No hay precedentes de éxito de este modelo que se está afrontando en España con improvisación
A instancias de la troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional), el rescate con dinero europeo de las entidades bancarias españolas intervenidas requiere la creación de un banco malo, es decir, de una sociedad que integre los activos inmobiliarios afectados por la crisis del ladrillo que están lastrando los balances bancarios. La fórmula del banco malo es discutida y arriesgada. Los expertos financieros recuerdan que no hay precedentes de éxito claro con este modelo de acción. En el caso de España se añade además el inconveniente de la aparente improvisación con que se está afrontando la creación de dicha sociedad. A mediados de agosto, con un Gobierno de vacaciones, se da por supuesto que en el Consejo de Ministros del próximo día 24 se conocerá el esquema de actuación pública para crear legal y societariamente el banco malo, pero no se conocen los criterios básicos que maneja el Ejecutivo y es de temer que todavía sean embrionarios o excesivamente genéricos.
Lo que sí se sabe es que la troika ha preferido una sociedad única en lugar de una de las ideas iniciales del Gobierno, que consistía en crear una sociedad tenedora de los activos tóxicos inmobiliarios por cada una de las entidades nacionalizadas. Pero las preguntas básicas siguen sin responderse, y es necesario que sean coherentes. Es imprescindible saber quiénes serán los accionistas del banco malo, cuál será la participación del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) y cómo se trasladará la responsabilidad accionarial a la financiación pública. Un esquema descuidado podría convertir en déficit la presencia del Estado en el rescate financiero, lo cual arruinaría los esfuerzos políticos para separar la deuda bancaria de la deuda del Estado.
También hay que decidir con la mayor rapidez posible qué tipo de activos podrán trasladarse al banco malo. Se da por supuesto que a la sociedad segregada se incorporarán los inmuebles adjudicados y créditos de promotores, pero también parece obligado que las cajas intervenidas segreguen las promotoras filiales. En los balances de las entidades rescatadas solo deberían quedar los activos inmobiliarios solventes. Esta decisión debería conocerse antes de que se pida formalmente el adelanto de financiación con el cual se pretende recapitalizar Bankia de forma inmediata.
Las preguntas se suceden, y todas necesitan una respuesta que sea coherente con el conjunto del rescate financiero. Resulta imprescindible conocer el criterio con el que se calcularán los precios de los activos traspasados, cuándo empezará a operar o cuál será la participación privada. Cuantos más detalles se conozcan, mayor será la credibilidad del proyecto ante los mercados y la comunidad bancaria europea. La cuestión es si el Gobierno está en condiciones de ofrecer el próximo día 24 un esquema detallado de ese banco malo o sociedad inmobiliaria que resulte satisfactorio para las autoridades europeas o si, por el contrario, se limitará a exponer de nuevo generalidades y buenos deseos. Porque el banco malo no es el único problema del rescate; el Gobierno tendrá que enfrentarse además con la obligación de imponer pérdidas y quitas a los accionistas y acreedores de las entidades nacionalizadas.
Llevamos tiempo oyendo hablar de la creación de un
banco malo como solución, no sé si definitiva, a nuestra crisis financiera.
Pero, ¿qué es un banco malo?
En principio un banco malo sería la concentración de
todos aquellos activos materiales y financieros que han perdido gran parte de su
valor inicial.
Activos materiales pueden ser todas las existencias de
inmuebles que los bancos tienen y los financieros, aquellos préstamos y créditos
que se realizaron en su día y en la actualidad no se van a poder
cobrar.
Estos activos que, dado el cariz de la crisis que
estamos viviendo, se han y se están depreciando a medida que va pasando el
tiempo. Su depreciación implica una reducción de los Fondos Propios bancarios,
básicamente por Reservas y evidentemente sus beneficios.
Traspasar este tipo de activos “desintoxicaría” la
operativa de nuestros bancos ya que la sangría de pérdidas por provisiones y
deterioros dejarían de existir. Pero, y disculpad la expresión, “sería vestir a
un santo para vestir a otro” ya que el principal cometido de este banco malo es
la liquidación de estos activos tóxicos, como lo intentan hacer los
actuales.
Pero el banco malo tendrá que vender a también a
precios inferiores de compra, tal vez tendrá que dotar nuevas provisiones por
deterioro y, por supuesto, soportar unos gastos de gestión. Y todo ese dinero
saldrá del sector bancario, ya limpio y operativo, y del estado. Volemos a lo
mismo.
Así el banco malo sólo beneficia a las entidades que
han cometido mayores excesos y parece que, en líneas generales, el banco malo no
va a cambiar nada ya que todo esto nos plantea diversas
dudas:
¿ Por qué no se hace la “desintoxicación” banco a
banco ? ¿ Cómo va a poder soportar el estado está nueva sangría de dinero ? ¿
Cómo se podrán liquidar estos activos tóxicos ? Y, ¿ a qué precio ? ¿ Quién
tiene la respuesta ?
Tal vez la razón la tenga el economista Sala i Martin,
dejar caer los bancos malos, como quien cierra un negocio, una tienda porque no
vende nada y está harto de perder dinero
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