lunes, 26 de noviembre de 2012

Las cuentas de Mas son menos

Las elecciones catalanas del 25-N se han saldado con una derrota sin paliativos para el proyecto de Artur Mas y un doble triunfo popular.
 
 
Artur Mas disolvió el parlamento a mitad de legislatura para pedir una “mayoría excepcional” con la que liderar el camino hacia un Estado propio. Pero su órdago soberanista y su política de recortes salvajes han tocado resortes claves que ha hecho que irrumpieran en la fiesta unos protagonistas no esperados.
 
 
 
La subida en casi 11 puntos de la participación electoral ha castigado a Mas por partida doble. Contra él se ha movilizado una parte de la población que, considerándose tan catalana como española, ha querido frenar su deriva independentista. Y al mismo tiempo, los votantes de izquierdas, tanto nacionalistas como no, han creado en los hechos, y en los votos, un amplísimo frente de rechazo hacia su política de recortes y ajustes.
La bancarrota de Mas
La suma de ambos factores ha hecho que CiU pierda 12 de los 62 escaños con los que contaba antes de disolver el parlamento. Su fracaso es absoluto. Políticamente, Artur Mas ha pasado a ser un cadáver.

Su relevo al frente de CiU y la del equipo dirigente que ha arrastrado a la formación nacionalista a sus peores resultados en 32 años es, muy posiblemente, sólo cuestión de tiempo.

"Las elecciones catalanas del 25-N suponen una derrota sin paliativos para el proyecto de Artur Mas y un doble triunfo popular"

Artur Mas se envolvió con la bandera del independentismo para tratar de ocultar que en sus dos años de gobierno había sido el más implacable ejecutor de la política de recortes y ajustes dictada por el FMI y Berlín. Creyendo que con ello podría sacar tajada de la debilidad y la degradación a la que está siendo sometido el Estado español por parte de las grandes potencias europeas y mundiales. Los votantes de Cataluña le han contestado por partida doble.

En primer lugar, aunque las fuerzas de estricta obediencia nacionalista suben algo más de 200.00 votos, los partidos no nacionalistas lo hacen en más de 350.000. Como consecuencia, las primeras bajan de 76 a 74 escaños en el parlamento, mientras las segundas suben de 59 a 61 escaños.

Como acertadamente ha escrito el periodista catalán Enric Juliana, “Las elecciones catalanas las ha ganado (...) el statu quo español. Las ha ganado el orden vigente, a su vez sumergido en un creciente desorden. Ha ganado el orden establecido español por un largo, largo, largo, periodo histórico. Costará entenderlo, costará aceptarlo, costará digerirlo en amplios sectores de la sociedad catalanista, que siguen conformando una clara mayoría social –una mayoría sentimental–, pero la frialdad de la relación de fuerzas se irá imponiendo a medida que pasen los días, las semanas y los meses”.

La movilización de sectores habitualmente abstencionistas en las elecciones autonómicas –concentrados en muy buena parte en el cinturón obrero e industrial de Barcelona– ha sido uno de los factores determinantes que han frenado en seco la apuesta de Mas por la independencia. La lógica de una gran mayoría de la población de Cataluña que se siente, en distinto grado, tanto catalana como española se ha impuesto sobre el oportunismo de Mas y los suyos.

Desplazamiento a la izquierda

Pero además, el voto nacionalista ha sufrido también un importante corrimiento hacia la izquierda, hacia las fuerzas que se oponen al proyecto de saqueo impuesto por el FMI y Berlín. Los votos y escaños que pierde CiU se trasvasan mayoritariamente hacia Esquerra Republicana de Catalunya.
Y emerge con fuerza, con tres escaños, la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), una fuerza independentista con un programa de redistribución de la riqueza y opuesto frontalmente a los dictados de Merkel y Bruselas.

Y este es el segundo elemento clave de los resultados del 25-N: el corrimiento de los votantes hacia la izquierda y hacia las fuerzas que, con mayor o menor consecuencia, se oponen y rechazan la política de ajustes y recortes.

