Por más que la resaca de las elecciones norteamericanas cope los titulares de la mayoría de los medios alrededor del planeta, los europeos que aún se crean el sueño regional deberían tener puesta su mirada hoy en Grecia.
Teóricamente, y si no se produce un retraso de última hora, el Parlamento heleno va a votar el nuevo programa de ajuste acordado el martes de la semana pasada entre el Gobierno local y la Troika. Un plan de 13.500 millones de euros al que queda supeditada la entrega de nuevas ayudas y que ha paralizado durante cuarenta y ocho horas el país, fruto de la huelga general convocada por unos sindicatos que se oponen también al Presupuesto 2013, cuya tramitación está prevista para este domingo.
Aunque la mayoría proeuropea cuenta desde junio con 176 de los 300 escaños del hemiciclo (127 Nueva Democracia de Antonis Samaras, 32 del PASOK de Evangelos Venizelos y 16 de la Izquierda Democrática o DIMAR tras surgir cuatro ‘independientes’) y la medida requiere solo de mayoría simple para seguir adelante, la cosa se ha ido complicando preocupantemente en los últimos días. Se espera que los diputados del grupo liderado por Fotis Kouvelis, contrarios a las cláusulas laborales que incluye el acuerdo, se abstengan, lo que no impediría al gobierno contar aún con una mayoría holgada. Pero el problema viene de la fragmentación de voto de los socialistas, que ya se puso de manifiesto a la hora de refrendar hace una semana el esquema de privatizaciones propuesto por el Ejecutivo, cuyo nihil obstat obtuvo por los pelos (WSJ, Greek plans strikes on eve of votes, 05-11-2012).
La aparición de estos díscolos ha encendido las alarmas entre los que pensaban que el rechazo era un evento posible pero improbable. De producirse, las consecuencias para la estabilidad política y financiera de Grecia serían enormes. Sin la recepción de esos 31.500 millones, cuya entrega estaba condicionada a la aprobación del plan, el país comenzaría a sufrir serios problemas de tesorería a finales de este mismo mes. Un hecho que convertiría casi en inevitable la convocatoria de unos nuevos comicios electorales en los que, de acuerdo con las encuestas más recientes, tanto la extrema derecha de Amanecer Dorado como los izquierdistas radicales seguirían ganando peso frente a los partidos tradicionales, elevando, por ende, la incertidumbre y la tensión en los mercados.
Tampoco en caso de que el programa pase el trámite parlamentario existen garantías de que el desembolso finalmente se realice. No en vano, el Fondo Monetario internacional ha condicionado su apoyo económico a un plan realista de repago de las ayudas. Y cada día que pasa, dicha posibilidad se desvanece. Con una deuda pública equivalente al 190% de su PIB, las estimaciones más optimistas sitúan dicha ratio en el 140% para 2020, muy lejos del 120% que se acordó el pasado mes de febrero, cuando se aprobó una condonación parcial de lo adeudado por los griegos, que afectó fundamentalmente a los acreedores privados. Ya entonces, y sobre la base de un escenario económico que ha devenido imposible, se calculaba el desembolso total en 237.500 millones de euros.
Por tanto, da la sensación de que pase o lo que pase hoy, la cuestión griega va a volver a estar encima de la mesa (...)
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