones de las Islas Diaoyu o el Mar Meridional de China sólo genera dudas sobre sus intentos de sembrar discordia con la esperanza de beneficiarse del conflicto de otros. Con el tiempo, esta estrategia en la región sólo producirá más pérdidas que ganancias, e incluso llegará a ser contraproducente.
La existencia de estas tres cuestiones se explica por el problema de confianza mutua y estratégica entre China y EE.UU. Las relaciones chino-estadounidenses se han convertido en un factor importante que afectan los cambios en la escena mundial. Al mismo tiempo, su grado de complejidad no se puede comparar con ningún otro caso en el pasado o en la actualidad.
La presente visita de Clinton a China probablemente sea la última de su mandato. Si ambas partes aprovechan esta oportunidad para promover la resolución de algunos problemas, entonces este viaje habrá valido la pena.
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