A pesar del aumento de la participación en casi un 11%, las fuerzas que sustentan a los gobiernos encargados de ejecutar los recortes y ajustes en Madrid o en Barcelona (CiU y PP) pierden 11 escaños, sumando un total de 1 millón 583 mil votos, mientras que, por el contrario, las fuerzas parlamentarias que se oponen a ellos suman 1 millón 653 mil, ganando más de 600 mil votos. Sólo la perversión del sistema electoral permite que la suma CiU y PP disponga de 69 diputados, uno más de la mayoría absoluta.

Sin embargo, el desplazamiento hacia la izquierda del electorado y el parlamento catalán dificulta objetivamente la aplicación de las medidas de ajuste y saqueo que Washington y Berlín exigen imperiosamente. Si la apuesta soberanista de Mas ha salido escaldada, el proyecto hegemonista de saqueo también se enfrenta en Cataluña a nuevos y mayores obstáculos.

Como consecuencia del resultado de las elecciones catalanas, el modelo bipartidista –que en Cataluña se amplia a una tercera pata, CiU– sale nuevamente debilitado. Su fragmentación, la erosión persistente de las fuerzas prohegemonistas y la irrupción y el ascenso de fuerzas de distinto signo, pero con la característica común de oponerse a los planes de Merkel y el FMI, se consolida con cada convocatoria electoral.

Los resultados de Ciudadanos –con un programa claro de defensa de la unidad de España, pero también de oposición a los recortes y ajustes– es seguramente el mejor ejemplo de ello. Ciudadanos multiplica por 2,5 sus votos y por 3 sus escaños. Y al pasar de 3 a 9 diputados deja de ser una fuerza “marginal” (en realidad marginada por el stablishment político catalán) para tener grupo parlamentario propio y convertirse en una fuerza a considerar por el resto de partidos parlamentarios.

Para el PP, por su parte, a pesar de quedar muy lejos de su objetivo de convertirse en la segunda fuerza política de Cataluña, los resultados (un aumento de 84 mil votantes y un diputado más) fortalecen políticamente al gobierno de Rajoy. Sale de la triple cita electoral en las nacionalidades históricas (Galicia, Euskadi y Cataluña) en lo principal reforzado y con sus mayores rivales hundidos.

El PSOE sigue con su particular descenso electoral a los infiernos. Y aunque el PSC ha salvado a última hora los peores resultados que pronosticaban las encuestas, la pérdida de casi 52 mil votos y 8 diputados dejan a Rubalcaba en una situación todavía más precaria de la que tenía antes de 25-N.

"El sitio de las fuerzas nacionalistas de izquierdas está en el lado de las filas del pueblo y no de quienes lo expolian y saquean"

Las fuerzas minoritarias no parlamentarias, entre ellas nuestro partido, mantienen en lo principal –pese a la manifiesta falta de igualdad de oportunidades a la que nos condena el modelo bipartidista– un modesto pero persistente avance, aumentando un total de 54.000 votos.

El 25-N y el Frente Amplio

De conjunto, de los resultados de las elecciones catalanas se desprenden dos conclusiones inmediatas. En primer lugar Artur Mas y su proyecto se han estrellado, y como le ha reclamado ya Ciutadans debe dimitir inmediatamente.

En segundo lugar, y esto es lo más importante para la filas del pueblo, la nueva correlación de fuerzas expresada por los resultados electorales debe empezar a traducirse en dar pasos hacia la unidad en un frente amplio de todas aquellas fuerzas que nos oponemos a la política de recortes y ajustes dictada desde Berlín y ejecutada por los gobiernos de Mas y Rajoy.

En particular, para las fuerzas nacionalistas de izquierdas es especialmente importante desechar los cantos de sirena que han empezado a lanzarle desde el entorno de Mas. Su sitio está en el lado de las filas del pueblo y no de quienes lo expolian y saquean.

Su programa de independencia de Cataluña es una contradicción en el seno del pueblo, que el pueblo deberemos resolver de forma democrática.

Pero pasar a gobernar con quien quiere convertir a Cataluña en “un lander al servicio de Merkel” –como acertadamente definieron a Mas durante la campaña los dirigentes de la CUP– y está inequívoca y férreamente alineado con Berlín y el FMI sería un grave error que sus votantes no perdonarán.

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