sábado, 11 de agosto de 2012

Marxismo frente a revisionismo, también una batalla filosófica

 
 
 
 
¿Qué es el marxismo?
 
 
 
 
 
Tomar como blanco de combate en el terreno de la teoría estas manifestaciones empiristas e idealistas propias de la burguesía es una necesidad vital para el avance de la revolución
 
 
¿Qué es el marxismo? Para los comunistas, siguiendo a Lenin, la respuesta está clara. Una ideología (la ideología comunista), una filosofía (el materialismo dialéctico) y una ciencia (el materialismo histórico). Para los revisionistas de nuestros días la respuesta es muy distinta, y hemos tenido ocasión de conocerla en detalle gracias al reciente congreso del PCE. El marxismo, para ellos, "es un método" que sirve para "analizar el sistema capitalista". Por lo tanto, como cualquier método, "hay que actualizarlo". Porque "el mundo evoluciona y surgen nuevos problemas para los que Marx no tenía respuestas: el feminismo, la ecología..."
¿Qué es luchar contra el capitalismo? Para los comunistas “encontrar en la misma sociedad que nos rodea, las fuerzas que pueden --y, por su situación social, deben-- constituir la fuerza [el proletariado] capaz de barrer lo viejo [el capitalismo] y crear lo nuevo [el socialismo y el comunismo], y educar [en el marxismo] y organizar [en el partido comunista] a esas fuerzas para la lucha [contra la explotación capitalista]” (Lenin. ¿Qué hacer?). Para los revisionistas de nuestros días, por el contrario, luchar contra el capitalismo es luchar contra “la desigualdad”. Y por eso, “allí donde haya una injerencia del capitalismo, allí estamos nosotros para dar la voz a los que no la tienen”.

Una injerencia del capitalismo, cualquier injerencia del capitalismo. Lo mismo da si se trata de la lucha por mejoras salariales, contra el maltrato a los animales, contra la energía nuclear, por el carril-bici,... Todo está a mismo nivel para ellos, todo entra en el mismo “saco de reivindicaciones” que constituye su programa máximo de lucha. Programa que recoge y en el que caben cientos de “causas”: todo aquello que luche contra todas las manifestaciones del capitalismo, contra todas sus injerencias. En eso consiste para ellos la contradicción principal del capitalismo: en que es una injerencia permanente contra los intereses y los deseos de las personas. En consecuencia, luchar contra la explotación capitalista es levantar ese saco de reivindicaciones que se dirigen contra todas las manifestaciones de la opresión y la explotación. Lo contrario, es puro dogmatismo, “pensar que Marx es un manual”.

Estas ideas acerca de lo que es el marxismo y qué es luchar contra el capitalismo alcanzan una gran difusión entre los sectores más luchadores de nuestro pueblo. Todos las hemos oído defenderlas de una u otra manera a cantidad de gente revolucionaria y sana que acude a las charlas, los seminarios o los grupos de proselitismo. Aunque sea cada vez más menguante la fuerza política, organizativa y electoral de los revisionistas, su capacidad de crear climas de opinión favorables a estas ideas venenosas sigue siendo grande, porque van “a favor de corriente”, de las corrientes ideológicas y políticas que le interesa difundir entre el pueblo a las principales clases explotadoras, las burguesías monopolistas y el imperialismo.

¿Y qué tiene que ver todo esto con una escuela de filosofía, de materialismo dialéctico?

Una relación mucho más directa de lo que parece a simple vista. Porque en el núcleo del sistema de pensamiento que permite elaborar ese tipo de teorías encontramos una posición filosófica, una posición burguesa, el empirismo. Una forma de idealismo que niega que exista una realidad material exterior a nosotros, objetiva e independiente de la voluntad del hombre. Y que por eso mismo tiene su propio motor de desarrollo interno, se mueve a través de leyes objetivas que le son propias.

El empirismo, al negar la existencia de un mundo exterior objetivo e independiente de nosotros, niega en consecuencia que se pueda conocer la esencia de las cosas. Las cosas, desde esta posición filosófica, no tienen una existencia en sí, lo que existe es la percepción que nuestros sentidos nos dan de las cosas, sus manifestaciones externas. Pretender que las cosas tienen una esencia propia es, para esta posición, dogmático. Pretender que existen leyes universales a un proceso particular de desarrollo de la materia, es dogmático. Pretender que el marxismo desvela la esencia del desarrollo de las sociedades humanas, las leyes universales de su desarrollo, eso es “un manual”, puro dogmatismo.

Por el contrario, para los empiristas, dado que lo único que se puede conocer de la realidad son sus manifestaciones externas, la percepción que nosotros tenemos de los efectos del capitalismo, sus consecuencias, sólo podemos aspirar a tener un conocimiento relativo, parcial y, por tanto, la única alternativa para luchar contra él es dar la batalla allá donde surja una manifestación de “sus injerencias”, metiendo en un mismo saco todas las reivindicaciones de todos aquellos que, en cualquier lugar, en cualquier momento, por cualquier causa, se rebelan contra las múltiples formas externas que adopta la opresión capitalista.

Que estas posiciones filosóficas empiristas, idealistas –en suma, reaccionarias, puesto que el idealismo ha sido siempre la filosofía de las clases reaccionarias– se desarrollen en el seno de quienes se reclaman del marxismo no es en absoluto nada nuevo en la historia del movimiento obrero y revolucionario mundial. Ya en 1908 –y ante el auge de la corriente ideológica y política del revisionismo socialdemócrata en los partidos obreros europeos– Lenin se ve obligado a escribir un grueso volumen filosófico, Materialismo y empiriocriticismo, en el que traza una línea de demarcación tajante entre el materialismo dialéctico y las corrientes filosóficas empiriocriticistas que, en nombre de la lucha contra el dogmatismo, niegan, desde una posición filosóficamente empirista, el carácter de ciencia del marxismo, su capacidad de establecer las leyes objetivas y de valor universal, exteriores e independientes de la voluntad de los hombres, que rigen la sucesión de unos modos de producción por otros.

Retrotrayendo al proletariado a un estadio de conocimiento anterior al establecimiento de la ciencia de la historia, privándole de la formidable herramienta del conocimiento objetivo de las leyes objetivas y universales que mueven al capitalismo y condenándolo de esta forma a vegetar permanentemente bajo la esclavitud asalariada. Tomar como blanco de combate en el terreno de la teoría estas manifestaciones empiristas e idealistas propias de la burguesía es una necesidad vital para el avance de la revolución. Combatir no sólo las alternativas políticas del “saco de reivindicaciones” que enarbola el revisionismo de nuestros días, sino también la base teórica burguesa, filosóficamente idealista y empriocriticista, en que se sustentan tales alternativas es también, para el proletariado, dar una batalla de lucha de clases. En este caso, de lucha de clases en la teoría. Esto es, en última instancia, lo que es la filosofía, lucha de clases en la teoría. Y esta es su importancia práctica para la revolución.

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